(Por Marcelo Metayer, de la agencia DIB) A principios de la década de 1970 el movimiento hippie daba sus últimos coletazos, las apariciones de ovnis eran cosa de todos los días y las terapias médicas alternativas comenzaban a ser aceptadas en el mundo. Mientras tanto, en la provincia de Buenos Aires funcionaba con bastante éxito un lugar muy particular, donde se dice que fueron tratados cientos de pacientes con enfermedades graves o terminales. El sitio estaba en un campo a la vera de la Ruta 3, kilómetro 77, en la localidad de Cañuelas.
Aquellos que llegaron a visitarlo hablan de un extraño hospital donde en las paredes había fotos de platos voladores y la tecnología médica parecía sacada de películas de ciencia ficción, con pantallas fluorescentes y botones luminosos. Dominaban la entrada una enorme escultura de una nave extraterrestre y una placa con un símbolo muy particular. Se trataba de la “Planta de Investigación Científica Argentina Internacional de Neurología” de Cañuelas, fundada por Carlos Eduardo Jerez, y allí se utilizaba presunta “ciencia extraterrestre” del planeta Ummo.
El caso de la “clínica ummita” -cerrada durante la dictadura militar- fue uno de los más notables sucesos en la provincia de Buenos Aires en relación con la ovnilogía en general y el llamado “affaire Ummo” en particular.
El dueño de la “clínica” era un técnico en radio y televisión nacido en Baradero en 1939, que se decía continuador de un proyecto científico integral iniciado en Francia en 1901 por su abuelo materno, Gaspar Asprella, que emigró a nuestro país en 1927. “También decía que era la conexión argentina de los ummitas”, asegura El Ciudadano.
El “asunto Ummo”
La cuestión de Ummo es fundamental para entender qué sucedía en la “Planta de Investigación Científica”. Pero ¿de qué se trata este asunto, que ya lleva más de medio siglo dando vueltas entre los especialistas de la ufología?
Ummo es el nombre de un supuesto planeta que orbitaría alrededor de la estrella denominada Wolf 424, situada en la constelación de Virgo. Los habitantes de este mundo visitaron la Tierra por primera vez en 1950 y comenzaron a contactar a los humanos, a quienes transmitieron sus elevados conocimientos científicos.
La historia parece tomada de una película, pero es lo que se deduce de miles de cartas que llegaron a investigadores de todo el mundo -incluso de Argentina- a partir de la década del 60, de las cuales hoy en día todavía no hay certeza de su origen. En general se supone que todo fue un enorme bulo, pero no se sabe bien quién lo comenzó y por qué. Es muy conocido el símbolo de Ummo, que fue visto y fotografiado en un ovni cerca de Madrid, España, en 1967: algo así como una H con sus trazos laterales curvos y una barra vertical en el centro. Detalle: es muy similar al logo de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Ese mismo símbolo estaba al pie del plato volador de cuatro metros de altura en la clínica de Cañuelas, y en una placa en la entrada. Con ello, Jerez “demostraba” ser poseedor de una presunta ciencia extraterrestre, que le permitía curar las enfermedades más cruentas.
Según afirma el prestigioso ufólogo francés Jacques Vallée en “Revelations” (1991, inédito en castellano), “las misteriosas curas del cáncer hacían uso de los rayos gamma, y varios pacientes supuestamente terminales habían sido mejorados o incluso curados en la instalación”. Añade que “el sistema médico utilizado combinaba aparatos de impresionante sonido con las afirmaciones habituales de los curanderos modernos: mezcla rayos gamma con energía cibernética, que Jerez describe como ‘el campo de calor que rodea los tejidos’”.
Vallée, que hizo conocida la clínica ummita al mundo, cuenta que “hablando ante un grupo de estudiantes locales, Jerez declaró una vez que su personal era de Ganímedes y que curaban mediante el uso de técnicas de radiación traídas de otros planetas”.
Uno de los promotores del “método Jerez” fue el ufólogo argentino Pedro Romaniuk, que en 1978 afirmó que en la “clínica” se habían tratado “16.500 casos de enfermedades incurables ya desahuciadas por la medicina clásica”. En el lugar, decía el autor de “Texto de ciencia extraterrestre”, había “cinco estaciones de radioaficionados y más de cien aparatos, uno más extraño que el otro”.
Mientras tanto, desde octubre de 1974 los círculos médicos de Morón (CMM) y Cañuelas (CMC) venían denunciando que Jerez era un charlatán. “Los más ignorantes dicen curar con sapos, naipes y yuyos. Éstos, en cambio, usan un secador de cabellos y lucecitas de colores”, declaró a la revista Siete Días el doctor Somaiel Harón, del CMC.
La clínica fue clausurada en junio de 1976. Alcaraz comentó a El Ciudadano que “hubo inspecciones, no sé si municipales o nacionales, hasta que la dictadura, a través de Ramón Camps, jefe de la Policía de Buenos Aires en esa época, detuvo a Jerez y lo hizo desaparecer temporalmente. Gracias a las conexiones que había tejido con altos rangos militares a través de los pacientes, logró que se lo liberaran tras un mes de la famosa calesita policial de traslados permanentes en destacamentos policiales. Para su liberación le prohibieron seguir con su actividad en el país y lo obligaron a cambiar de lugar de residencia”.
En ese momento había unos 200 pacientes en tratamiento en la “Planta Científica”.
Incógnitas
Jerez desapareció de la vida pública por algunos años. En los 80 fue encargado de una fábrica de papel higiénico que llamó Hono, nada menos que el nombre del presunto servicio de inteligencia del planeta Ummo. Años después parece que volvió a entreverarse con las prácticas alternativas y en 1995 fue acusado de homicidio y ejercicio ilegal de la medicina tras la muerte de pacientes a los que, presuntamente, aplicó sus técnicas de origen extraterrestre.
Nadie sabe hoy en día qué pasó con Carlos Eduardo Jerez, si vive o no, y dónde está.
En tanto, donde estuvo la clínica, que atrajo a tantas personas con enfermedades incurables en busca de una última esperanza, hoy no queda ni el recuerdo. Quién sabe qué se hizo de la placa con el símbolo de Ummo de la entrada, y qué habrá sucedido con aquel plato volador de metal y ventanas de acrílico azul, construido a fines de 1975 por “un viejito que trabajaba en una zinguería”, según dicen. Una lástima: podría formar parte del Museo Ovni en Victoria, Entre Ríos, como muestra patente de uno de los mayores fraudes relacionados con la ovnilogía que se vivió en la provincia de Buenos Aires y en el mundo. (DIB)