(POR MARCELA CASTAÑOS.PARA LA CAPITAL) María Gabriela Polinori tiene 55 años, vive en Venado Tuerto y hace siete años le tocó atravesar un cáncer de mamas. Pero aunque ese es el nombre médico que se le da a la enfermedad, ella prefiere llamar a las cosas por su nombre, y habla sin eufemismos de sus tetas. El peso de las palabras es una constante en su primera obra narrativa, “Relatos en tetas”, que se publicó este año y que el 21 de este mes presentará en su Venado natal.
Un texto donde entremezcla sensaciones, sentimientos, reflexiones y anécdotas, en un diálogo literario con otras mujeres que padecieron esta enfermedad tan nombrada también de manera eufemística, a veces al límite de ser aquello de lo que “no se habla”.
Polinori nació en Venado Tuerto el 21 de Mayo de 1965. Vivió en Santa Isabel hasta los 22 años. Estudió el profesorado de Inglés en Venado Tuerto y desde entonces vive en esta ciudad del departamento General López, donde es docente en el Instituto Superior de Profesorado N° 7.
Desde muy chica se relacionó con la lectura y la escritura, entre la biblioteca y la escuela pública. Asistió a distintos talleres de escritura creativa. Publicó en el suplemento cultural del Diario La Razón, en la Revista Cerdos y Peces y en publicaciones y plataformas regionales.
Colaboró con artículos en revistas especializadas de enseñanza de Inglés, participó en proyectos de escrituración curricular en la provincia de Santa Fe, y forma parte del staff de la Revista Ají.
En 2013 contrajo el cáncer, una enfermedad cuyos demonios fueron muchos y logró exorcizar a través de lo que sabía hacer: narrar. Escribió compulsivamente, volcó de manera frenética vivencias, sensaciones, impresiones, anécdotas (algunas desopilantes). Fue su manera resiliente de transitar este mal (hablando de eufemismos) mientras se sometía a un tratamiento que duró cinco años. Nacía entonces el embrión de lo que serían los “Relatos…, no en pechos, senos, mamas, gomas ni lolas…en tetas”. Pero sentía que no le era suficiente.
“Mi caso se resolvió dentro de todo bien, sólo hice rayos, no me tuve que someter a quimioterapia, ni me tuvieron que hacer mastectomía. Dentro lo que es el diagnóstico, fue una suerte”, cuenta. Pero reconoce que “el diagnóstico de cáncer tiene un peso tremendo, la sola palabra te tilda, hay un contraste entre la suerte y la palabra. Te lo ponen en cada estudio y te da la sensación de que lo seguís teniendo, aunque te hayan extirpado el tumor”, cuenta.
Esa “suerte” que tuvo, por llamarla así, le resultaba contradictoria. Sintió que necesitaba intercambiar experiencias y recoger testimonios de otras mujeres, incluso de las que hubiesen atravesado procesos más duros. Pensó que podía hacer una recopilación, y poner su historia entre ellas. “Quería un trabajo más colectivo”, explica.
Pero no era fácil. Muchas no escribían, otras lo hacían pero no sobre esa temática, y algunas no querían revivirlo a través de la palabra. El libro terminó siendo un relato propio, singular, en el que sin embargo hay un permanente diálogo entre mujeres, a veces teñido con una cuota de humor, con furcios y bloopers vividos. Armó un mix, con su propia impronta y aquellos testimonios que le llegaban, a veces desordenados pero muy vivenciales. Y obtuvo así un relato.
En él, la autora “dialoga” con Jennifer Puszkin y Margarita Vila, ambas de Rosario; Silvana Delgado y Stella Cenci, de Venado Tuerto; Alejandra Pazelli, de Villa Cañás; Miriam Alianak y María del Carmen Bessone, de Santa Isabel; María del Carmen Mena, de Neuquén, y María Eugenia Cáceres, de Córdoba. Y el diálogo se torna fructífero, enriquecedor, le da al texto un plus que Gabriela buscó y logró, acaso sin saberlo desde un principio.
“Relatos en tetas” no es un libro de autoayuda, ni menos de ayuda mutua. Tampoco intenta ser un relato épico de quien retornó a la vida, ni mucho menos una versión sacralizada y romántica de una enfermedad que afecta una parte del cuerpo con una simbología tan potente, rodeada del halo que le da la lactancia, primero, y el erotismo que la convierte más tarde en objeto de deseo. “Una certeza o una determinación: ni guerreras, ni heroínas, ni sobrevivientes. Sólo mujeres que quisimos ponerle palabras al cáncer, hacerlo relato, cuento, poesía”, afirma el prólogo. “Con crudeza, con humor, como se pueda, a veces no se puede”, se lee. Polinori busca “quitarle el peso, y entender que cada una lo transita de distintas maneras. La medicina nos iguala, pero la experiencia es única, personal”, señala la autora.
Emilia Tauil ilustró el libro. Cada capítulo tiene un dibujo propio, sutil, minimalista, de trazos simples y delicados.
“Los senos, los pechos, el busto, decían las abuelas. Tetas, decimos. Todo es nombrar. Y nos nombraron: cáncer de mamas. Un diagnóstico que impacta con el solo peso de su voz y nos deja (como cuando nos empezaron a crecer) mirándonos las tetas _marcadas, irradiadas, operadas, enfermas, sanadas, restauradas_ y buscando nuevas palabras”, se lee en el libro.
La primera edición de «Relatos en Tetas» lleva consigo la marca de calidad de Revista Ají, publicación digital que recoge contenidos diversos y gestos creativos, intentando abordar otro registro sobre lo cotidiano: “Salir un momento de la pura velocidad, correrse de las consignas. Detenerse. Pensar-se”, propone en la página de inicio.
Este es el primer libro en formato papel. El primero fue digital, “Lo que la pandemia se llevó”, con textos de distintos actores políticos sociales y culturales de la región, disponible en PDF desde la página www.revistaají.com
Impreso en talleres gráficos de Rosario en septiembre de este año, con las limitaciones impuestas por la pandemia, “Relatos en tetas” se lanzó con una preventa a través de la revista, con muy buena repercusión.
El libro ya mereció algunos comentarios, quizás más autorizados del de quien aquí escribe. “Un texto que trata al cáncer de mamas como lo que es: una experiencia ineludible, continua y colectiva. La de la madre, las de las amigas, la de la mujer en la sala de espera, la propia. Un modo femenino de relatar ese tránsito feroz en toda su capacidad de destrucción y de construcción, colado en el filtro del humor y la ironía, coreado en los dolores de tantas otras. Una comprobación del valor del protocolo y la fuerza de la superstición, el contrapeso de los consejos inútiles, lo inconcebible del rechazo. Un libro que, además de mostrar las tetas, sabe tender una mano”, redactó la escritora rosarina Silvina Pessino.
Y María Rosa Montes, narradora de Teodelina, afirmó: “La brevedad de las secuencias narrativas es otro valor, un juego de piezas que encajan justas. No hay golpes bajos, ni rebusques… sólo buenos relatos en tetas”.