(Por Victor Calvigioni) En las películas de terror el asesino casi siempre regresa al escenario del ilícito para amenazar las vidas de los que estaban relacionados en su pasado. La realidad de cada día siempre supera a la ficción. El episodio del cruel asesinato aconteció en junio de l995. En cercanías de la calle 20 y 45, se desarrolló el drama que marcó a la sociedad colonense. Un adolescente asesinó a un menor de 10 años en su propia habitación y en una madrugada con mucha neblina, lo cargó sobre sus espaldas por sesenta metros y lo dejó abandonado en posición fetal en un baño de un chalet a medio construir situado en calle 20 entre 45 y 46.
Cerca de las 22 horas de la jornada siguiente el cadáver fue encontrado por la Policía Bonaerense en una baño muy pequeño.
En ese entonces, los protagonistas de la trágica historia eran menores que conformaban el grupo de Boys Scouts de Colón. Una fría noche de junio se produce el brutal e inexplicable asesinato de Néstor Rodríguez.
El regreso del homicida
La historia volvió con fuerza once años después de aquel suceso que permanece todavía en la memoria colectiva de los colonenses. Sin que nadie lo esperara el homicida regresó a nuestra ciudad, y casi a la madrugada una noche, golpeó el ventanal delantero de un integrante de aquella agrupación.
El argumento parece extraído de una película norteamericana de terror. Sin embargo es la realidad que le tocó vivir un joven colonense que quedó en su momento aterrorizado
El asesino del menor Néstor Rodríguez, estaba residiendo en La Plata y regresó al sitio donde creció junto a su familia. En la primera noche de residencia fue protagonista de un raro episodio, siendo denunciado policialmente en el edificio de la Comisaría ubicado en calle 51 y 18. (No había Fiscalías y los sumarios los realizaba el Comisario a cargo de la repartición)
La aparición
El individuo (en ese momento de 26 años) concurrió a la vivienda de un joven dispuesta en el Barrio Barracas y que también integraba en 1995 el grupo de Boys Scout.
El que fuera enviado al Instituto de Menores por largos años una vez que la Jueza de Menores de Pergamino, Zulema Inés Corona cerró el expediente judicial, cargado de pericias y testimonios.
Al comenzar su estadía se encaminó a la casa de un ex amigo y golpeó la ventana del living, mientras este miraba televisión.
El homicida, preguntó a través del vidrio, si lo reconocía. El joven muy asustado y desde el interior del edificio no podía recordar la cara que se le presentaba de improviso (estaba muy cambiado)
El extraño visitante se identificó con nombre y apellido. El asesino entonces en voz segura le hizo una propuesta indecente de carácter sexual. La víctima llamó a sus familiares y realizó la correspondiente denuncia policial. El temor mayor era su propia integridad física. El homicida se retiró y a la jornada siguiente no habría sido encontrado en la ciudad.
El hecho
En junio de 1995, la ciudad se conmovió. El comisario Horacio Santos Guerra con domicilio en Trenque Lauquen y hombre de una vasta experiencia, había recibido la denuncia de la desaparición de un menor. El pequeño fue identificado como Néstor Rodríguez. El chico había salido de su casa ubicada en calle 20 entre 40 y 41. Caminó varias cuadras para comprar un yogurt en el supermercado Graneros y Elevadores Argentinos. Jamás regresó. La policía lo buscó en el Lago Municipal, terrenos baldíos, Canal Colón –entre otros lugares-. En esa jornada el teléfono del Comisario sonaba permanentemente con dichos de “videntes” que le indicaba que el cadáver estaba en algún sitio.
El asesino con total frialdad también acompañaba a las partidas de uniformados y civiles. La policía de investigación que llegó desde la ciudad de La Plata estaba desconcertada. El ovillo comenzó a desenredarse a partir de las 21 con declaraciones contradictorias.
La historia indica que el adolescente habría interceptado a Néstor Rodríguez (eran amigos) en la esquina de 45 y 20 y luego de hablar unos minutos, lo llevó a su casa en calle 45 entre 19 y 20. Poco después, lo mataría en su dormitorio y lo escondería bajo su propia cama. Sin remordimientos luego se acostó a dormir sin despertar sospechas entre sus familiares.
A las 6.20 del día siguiente, sin que nadie lo viera cargó el cuerpo y lo llevó hasta el viejo chalet donde lo dejo para regresar a su casa y seguir con su vida normal.
La policía ya sospechaba del quinceañero. Sin embargo el adolescente contaba la historia que unos hombres a bordo de un auto rojo habrían levantado a Néstor Rodríguez en 45 y 20 y se lo habían llevado con rumbo desconocido.
El relato grotescamente armado se vino abajo como un castillo de naipes, ante algunas contradicciones.
Según se pudo saber, el menor confesó el asesinato ya muy de madrugada, en una oficina del viejo edificio policial, ante el Comisario, Horacio Santos Guerra, siendo ya las 4.30 de la mañana.
Los trascendidos de aquella época señalaban que el asesino tenía hábitos sexuales incompatibles con la edad y el viejo comisario ahora retirado, salió espantado por los cosas que escuchó en la confesión y como fueron los sucesos. El aberrante hecho se fue olvidando, aunque el pasado regresó con fuerza hace pocos años y aterrorizó a un ex amigo.