Apenas cinco cajas fuertes ingresaron al país alrededor del 1900, y una llegó a formar parte del patrimonio juninense a partir de una donación realizada por la familia del escribano Benedicto Di Marco, hace más de 25 años.
Así llegó un ejemplar al Museo Histórico de Junín, y durante todo este tiempo, no fue posible abrirlo ni saber qué contiene en su interior.
Las presunciones son muchas: desde papeles y documentación hasta oro olvidado en la época del Virreynato.
Para abrir la puerta de esta caja fuerte, se requiere un habilidoso cerrajero artesanal que pueda elaborar las dos llaves que faltan –sólo hay una de las tres- y de este modo quedaría develado este gran misterio que duerme en las esquinas de Newbery y Quintana.
Los orígenes
Esta caja fuerte fue construida en Marsella, del sur de Francia, en el siglo XIX, y fueron cinco las que entraron al país a través de la Aduana.
Las otras cuatro están repartidas por el país: en un Museo de Córdoba, un Museo de Luján, otra en el Cabildo y de la quinta no está localizado su paradero.
Entraron juntas al país, alrededor del año 1900. Se sabe que la de Buenos Aires se utilizaba como caja de caudales, para recolectar los impuestos de la ciudad.
Al Museo juninense llegó un ejemplar a través de una donación efectuada al Museo Ángel María de Rosa, luego derivada al Histórico.
Era propiedad del escribano Benedicto Di Marco y cuando falleció, su esposa María Cruz decidió donarla, en la década del ’90.
Viejos usos
La historia cuenta que los documentos valiosos, las monedas y las piedras preciosas, entre otros objetos de valor, se guardaban en cajas fuertes como la de la imagen. Estas eran construidas con madera muy resistente y forrada en chapa de hierro con sunchos y clavos del mismo material. Además, por su propio peso, eran muy difíciles de transportar.(La Verdad)