El 4 de octubre de 1982, a las 7 de la tarde, Abuelas de Plaza de Mayo, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas, Madres de Plaza de Mayo, el Centro de Estudios Legales y Sociales, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y el Servicio Paz y Justicia para América Latina, con la adhesión de cientos de organizaciones e individualidades del país y del exterior, debían realizar «Canciones y poemas del reencuentro».
Se trataba de un festival en la Federación Argentina de Box, para «reafirmar los reclamos por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos y la libertad de todos los presos políticos y gremiales». La Policía Federal impidió la reunión. Montó un operativo sobre la calle Castro Barros y en la esquina de la avenida Rivadavia se instalaron carros de asalto de la Guardia de Infantería.
El festival era parte de una serie de actividades para hacer visible un conjunto de reclamos. Al día siguiente, el 5, era la «Marcha por la vida y la vigencia integral de los derechos humanos», motivada por: la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos que, al igual que los niños desaparecidos, debían ser reintegrados inmediatamente a sus hogares; por la libertad de los presos políticos y gremiales; por el levantamiento del estado de sitio; por la supresión del aparato represivo que siguía actuando con total impunidad.
La marcha fue prohibida por el Ministerio del Interior que se apresuró a aclarar que la negativa no sería extensible a manifestaciones como la ronda de las Madres, pero que «el tema de los desaparecidos no deberá prestarse a manejos políticos». Los subterráneos de la ciudad restringieron su servicio entre estaciones y en el horario previsto para la marcha. La respuesta de las organizaciones fue política: movilizarse para reclamar.
La Marcha por la vida se hizo en medio de un gigantesco operativo policial. La concentración estaba convocada a las 17, en avenida de Mayo y Lima y desde las 16 comenzaron a verse pancartas con las leyendas «¿Dónde están los 30.000 desaparecidos?», «Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo ¡Presentes!». Los medios resaltaron el carácter pacífico de la marcha. Las fotografías sin embargo permiten ver a la policía montada intentando cortar el paso de las madres, escenas dramáticas y cientos de retratos de personas detenidas-desaparecidas.
Para esa ocasión, el CELS trabajó en la elaboración de cinco investigaciones para repartir durante la marcha: El secuestro como método de detención, Niños detenidos-desaparecidos, Adolescentes detenidos-desaparecidos, Conscriptos detenidos-desaparecidos y Muertos por la represión. Eran la coninuación de otras como Detenidos políticos y habeas corpus colectivo.Todas terminan con listados de víctimas.
En la materialidad de ese conjunto de publicaciones podemos leer distintos impulsos. Por un lado, el de la acción urgente de levantar la voz que denuncia mientras la dictadura todavía tiene poder de fuego. Por otro, reunir lo que el olvido amenaza con llevarse: los nombres propios, las historias particulares presentadas con sistematicidad y con la solemnidad del deber ético de quien sobrevive para dar cuenta de lo que pasó.
Cabe preguntarse para qué son las listas, para quiénes y para cuándo las hacen: son listas atravesadas por sus posibilidades históricas. Al mismo tiempo, poner nombres propios a los casos implica una operación de restitución y recoger, además, las pruebas para cuando se construyan las condiciones sociales, institucionales y políticas de obtener justicia.