Colón: La insoportable situación de los comercios y los consumidores

Los comercios minoristas colonenses están en terapia intensiva. Los costos de los servicios (energía eléctrica, gas), la baja notoria de las ventas, la suba de los impuestos,  tasas municipales  y la constante inflación, están “sacando de la cancha”  a las panaderías, almacenes, carnicerías y kioscos colonenses. Si la crisis económica se extiende  tres meses más,   será tierra arrasada. Ya no habrá el día después de mañana para negocios con más de veinte años de antigüedad.

Un  ejemplo tal vez pueda resumir mil imágenes. Un conocido supermercado céntrico, cada jornada  se aprovisionaba de diez  cajones de leche en sachet. En el presente solo adquiere tres. Las empresas abastecedoras redujeron sus v isitas comerciales. En el 2015, las marcas de alimentos  más conocidas llegaban a la ciudad tres veces por semana (lunes, miércoles y viernes). Cuatro años después la mayoría realiza el viaje desde las grande ciudades,  una vez por semana y muchas empresas pequeñas dejaron de a nuestra localidad. El costo en los combustibles  y el encarecimiento de los insumos (aceite, mecánicos, repuestos),  la escasa colocación de algunas mercaderías  acotaron el trabajo y hasta lo hicieron inviable.

La venta de lácteos se redujo el 50 por ciento, ( si hablamos de quesos llegamos al setenta por ciento), los farináceos, como el pan  decayeron un 40 por ciento, la tradicional docena de facturas los días festivos es cosa del pasado  y la venta de  carne vacuna en su caída  no tiene piso.

La cadena de pago tiene varios eslabones rotos. Las deudas de energía eléctrica se acumulan. Un conocido fabricante de masitas y otros productos,  achico su planta de personal de 3 a 1 empleada. La problemática se extiende como una mancha de aceite.

El trabajo indirecto se redujo. Ya casi nadie contrata jardineros o las labores domésticas. El oficio  de albañilería (revoque de un ambiente, construcción de una pieza, etc) en los barrios se encuentra en extinción, y solo se observa la construcción de  grandes edificios de departamentos.

La venta de autos usados prácticamente no existe. Los sábados,  los restaurants están sin comensales. Un  propietario señaló a este diario que para abrir reconocido comedor necesitaba 4.500 pesos diarios. El viernes de la semana pasada solo  habían ingresados  dos clientes. En el mismo sentido, una dueña de un comedor donde asistían 100 clientes por sábado y se debía pedir  mesa por teléfono con horas de anticipación, nos argumentó “creo que en el próximo mes cierro”. Una costumbre de ciudad pequeña como es  la vuelta del “perro” quedó en su mínima expresión   por el precio de los combustibles.

Las cuotas de los colegios privados se hace insostenible para muchas familias, y en algunas escuelas públicas los alumnos carecen de útiles escolares elementales  que son suplidas con el esfuerzo de los docentes.

Las   tribunas en los espectáculos públicos como el fútbol están vacías. Las farmacias venden menos medicamentos, y si se investiga se puede observar que en una receta de tres remedios  recetados el  titular elige uno. La vida de una persona tiene precio al estilo del viejo oeste o se juega a la ruleta rusa con la salud.

En el presente una familia tipo, solamente consumiendo  pan y leche, necesita 140 pesos diario como mínimos. Cuatro mil pesos al mes para desayunar,  sin agregar manteca y mermelada un lujo para pocos. El cuadro al que asistimos es una verdadera vergüenza. Argentina es  un país que produce alimentos para 300 millones de personas.   Los colonenses llegamos en medio de la zona núcleo (donde se cosecha miles de toneladas de soja) a tener personas en riesgo alimentario. Un sacrilegio imperdonable.