(Por Walter Barbarich para La Capital)El Bar El Pelayo es quizás el más antiguo del departamento General López. Fue fundado en la década de 1890 y originalmente fue un hotel y bar. Su historia es la de muchos en Melincué y en la zona. Persiste en la memoria colectiva como un bar emblemático en la zona. Fue fundado por un inmigrante español que le puso ese nombre en honor al primer monarca del reino de Asturias: Don Pelayo. Bibiana Fernández de Candotto es nieta del segundo propietario del místico hotel; Ramón Fernández y hoy junto a su esposo, Rubén Candotto, y sus hijos volvieron a hacerse cargo del local ubicado en el corazón de Melincué, en San Martín al 400. En diálogo con este diario Bibiana contó la historia del lugar y los motivos que llevaron a hacerse cargo nuevamente del Pelayo en los meses previos a la pandemia.
¿A quién pertenecía originalmente el Pelayo y cuando se fundó?
De acuerdo a varias averiguaciones que hicimos y a diversos documentos que aún existen, pudimos identificar el año de la construcción y fundación del Hotel Bar Pelayo a fines del siglo 18, puntualmente en la década del 1890. El primer dueño fue un inmigrante español. Mi abuelo Ramón Fernández, de origen asturiano, adquiere la propiedad durante el mes de octubre de 1910 y lo sigue explotando comercialmente como Hotel/Bar. Por eso nosotros tomamos como año de fundación en 1910, porque ese es un dato fehaciente con el que contamos, pero en realidad el bar Pelayo tiene algunos años más de antigüedad. La denominación del negocio se da honor al primer monarca del reino de Asturias, Don Pelayo.
¿Cómo definirías al Pelayo?
El Bar Pelayo está considerado un emblema de Melincué. Es un negocio clásico de la zona. Así lo he percibido y me han transmitido desde que yo era una nena que correteaba con mi hermano y mis primos por las instalaciones del negocio, hasta el día de hoy, donde la mayoría de los clientes me hacen saber de diversas historias y anécdotas relacionadas al Pelayo.
Tal es así que inclusive el Pelayo ha sido fuente de inspiración para varios artistas que le han dedicado canciones y hasta se han escrito libros donde se narran historias sucedidas en el establecimiento. Este hecho parte desde que el Pelayo siempre estuvo íntimamente relacionado al crecimiento y desarrollo de la vida social de Melincué, fue testigo directo y privilegiado del boom turístico que se desarrolló a partir de la década de 1930 de la mano del desarrollo del complejo turístico del balneario y también fue testigo de las sucesivas inundaciones a partir principalmente de la década del 70, problemática que esperemos ya no volvamos a experimentar nunca más.
¿Es el bar más antiguo del sur de la provincia que permanece abierto?
Bueno, en base a distintas averiguaciones que hemos realizado en relación a esta posibilidad, la verdad es que podemos decir que el Bar Pelayo es claramente el negocio más antiguo de la región sur de la provincia, aunque no son pocos los parroquianos y visitantes que ya se animan a decir que a estas alturas ya es el más antiguo de la provincia entera que continúa desarrollando la misma actividad gastronómica, desde la fecha que tomamos como fundación hasta el presente. En octubre cumplimos 112 años de historia. Y vamos por 112 años más.
¿Qué cambios implementaron cuando tu familia se hizo cargo del bar?
La verdad es que la idea surgió de un día para el otro. Porque el negocio ha sido explotado por varios inquilinos a lo largo de su historia, pero en un determinado momento, luego de cumplirse un contrato de locación y no habiendo ninguna oferta para continuar con la explotación del mismo, mi esposo Rubén en una reunión familiar sacó la idea de desarrollar el negocio en familia y así fue.
Mis hijos nos acompañaron con la idea y desde ese momento comenzamos con las restauraciones edilicias para devolverle al Pelayo toda la esencia histórica que adoptó en su época de esplendor. Esa fue mi función en particular, la de recrear una impronta familiar, agradable y de amplia oferta gastronómica para que vuelva a ser el lugar caracterizado como centro de encuentros y eventos sociales para la comunidad y para los visitantes.
Así entonces, desarrollamos inversiones en cambios edilicios, estructurales y estéticos tendientes a brindar a los clientes, condiciones óptimas de servicio. Realizamos inversiones en mobiliario y equipamientos para ampliar la capacidad productiva y de esa manera poder establecer una amplia oferta gastronómica de primer nivel a precios adecuados. Toda nuestra oferta gastronómica se produce íntegramente en el negocio.
Por motivos de la pandemia, el plan de inversiones que teníamos previsto se vio afectado durante algún tiempo, pero por suerte este año hemos podido avanzar bastante en la conclusión de varias mejoras estructurales, estéticas y tecnológicas. Sí Dios quiere de cara a la próxima temporada de verano, tenemos planificadas varias mejoras más. La reinversión permanente es una constante para nosotros.
111 años de historia
La Secretaría de Turismo de Melincué ofrece a los visitantes un menú amplio de lugares históricos para visitar la localidad. Por ser una de las localidades más antiguas de la provincia, se podría decir que Melincué en sí misma es una reliquia histórica. Basta con ver sus edificaciones o el mismísimo e histórico mangrullo para que los turistas se den cuenta que esa localidad guarda parte de la historia provincial
Así lo testimonió la Secretaría de Turismo en sus redes sociales: “Desde su primer dueño asturiano, (quien bautizó al Hotel Restaurante «Pelayo», en honor al héroe asturiano que echó a los musulmanes del principado de Asturias) hasta nuestros días, cientos de historias se han vivido entre sus muros”.
Es uno de los lugares más emblemáticos de Melincué y de la región, su nombre ha inspirado «Milongas» y grupos musicales como lo fue la sonora «Tropical Pelayo». Fue hotel, restaurante, bar, parada de ómnibus y hoy, vuelve a deslumbrar otra vez, en manos de sus herederos”.
Quien crea en fantasmas, seguramente podrán percibir las ánimas del Yoyo Borda y «Chafita», de los parroquianos que pasaron por allí y que ya no están y las interminables mesas de café, truco y vermut. El «Pelayo» nunca murió, pasó más de un siglo y su espíritu, aún sigue intacto, sostienen desde la secretaría de Turismo.