Por Sofía Piñeiro (Enfermera de Médicos sin Fronteras y graduada de la Carrera de Lic. en Enfermería de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.)
Existen trabajos que nos motivan a dar siempre más. Cualquiera sea la profesión, cuando hay vocación, hay impulso. El ámbito de la salud suele ser un lugar donde muy a menudo, sino siempre, se encuentran la profesión con la vocación. Y la asistencia médico-humanitaria es en su mayor expresión, este encuentro. A diario estos trabajadores sobrepasan los propios desafíos de la profesión, para brindar su ayuda a poblaciones en situaciones precarias sea por la causa que sea, desde víctimas de catástrofes naturales, hambrunas, refugiados o víctimas de conflictos armados.
La manera de brindar esta asistencia tiene múltiples formas. Puede ser montar un consultorio de bambú en un campo de refugiados para que las personas tengan acceso a un tratamiento médico simple, equipar servicios y formar equipos en hospitales, para brindar tratamiento a pacientes más complejos como los de una neonatología, o hasta coordinar la distribución de comida y elementos básicos de supervivencia, para aquellos que lo perdieron todo por la razón que sea. Distintas latitudes en las que, así como yo desde la enfermería, otros tantos profesionales trabajan bajo la adrenalina de la emergencia y abrazan, a la vez, lo humanitario del encuentro con personas.
La enfermería, dentro de estos profesionales, es la combinación justa entre la ciencia y la cercanía con el paciente. Y en mi caso, a lo largo de cada día y cada año de estudio y prácticas, y durante todo el tiempo de ejercicio como enfermera en un Servicio de Emergencias, confirmaron mi vocación en esta carrera. Pero también despertaron la curiosidad de conocer cómo era la asistencia humanitaria en el mundo.
Esta unión de adrenalina durante la emergencia y la humanidad del encuentro con una persona que “necesita ayuda”, para muchos profesionales de la salud, es un impulso que nos lleva a querer conocer cuál es nuestro lugar en la asistencia humanitaria. En la Argentina no hace falta buscar mucho para encontrar las grandes necesidades por las que pasan muchas personas: existen voluntariados de enfermería en el interior del país centrados en la atención de salud de niños con desnutrición, en controles prenatalesy también en hospitales en campañas de cirugía, para brindar acceso a esta especialidad.
¿Y en el mundo? Para la enfermería, definitivamente, no existen límites. Es una profesión que dentro de la ayuda humanitaria internacional cumple un rol absolutamente clave en todos los tipos de intervención que se llevan a cabo: desde la campaña de vacunación, la atención de víctimas múltiples en zonas de conflicto armado como enfermeros de emergencias, hasta la gestión de toda la actividad médica de un proyecto como coordinadores generales. A nivel internacional los enfermemos somos reconocidos y valorados por nuestra profesión, no solo en el cuidado directo del paciente, sino también en las habilidades de coordinación y gestión, gracias a que contamos con una visión integral de las actividades y con herramientas de gestión de los distintos servicios.
No importa el lugar o el rol que se ocupe en el ámbito de la asistencia humanitaria, estar frente personas con necesidades tan grandes nos lleva a tolerar las difíciles condiciones de vida que tenemos a diario. Uno se puede encontrar en zonas de conflicto, en los que la comida es distinta, lugares para dormir no siempre amables y, sin duda, largas horas de trabajo, pero todo esto no tiene importancia siempre y cuando la tarea valga la pena. Las necesidades de uno mismo pasan a estar en un segundo nivel, porque lo primero -y principal- fue, son y serán siempre los pacientes.