El muchacho de 22 años, está acusado de cometer un ilícito contra la propiedad privada. La aprehensión en el allanamiento nos marca un accionar que como sociedad debemos corregir.
El joven Pablo C.- ahora mayor de edad- tenía solo meses cuando fue abandonado por su madre junto a un hermano mellizo. Las autoridades municipales lo habrían encontrado en sendos cajones de manzanas. Los hermanos, junto a una hermana mayor, se criaron en la Casa del Niño Willian Morris y concurrieron a la Escuela Especial 501. La mujer debió recorrer un duro camino. Al superar la edad establecida debió salir del albergue y pocos meses después fue internada en un lugar para adolescente en Junin donde se escapó en varias oportunidades. La niñez de los hermanos a pesar de las contingencias vividas fue casi normal. Pablo era apasionado por cultivar la tierra. El chico con esfuerzo logró cultivar en un terreno diversas hortalizas y verduras que luego salía a vender puerta a puerta. El motivo era loable. En este sentido, Pablo y otros compañeros guardaban el dinero recaudado en una lata que usaban de alcancía y dejaban en la Escuela especial. El motivo del ahorro era muy loable y servía para pagar los gastos (helados, emparedados etc) que realizaban los alumnos cuando el establecimiento escolar salía de viaje de estudio. Los encargados del Hogar Municipal y los docentes pudieron dar contención a los niños durante años. La problemática comenzó a complicarse cuando Pablo superó la edad máxima y debió abandonar el lugar donde había sido cobijado. En ese momento perdió la contención y comenzó un camino que ahora nos debe llamar a la reflexión a una sociedad que en cierto aspectos también “abandona” su futuro. La pregunta es ¿Pablo tiene retorno? ¿Qué hacemos para que ello ocurra?.
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