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20/06/2003 |
Personaje: El monje rojo Quien se identifique con el personaje es pura coincidencia Los sucesivos gobiernos en nuestro país cargan su propia cruz y deben enfrentar cada jornada los problemas sociales y económicos derramados por un capitalismo salvaje que desembarcó en nuestras tierras de la mano de Carlos Menem. |
A través de la historia existen gobiernos (municipales, provinciales o nacionales) cuya gestión es puesta en peligro por los denominados monjes negros. Ejemplos hay muchos, como el caso del general Juan Domingo Perón cuando tuvo en su último gobierno al “cabo” Lopez Rega. Siguiendo esta línea histórica, Raúl Alfonsín lo puso en escena al “Coti” Nosiglia y así podríamos llenar un triste y célebre libro recordatorio. Colón no es una excepción a la regla. Entre sus personajes nos referiremos, en esta ocasión, al “monje rojo”, un individuo funesto que deambula en la política local. El autóctono tiene intervenciones en su gestión que son aciagas e inevitablemente se equivoca en sus apreciaciones. Como consecuencia de ello toda la ciudad termina pagando “sus gustos”. El monje rojo no tiene un nivel intelectual adecuado, nunca se preocupó en cultivarlo y lo mortifica que en su ya larga vida no pudo lograr algo por esfuerzo propio. El primer “trabajo serio” no lo ganó por concurso y debió pedir “ayuda política”. Su ascenso laboral debió ser muy lento. Cada uno de los superiores debió fallecer o jubilarse para que el monje rojo pudiera llegar a la “cima”. Su virtud es que es muy paciente. Por otro lado, la única oportunidad de sobresalir en la vida, es tener como profesión ser alcahuete de los políticos y así poder esforzadamente ascender detrás de las espaldas de los que tenían el voto popular. Jamás ganó una elección y si en el presente fuera candidato a intendente tendría el 2 por ciento de los sufragios. Su esfuerzo de preparación “política” se reduce a ensayar frente a los espejos de su vivienda, practicando en voz alta los discursos que daría en los actos que nunca llegarán. Lo máximo que compró en una librería fue un diccionario para instalar palabras difíciles en los debates y sus oponentes digan “que bien que habla”. Un estudio pormenorizado le da el uso de menos palabras que el más común de los mortales, con la sutil diferencia que siempre usa las mismas y espera ansioso para “ubicarlas”. Vivió de la política más de la mitad de su vida y además con ese dinero se dio algunos placeres que nunca hubiera alcanzado. Para estos monjes no existe una sola moralidad. El que engaña a su familia seguramente engañará a aquellos que lo votan, pero eso no le importa: él se piensa intelectualmente honesto. En la actualidad, a pesar de no lucirse por su capacidad de razonamiento, al menos le sirve para darse cuenta que si pierde las elecciones deberá volver a las oscuras y frías oficinas de su verdadero trabajo, porque no posee otro destino en su horizonte . En su pensamiento estará repiqueteando por estas horas cuantas cosas se perderá - entre ellas- gustos muy caros para el común de los mortales. El peligro es -tal como es esbozado en el día de hoy y que será ampliado- que existen personajes y alcahuetes a su alrededor que quieran ser más “papistas que el papa” y que ponen en peligro a muchos seguidores de los demás partidos políticos. La ciudadanía puede en septiembre cerrar definitivamente la historia de este tipo de personajes y que ocupe el trabajo para el que está capacitado. Con esto dejaría de dañar a la población, que se tuvo que hacer cargo de sus propias equivocaciones y de “bancarse sus gustos”. Es probable que se vaya porque nunca supo, sabe o sabrá usar el poder y este será su estigma para el resto de su vida. |