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06/06/2003
Tumberos

Los presos y sus vivencias


presos06 (9k image)Los presos están amontonados en calabozos inseguros y pestilentes. El lugar es húmedo y frío en invierno y una caldera en verano.


Los calabozos de las comisarías, deberían ser lugares de tránsito y en la actualidad son cárceles abarrotadas (Junín, San Nicolás) son “tumbas” permanentes para muchos detenidos.


El ministro de Seguridad Juan Pablo Cafiero entregó 200 mil pesos para agrandar los calabozos de las Comisarías de Pergamino. La medida favorecerá a nuestra ciudad que ya no tendrá que lidiar con presos de aquella ciudad remitidos a las celdas locales .


En el mismo sentido, basta recordar que en Colón, un preso acusado de homicidio estuvo más de seis meses ocupando un lugar inhabitable. La Constitución Nacional ni Provincial no se cumple.


Estos viejos edificios de las comisarías existentes en nuestra ciudad, Pergamino, Arrecifes, San Nicolás quedaron fuera de toda modernidad. En este sentido y a pesar de los delitos que se cometen, lo que menos se respeta en estos lugares, es la dignidad humana sean o no delincuentes antes que nada son personas.


En nuestra ciudad en los viejos calabozos construidos en 1928 y para no más de 10 personas, en un periodo del 2003, estuvieron alojados 23 presos, algunos de ellos de mediana peligrosidad. La vida diaria en esos calabozos reducidos, fríos en invierno y calurosos en verano es un suplicio tanto para los presos como para los policías que los deben cuidar.


Por otro lado, en los calabozos locales no escapa el preso que no tiene donde ir. En los últimos dos años se fugaron seis detenidos. Lo bueno es que todos fueron capturados nuevamente y hasta hubo un delincuente que se escapó solo para entregarse al Juez de Garantías Emilio José Aboud y llegar con su problemática hasta el magistrado.


Ante esto nadie se engañe. Es sabido que esta latente el peligro de una fuga masiva. El sentido común nos señala que las paredes no son las adecuadas y además el techo del calabozo principal tiene un enrejado de hierro de construcción, fácil para doblarlo o cortarlo y además por si fuera poco sin que los hierros estén debidamente empotrados en la pared.


Lo que no sabe


El Policía recibe instrucción sobre cómo luchar contra el delito, también cómo darle forma a un sumario, le enseñan a usar el arma, a recorrer calles y a utilizar la inteligencia como una forma de sumar potencial a la hora de descubrir criminales y ladrones.


El cuidar presos es, podría decirse, casi apenas una referencia en la docencia de las academias que dictan sus superiores cada tanto. Sin embargo el policía es colocado de cuidapresos, que no es lo suyo, sino de los integrantes del Servicio Penitenciario que saben hacerlo y estudian para hacerlo.


La misión es difícil, el policía de guardia debe luchar contra sujetos que están presos y tienen las 24 horas de todos los días de su condena, para planificar cómo escaparse o de cómo lograr ventajas para pasarla mejor.


Las anécdotas


Las anécdotas sobran. En el 2002 una mujer se acercó por calle 18, hasta el paredón de la comisaría y arrojó una bolsa hacia el interior. Averiguaciones posteriores determinaron que en su interior había cajas de vino tetrabrik. También la versión indicaba que el recado había ido a parar a un preso que había cobrado un plan Jefes de Hogar. También es casi probado que la fuga de tres presos en el 2001, fue facilitada a cambio de dinero por un agente que tendría una causa pendiente con la justicia por “trafico” de droga y que en poco tiempo más iban a echar de la fuerza policial. Estos dos ejemplos sirven para demostrar que los calabozos también son una fuente de corrupción.

En otro orden y ya hace algunos años, hubo una razzia muy grande en los bares periféricos de la ciudad. Los vecinos se quejaban por los gritos de los parroquianos a altas horas de la madrugada. En el operativo se llevaron a 25 personas que fueron a parar a un “único” calabozo. El verano era muy caluroso y ese sábado a las 10 de la mañana la temperatura alcanzaba los 33 grados.

El calabozo recibía todo el sol en uno de sus costados y los presos hacían 10 horas que estaban con “bastante” alcohol encima. La sed era insoportable y los gritos pidiendo agua se escuchaban desde calle 51. El resultado fue posterior. Por más de dos meses no se vieron parroquianos en los bares de la periferia. Todo el mundo tenía “miedo” de volver a estar un día en esos calabozos.

Testosterona


En otra ocasión trajeron un violador de Pergamino. El calabozo estaba lleno. Los detenidos además de las inclemencias del tiempo debieron cuidarse las 24 horas de la “testosterona” del hombre que seguramente tenía a niveles nunca visto.


Un joven que tenía enloquecido a un barrio fue apresado por la policía sospechado de haber realizado un asalto y encarcelado en el calabozo.


El violador rápidamente quiso someterlo a sus bajos instintos. El malvi-viente colonense -conocido por su ferocidad- comenzó a gritar desesperadamente. Los policías ingresaron al calabozo salvándolo del acoso del sátiro pergaminense, encontrando al asaltante local en medio de un ataque de pánico y llorando casi histéri-camente. La leyenda cuenta que al recobrar la libertad no volvió a reincidir en sus fechorías, hasta que no trasladaron al violador a una cárcel de la región.


Tumba


El calabozo de la comisaría es «La tumba» para el hampón que allí se aburre y prefiere la cárcel y el lugar en el que le gustaría estar siempre, aquel que cometió un hecho del tipo emocional o el que anduvo estafando y lo pescaron infraganti.

Los único que tienen de favorable los calabozos en las comisarías es que están cerca a los familiares. Ellos le alcanzan la comida y se da el hecho muchas veces casi inentendible que la esposa le lleva la comida a un sospechado de violar a una indefensa criatura. Por otro lado, para los detenidos locales la ración de las comidas (cena y almuerzo) es llevada desde un restaurante y es esperada como si fuera la “ultima cena” de un condenado a muerte.


Por otro lado, es sabido que los presos oriundos de Pergamino son proclives a causar “revueltas” para ser trasladados y estar cerca de los familiares. La vida en los calabozos es muy dura y todos al salir prometen regenerarse. Pero es como el “cigarrillo” sin fuerza de voluntad, siempre se vuelve a caer.


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