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03/04/2003 |
Una problemática creciente Los perros cimarrones atacan El perro cimarrón va tomando los mismos instintos que su antecesor el lobo. En Colón existen bandas de perros cimarrones que atacan el ganado de las chacras. |
En un caso reciente un joven matrimonio se propuso explotar una pequeña parcela de campo. Entre los animales que adquirieron se encontraban varias ovejas. La unidad productiva se encontraba a unos 5 kilómetros de la Ruta 8 y la prolongación de boulevard 50. Antes de llegar la noche una decena de perros cimarrones atacó los animales que estaban en el corral y mataron a por lo menos dos ovejas, causando heridas de consideración a las demás. Los ataques se reproducen contra aves de corral y en varias ocasiones atacaron vacunos clasificados como terneros, vaquillonas y novillitos. Esto último se realizaron en explotaciones rurales en cercanías de el basural municipal. Los productores consultados señalaron que deben usar habitualmente armas de fuego para lograr que dejen el lugar. En el agravamiento de la problemática se debe tener en cuenta dos cosas. Las autoridades municipales deberán determinar que se hace con los perros cimarrones dado que los entendidos en la materia indican que no son reducables. Basta recordar que existe una ordenanza especifica que prohíbe la matanza eutanásica de los canes. Por ejemplo, en Cuba se alzaron en los montes y muy pronto unos 100.000 perros cimarrones, salvajes como lobos, atacaron y diezmaron el ganado, tal como ocurriría más tarde en nuestra pampa. Pronto los perros domésticos comenzaron a multiplicarse en las poblaciones, incluidas las tolderías. Los aborígenes los adoptaron olvidando su trágico pasado en el que habían sido cebados con su propia carne, y empezaron a servirse de ellos para la caza, la guarda y hasta como alimento en casos extremos. El autor argentino que se ocupa mas extensamente de ellos fue E. S. Zeballos en su libro «Viaje al país de los Araucanos»: «...Durante la marcha no cesaban en aparecer en cuadrillas al flanco del monte, acechándonos con ojos brillantes y un aspecto tal que pudieran pintarse como emblemas del hambre. Nos seguían con la vista, con la lengua afuera, fatigados y hasta rabiosos. Los mas osados se deslizaban entre los altos pastizales y aparecían de repente entre nosotros mismos. ....se alimentan de gamas cuya carrera aventajan, y de avestruces cuyas gambetas anulan acosados por el hambre; pero la gama y el avestruz escasean, las privaciones aumentan y con ello su furor. Por eso los perros cimarrones acechan al viajero y son un peligro que no se debe menospreciar». El doctor Ángel Cabrera, uno de los autores que más se ha preocupado en este siglo de los perros cimarrones, dio a conocer una carta que Justo P. Sáenz (h.) le dirigía en 1930 a su pedido, donde éste le resume los conocimientos que sobre esos animales le trasmitieron sus mayores y algunos gauchos viejos. Sáenz escribe: «El perro cimarrón no ladraba nunca. Aullaba solamente y con mucha frecuencia; era característica su gritería en las noches cálidas y tormentosas. Tampoco meneaba la cola como signo amistoso, o si lo hacía, era esto poco visible».
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