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02/04/2003
DISCURSO DE INAUGURACION DE SESIONES ORDINARIAS

Honorable Concejo Deliberante


hcd-1-4_6 (8k image)Señor presidente del Honorable Concejo Deliberante, señoras y señores concejales, señorita presidente del Consejo Escolar, consejeros escolares, autoridades presentes, señores periodistas, convecinos:


1° de abril de 2003


Con inmensa satisfacción venimos a este recinto, convocados por este ritual de la democracia, para dejar inaugurado un nuevo período de sesiones ordinarias de este Honorable Cuerpo.


Precisamente una semana atrás se conmemoraba el vigésimo séptimo aniversario del golpe de Estado que abrió las puertas a la dictadura más tenebrosa de la que tenga memoria la historia del país. Por eso, -por el recuerdo del horror-, una vez más celebramos con júbilo la vigencia de las instituciones republicanas, porque es solamente en democracia donde los pueblos encuentran los mecanismos para debatir las condiciones de su progreso.


Este mismo recinto ha sido escenario repetido de encuentros y desencuentros, producto de la pasión de los señores concejales, los de ahora y los de antes, que han expuesto siempre su fervor al momento de discutir los temas que hacen a la vida de la ciudad.


Esa pasión es también la nuestra, cada uno con su estilo o con sus formas, conscientes de la responsabilidad que nos ha otorgado el pueblo a quienes somos hoy los encargados de conducir sus destinos. Por eso me siento en la obligación de agradecer públicamente a los ediles de todas las bancadas, ya que cada uno a su manera, a lo largo de todo el año pasado, trabajó en pos de esta
premisa compartida.


Han transcurrido tan sólo doce meses desde el momento en que aquí mismo concretábamos esta misma ceremonia. De más estaría decirlo, pero corresponde señalar que no han sido tiempos sencillos, pero con innegable satisfacción podemos afirmar que hemos superado el mal momento que tuvo su pico más alto en las explosivas circunstancias que se vivieron en nuestra ciudad entre el 19 y el 20 de diciembre de 2001, a pocos días de que nos tocara asumir la enorme responsabilidad de desenvolvernos al frente de la Municipalidad de Colón.


El momento del país se mostraba crucial; la inestabilidad política era el corolario paralelo a la debacle económica que ponía en serio riesgo la continuidad de la vida normal en la Argentina. Colón -ya se sabe no es una isla, y hasta nosotros llegaron los coletazos de esa crisis inédita.


Con ese contexto ineludible, nuestro principal objetivo estuvo apuntado, antes que nada, a contribuir a la pacificación de la comunidad. Recordemos por un instante la gravedad de los hechos vividos, para mensurar la importancia de la necesidad de ayudar a suturar las heridas abiertas en el tejido social.


Esto no es historia lejana, ocurrió tan solo un año atrás. Con firmeza empuñamos el timón, entendiendo lo delicado de la etapa y privilegiando el consenso como base para la toma de decisiones; abiertos y respetuosos. Sin creernos dueños exclusivos de la razón, escuchamos a quienes tenían algo para decir, fijando como único norte el bien común.


Una de las claves centrales de esta administración estuvo dada por la participación que supimos generar, y a la que se sumaron gustosos distintos estamentos de la vida comunitaria.


Las instituciones estuvieron presentes, para plasmar su valioso aporte, el que entregaron con la generosidad de sus representantes, dispuestos a colaborar no con un intendente circunstancial, sino con la causa siempre permanente del desarrollo de la ciudad.


No hicimos política partidaria, y nuestros adversarios supieron también de nuestra vocación pluralista y democrática. Juntos hemos avanzado, porque si algo caracterizó al año que dejamos atrás es el intenso trabajo que hemos volcado para superar la profundidad de una crisis sin antecedentes.


Hemos construido una óptima relación entre el Municipio, las entidades representativas y los convecinos, como premisa fundamental para el crecimiento sostenido de todos los segmentos comunitarios. Sin delegar responsabilidades y sin imponer la autoridad de manera arbitraria.

En las palabras y en los hechos, respetamos a las instituciones como instrumentos idóneos de la representación ciudadana, como pilares básicos del desarrollo de la ciudad.


Hemos trabajado, con energía y convicción; y los resultados están a la vista. No enumeraremos aquí por innecesario el alto cúmulo de obras concretadas. Obras que seguramente no brillan, pero que resultan de indudable beneficio para la gente.


Es que la ciudad se nutre de hechos sencillos, de una interminable sucesión de pequeños logros, como el camino que se concreta sumando paso tras paso; sin desbordes ni alharacas; con la inmensa humildad del trabajo cotidiano, que se produce con la convicción de la utilidad concreta, con la certeza de que hay colonenses de carne y hueso que sabrán valorarla en su justa medida, aunque no encierren la magnificencia de las obras a las que se podía aspirar en tiempos ya definitivamente pretéritos.


Con la austeridad que imponen las actuales condiciones globales, privilegiamos los trabajos que realmente había que hacer, atendiendo no al lucimiento sino a la necesidad.


Para entender adecuadamente lo que significa gobernar en los actuales momentos los destinos de la ciudad no se puede soslayar la incidencia que ejerce la situación económica general, con el tremendo
porcentaje de desocupados y subocupados que corroe los cimientos de la sociedad, y paralelamente los elevados números del déficit habitacional.


Por respeto a quienes sufren esta agobiante realidad, no hay espacio para las promesas facilistas, los discursos demagógicos o el pensamiento mágico.


Junto a Evita, creemos que donde existe una necesidad, hay un derecho: en un año duplicamos el número de familias asistidas en Acción Social.


Con convicción sostuvimos una política de inclusión social.


Pusimos en marcha un horno de ladrillos, para entregar estos materiales a cambio de horas trabajadas, porque ayudamos a la dignidad de los necesitados, que en muchos casos no quieren regalos sino oportunidades.


Porque alejados de las prácticas prebendarias de repartir alegremente los bienes que son de todos, valorizamos la cultura del trabajo, ya que el esfuerzo personal le otorga sustancia a lo obtenido.


También se montó una carpintería en Acción Social, para colaborar con aquellos vecinos que necesitan complementar sus viviendas, logrando reducir considerablemente el costo de los productos.

Aunque a veces no resulte simpático, pedimos horas de trabajo a cambio de los bienes que se entregan, porque nuestra obligación no es cosechar fáciles adhesiones, sino administrar con responsabilidad.


Y lo hacemos con absoluto respeto tanto por las personas necesitadas como por los contribuyentes que pagan sus tasas, dinero que pasa a ser de todos y que es obligatorio administrar con seriedad, sin demagogia.


No caímos ni caeremos en la tentación del mero asistencialismo, entendido como el reparto irresponsable de los fondos del Estado; prácticas del pasado que una sociedad madura condena con toda energía.


Ante las demandas de los necesitados no se puede reaccionar con la alegre rebatiña del peculio colectivo, sino que hemos respondido con la criteriosa sensibilidad consistente en ayudar y contener, reforzando los servicios para atender los acuciantes requerimientos que la situación económica nos impone.

En este marco contextual, no podía menos que trepar la demanda hospitalaria, la que hemos cubierto en forma altamente satisfactoria.


En medio de la espiral inflacionaria, los medicamentos e insumos duplicaron o triplicaron sus precios. Sin embargo, desde el primer día, y tal como lo seguiremos haciendo, hemos sostenido la atención de la salud, con el apoyo invalorable de todo el personal, al que le estamos sinceramente agradecidos.


Además de las permanentes refacciones en todos los sectores del edificio, este año concretaremos el Plan Director del Hospital Municipal, que consiste en una primera etapa en modificar el ingreso a la Guardia por calle 51, para optimizar la prestación del servicio.

Tanto en el Hospital como en el Hogar de Ancianos sentimos la grata
obligación de subrayar la colaboración siempre generosa de sus comisiones cooperadoras, apoyos insustituibles de nuestra labor.


A lo largo de este año, pusimos especial empeño en mejorar las condiciones de funcionamiento de las unidades sanitarias, ratificando en los hechos lo que es nuestra política sanitaria, que apunta antes
que nada a la prevención.


En este mismo sentido se inscribe el Programa de Evaluación de Nutrición Infantil, recientemente implementado por la Dirección de Salud, para supervisar minuciosamente las condiciones de crecimiento de la población infantil comprendida entre un año y dos años y medio.


También pusimos el acento en la educación. Con la colaboración del Consejo Escolar, hemos lanzado el Programa Educares, que tan buenos comentarios ha provocado en al comunidad educativa con motivo del comienzo de las clases.


Hemos provisto a todos lo chicos necesitados de útiles, guardapolvos, zapatillas, conjuntos deportivos, mochilas, etc. Recogiendo la experiencia de lo que habíamos hecho el año pasado en forma menos orgánica, ahora pudimos montar todo un aparato de ayuda integral, del que estamos orgullosos. Porque educar es igualdad de oportunidades; es apostar al futuro; es creer en nosotros mismos, y básicamente educar es justicia social.


Las huertas comunitarias que impulsamos con merecido empeño aprovisionan a los comedores escolares, al tiempo que constantemente nos ocupamos de las necesidades edilicias de nuestros establecimientos educativos.


En otro aspecto, como nunca antes en la historia de la ciudad, la Municipalidad se involucró en materia de seguridad, frente al grave flagelo que hoy azota a la Argentina. Se creó el Cuerpo de Agentes Preventivos Comunitarios, se duplicó el plantel de inspectores municipales, se creó el Juzgado de Faltas, se dotó de personal civil a la Comisaria y se consiguió que los fiscales del Departamento Judicial
atiendan en nuestra ciudad.


Sin falsa modestia, podemos asegurar que nunca antes se había hecho tanto. Esta satisfacción no nos impide reconocer que tan compleja problemática no se resolverá solamente con nuestra voluntad, pero estamos decididos a mantener el mismo empeño que hemos puesto hasta ahora, porque sigue existiendo el legítimo reclamo de la gente, y todos aspiramos a vivir en una ciudad más segura.


Nuestra gestión produjo un notorio recorte en los gastos, sin que ello resintiera en nada la correcta prestación de los servicios esenciales.


Con mucho menor gasto, la ciudad sigue luciendo hermosa; se conservan impecables los paseos públicos y se mantienen con gran esfuerzo los caminos rurales. La presente cosecha, nuestra principal
riqueza, pudo ser transportada sin dificultades.


Gestión y participación han sido los ejes básicos de este año en la Municipalidad. Ha transcurrido tan solo un año, y parece mucho más, por todo lo que se ha hecho, y por todo lo conseguido.


En medio de la crisis económica que no amerita nuevos comentarios, cerramos el 2002 un ejercicio financiero que nos llena de satisfacción, porque ha sido el más exitoso de la historia de la ciudad.


Semejante logro fue obtenido no en las tranquilas aguas de la bonanza, sino que fue construido en medio de las llamas que amenazaban consumir a la Argentina. Para ello se requirió gestión; capacidad y dedicación.

No ha sido fácil, pero estamos orgullosos de los resultados. A las dificultades les opusimos esfuerzo, y aquí quiero dedicar mi profundo agradecimiento a todo mi equipo de colaboradores que entendiendo la responsabilidad que nos asiste no escatimó su apoyo a la gestión de gobierno.


En este primer año hubo que administrar la gran empresa social que es el Municipio, y lo hicimos con criterio. Los halagüeños resultados están a la vista.


Esto nos permitió generar las condiciones para encarar ahora las obras de infraestructura que hacen concretamente al desarrollo armónico de la ciudad. Ya lo hemos anticipado: el 2003 será en Colón el año de las obras de carácter social.


Sinceramente, es tanto lo que planeamos concretar que casi no nos contenta lo mucho que ya hemos hecho.


Señores concejales: Venimos hoy a este Honorable recinto con la pretensión de transmitir nuestro optimismo, que no surge de desconocer los condicionantes que la hora nos impone, sino de confiar en las fuerzas esenciales de los colonenses, que reiteramos una vez más nuestra vocación de desarrollarnos individual y colectivamente en una ciudad que por mil aspectos nos envuelve en legítimo orgullo.



Con la íntima certeza de saberme acompañado en este camino por todos los concejales, aún en las discrepancias y los disensos, es que tengo el honor de dejar inaugurado un nuevo período de sesiones
ordinarias del Honorable Concejo Deliberante, en la certeza de que habremos de trabajar arduamente a favor de todos los habitantes de Colón.


Nada más. Muchas gracias.


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