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06/02/2003 |
Escribe Marta Spagnuolo Telefónica. Viva España ¡ y olé! La notable escritora colonense describe con crudeza el servicio que presta Telefónica Argentina en nuestra zona y las peripecias que deben pasar los usuarios por reclamos o pedidos de mejor prestación. |
¿Vio cómo nos está verdugueando Telefónica? Después de las millonadas que se llevaron para la Madre Patria durante la farra riojana, ahora colectan chauchas y palitos. Entonces se desquitan con los usuarios, siempre últimos en la ley del gallinero. Cuando desembarcaron de los aviones fueron benévolos con nosotros , como Cristóbal Colón con los indios de la isla Guanahaní cuando llegó en la Santa María. Y como para no. Eufóricos porque entrábamos al “primer mundo”, aceptamos todas sus exigencias. Les compramos los aparatos y hasta contratamos un servicio inútil a “elegir” entre tres, con tal de conseguir línea. Después supimos que Colón, por más que honre el nombre del Gran Almirante, era la finisterre de este “primer mundo” y no merecía el gasto superfluo de instalarle una oficina local. Pero podíamos marcar el 112, y escuchar amables voces de operadores que, anunciándose por sus nombres de pila, nos informaban desde otros sitios del país, durante las 24 horas. Luego el horario se redujo a turnos diurnos y las voces comenzaron a agriarse. Pero la línea dura empezó a principios de octubre de 2002. Hasta entonces teníamos tres interesantes planes de descuento para llamadas interurbanas e internacionales. En septiembre nos comunicaron por folleto que a partir del 1 de octubre “gozaríamos” de dos planes nuevos, mucho más desventajosos, sin aclararnos si los tres anteriores caducaban o no. Por lo tanto, quienes necesitamos telefonear con frecuencia a otras ciudades del país o al exterior, comenzamos a llamar al 112, que, supuestamente, seguía siendo el “Servicio de Informaciones”. Por mi parte, en el transcurso de un mes, recibí seis (6) informaciones contradictorias: 1) Comienzos de octubre 2002: se suprimían los tres antiguos planes y regían dos nuevos (Uno de éstos, el “Onda Verde”, ofrecía hablar sábados y domingos hasta 20 minutos pagando sólo 10). Durante octubre, lo usé. 2) Fines de octubre 2002: corrió en Colón el rumor de que ya no habría descuentos. El 22 de octubre, a las 18.45, Juan (operador) lo confirmó: para Colón ningún plan, por ser “zona de bajo consumo. (Gran susto) 3) Por si las moscas, el mismo día a las 19, reiteré mi consulta al 112: Florencia (operadora) dijo lo contrario: seguíamos contando con los descuentos (Gran alivio) 4) Antes decortar, le comenté a Florencia lo informado por Juan hacía 15 minutos. Ella consultó con alguien y afirmó que Juan tenía razón: zona de bajo consumo, no más descuentos (Nuevo susto). 5) El 23 de octubre: una persona que también había hecho muchas llamadas confiando en los planes, acudió, alarmada al 112: se le informó que el derecho a usarlos no dependía de la zona sino del consumo de la línea privada del cliente. (Suspenso). 6) 14 de noviembre 2002, hora 16: al recibir la factura del anterior período, vi que se me habían hecho los descuentos. Llamé al 112 para saber si se trataba de un feliz error, o si los beneficios continuarían. Atendió de nuevo Florencia. Antes de ir a este tema, solicité POR TERCERA VEZ, que no se me cobrara por un servicio que aparecía en las facturas como “llamada en espera”, que jamás usé. (Mi segundo reclamo databa del 10 de mayo de 2002, había sido registrado bajo el número 99042f03088, pero me lo seguían cobrando) Para reiterar ese pedido, Florencia me derivó a Valeria, de Lomas de Zamora. La conversación empezó bien y registró mi tercer reclamo. Pero cuando quise saber este asunto de los planes, casi no me permitió abrir la boca: ella era la encargada de informarme y yo debía limitarme a escuchar. Me “informó” que sí, que yo contaba con los nuevos planes, pero desde el 22 de octubre (???). Le dije que no, que los había gozado durante todo el mes, ya que una llamada internacional, del 6 de octubre, figuraba con descuento. ¡ Para qué! Ahí a Valeria se le volaron los patos. Me ordenó callarme “para abreviar” (sic). Insistí en que, “por favor”, me diera una información exacta. Con agresividad impresionante, declaró que no podía perder tiempo, que tenía mucha gente que atender. Le dije que yo también era un cliente y que debía satisfacerme. Volvió a negarse, volví a protestar y Valeria lo solucionó rápido: pegó unos cuantos gritos y cortó. Averigüé, siempre en el 112, a quién dirigirme para presentar una queja formal. Me dieron el número de fax 0800-3330329. El 15 de noviembre envié el fax exponiendo el caso y exigiendo una disculpa personal de Valeria, con el compromiso de aceptarla, y , al mismo tiempo, una información definitiva por parte de los empleados a quienes, con nuestro dinero, se les paga justamente para informar. Pedí que me respondieran por E-mail si el fax habría llegado al destino adecuado o tenía que dirigirme a otra dirección. ¡Pero qué ingenuidad! ¿A quién se le puede ocurrir que para Telefónica los usuarios somos gente?. Jamás recibí disculpa ni mail alguno. Un caso de puntualidad Un abogado de Colón estuvo con su teléfono descompuesto un número considerable de días. Reclamó al 112 sin éxito. Viajó a la oficina de Pergamino y expuso el reclamo, que no fue atendido. Mandó carta documento alegando el perjuicio que ello significaba para su trabajo, pero no obtuvo respuesta. Después de un segundo viaje a Pergamino, consiguió que un empleado le prometiera que al día siguiente se lo arreglarían. Le hizo escribir en un papel en qué horario debía presentarse el técnico en reparaciones, quien no viene de Marte sino que vive en Colón. El abogado anotó: de 8 a 12.30, o de 15 a 20 (porque trabaja tanto, que necesita al menos una corta siesta). Al otro día apareció el empleado, y , al encontrar cerrado el bufete, tocó el timbre de la casa del cliente. Eran exactamente las dos de la tarde. Viveza criolla Cuando sí se muestra diligente Telefónica es a la hora de cobrar. Mejor dicho, implacable: costos astronómicos sólo por el derecho a la línea, impuestos a su gusto y multas usurarias para aquellos que pasan por un solo día el término de pago. Esto nos hace reflexionar en el extraño vínculo amor-odio que, por causas históricas, une a argentinos y españoles. Durante la Colonia, fueron nuestros venerables amos, se llevaron todo lo que quisieron y nos dejaron los curas. La Revolución de Mayo los convirtió en “esos tigres sedientos de sangre” y nos los queríamos comer crudos. Belgrano, que estudió de abogado en España, ayudó bastante. San Martín los liquidó durante la Guerra de la Independencia con técnicas aprendidas en los ejércitos españoles. Cuando por fin fuimos ricos y ellos pobres, recibimos miles de inmigrantes hambrientos, que aquí prosperaron. Para el Centenario llegó la reconciliación y con ella la infanta Isabel, una segundona de la casa real que agasajamos como a la reina Saba. Después de l936 acogimos como a duques a los exiliados vencidos en la Guerra Civil. Pero a los intelectuales les duró poco la buena suerte: vino Perón y los echó de las universidades a alpargatazos. Cuando cayó, Franco le devolvió ése y otros favores alojándolo en Puerta de Hierro. Muerto el Generalísimo, España protegió a los exiliados del Proceso, mientras Perón alentaba desde allá la guerrilla montonera. Ya en democracia nos visitaron los Reyes, y a doña Sofía le robamos la capa. Pero la pagamos cara durante el menemato, cuando ellos se alzaron con nuestras editoriales independientes, gloria de la literatura en lengua hispana. Para compensar el despojo cultural, en l998 Duhalde les permitió (mediante “resolución” inconstitucional, por supuesto) inundarnos la provincia de bingos y máquinas tragamonedas cuyas comercializadoras _Codere y Cirsa- están sospechadas de contrabando, evasión impositiva, vinculación con la mafia italiana y el Cartel de Cali, y manejo de dinero del narcotráfico. Ahora que los ricos son ellos, amplían el derecho a la ciudadanía para hijos de españoles. Aznar nos tiene lástima y nos envió una ayudita humanitaria muy bien publicitada. Los catalanes, siempre ahorrativos y desconfiados, no se arriesgan a mandarnos plata. Saben que, lo agarramos, va a parar al hoyo. Así que andan recolectando compatriotas para llevárselos de vuelta. La TV española llora a lo cocodrilo por nuestros chicos desnutridos. Entre tanto, Telefónica nos tiene bailando el pasodoble. Y nosotros.... Nosotros nos divertimos con los cuentos de “gallegos”. ¡Pardiez! ¡Cuán zopencos son, los cuitados! Lo que es a mí, al próximo que me venga a contar un cuento de gallegos, le retuerzo el pescuezo y me lo como a la paella. |