Santiaguito, una huerta y el sueño de volver a su país A partir de 1955, (y antes también) y desde el ex Presidente (golpe militar) Pedro Eugenio Aram-buro, hasta nuestro días siempre la derecha tomó medidas políticas, sociales y económicas para aniquilar los sueños y empobrecer a las clases trabajadoras.
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Contaremos una historia real y en singular que con diferentes matices representa a millones de argentinos. Santiaguito, era yugoslavo. La pobreza en su país después de la gran guerra lo llevó a recalar en el puerto de Buenos Aires. Un paisano lo trasladó en tren con su pequeña valija de cartón duro color marrón a nuestra ciudad y en una vieja camioneta Ford, color verde, a una estancia ubicada en los lindes del partido de Colón. Siempre tuvo la misma tarea. Los propietarios lo encomendaron como encargado de una huerta de dos hectáreas. Solo tenía ascendencia sobre el arado de una reja, la asada y un viejo caballo, pelaje ruano. Apenas se hizo cargo construyó con su asada canales que regaban hasta el último plantin. Muy pronto floreció un vergel. El pequeño oasis con el correr de los meses tenía zapallos, calabazas, acelga, lechugas, sandías y melones. El que llegaba podía pedir una amplia variedad de vegetales y frutas. Con el tiempo crecieron planta de duraznos, ciruelos, guindas, membrillos. Trabajó muy duro. La producción en parte era llevada a distinguidas familias de la exclusiva avenida Alvear. Una vida cargada de estrecheses
Su vida había cambiado. Soñaba con la vuelta a su tierra y llevar bienestar a su familia. Dormía en una solitaria pieza en el pabellón de los obreros. Cada mediodía y cada anochecer caminaba cien metros provisto de una olla de lata, al cual sostenía por una pequeña manija. Siempre que andaba por pequeños caminos llevaba en su boca su inseparable pipa de madera artesanal. Buscaba su almuerzo o su cena en la cocina general y regresaba a comer solo en una pequeña mesa de madera y una silla con asiento de paja. Su día de fiesta era los domingos cuando se realizaba un gran asado general donde buscaba siempre porciones de costillas vacunas. Nunca olvido sus orígenes. Un día con una vieja máquina que me regaló mi padre, le saque una foto en blanco y negro. Se encontraba trabajando en la quinta. Estaba sentado en un arado de una sola reja, tirado por un viejo caballo. Sus familiares en el lejano país, recibieron su carta y pudieron ver su cara después de décadas de ausencia. El único viaje que hacía era a nuestra ciudad. Siempre a principio de mes. Se cortaba el cabello, visitaba a un paisano, y depositaba el dinero en la caja de ahorro de un Banco. Los domingos se lo veía caminar por un gran parque de setenta hectáreas acomodando sus plantas en un jardín francés. Tenía una pequeña radio Spika, forrada de cuero marrón, y que había adquirido en un comercio local. En esa jornada escuchaba radio, y a su querido Ferro. Un día le pregunte porque simpatizaba con este equipo. Me contestó "Mío Ferro… casi no tiene hinchas". Su hobbie era fabricar con pequeñas maderas que prolijamente calaba con su pequeño cuchillo, un rompecabezas que se lo regalaba a los chicos. El que recibía la ofrenda ya cansado de no poder resolver el enigma, concurría a la huerta y le preguntaba como se llegaba al final del juego de inteligencia. En pocos segundos lo armaba y quedamos estupefactos. Siempre nos decía "Hay que pensar y tener paciencia". En 1975, el Rodrigazo le llevó todo el dinero ahorrado y sus sueños de regreso a su país. Volvió a empezar… quería volver. En 1989, nuevamente la hiperinflación le comió sus ahorros. Años después, se jubiló y finalmente con la ayuda de algunas personas logró volver a su patria. Lo último que se conoció es a pocos meses de su llegada falleció al ver a su país partido en mil pedazos. Ya no se quien me contó, que se sentaba cerca de la casa familiar y lloraba amargamente en medio de una guerra que se llevaba todo a su alrededor. La disolución de Yugoslavia ocurrió entre el 25 de junio de 1991 y el 5 de junio de 2006, y condujeron a ésta disolución y a la formación de seis nuevas repúblicas soberanas (Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia). El enfrentamiento bélico se llevó la vida de Santiaguito junto a ciento de miles de compatriotas. El neoliberalismo y el capitalismo salvaje de una u otra forma se lleva la vida de los Santiaguitos. A algunos les quitan sus ahorros, a otros le venden armas, y a la mayoría nos sacan parte de nuestros sueños y nuestras vidas. No dejemos que pase más. *Por Víctor Calvigioni
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