El viejo hotel
Los hombres con saco y corbata en la sobremesa y las mujeres, con auténticos trajes de baño, cuidando en la orilla a chicos que hoy pasan los 70 años. Las canastas de mimbre en la arena, la vajilla de porcelana en el comedor y el viento moviendo el agua de la laguna en donde el plumaje rosado de los flamencos era otro adorno natural para la mirada de los pasajeros. Elegancia por sobre la que avanzó el tiempo con décadas que dejaron atrás los años 30. Pero vinieron otras épocas, que también trajeron recuerdos como los que sig-naron la moda de los 60 y el paso por los 70. Hasta que un día aquel viento movió otras aguas alimentadas por 300 milímetros de lluvia y la isla comenzó a desaparecer para que el balneario y su hotel quedaran sólo en el recuerdo y en la visión de los pobladores que hoy observan desde la orilla el viejo edificio del Hotel Balneario, acosado por esa inundación de marzo de 1975 que nunca volvió a irse. La estructura derruida del viejo Hotel Balneario es lo único que se divisa de la turística isla de la laguna de Melincué.
Carruajes y orquesta
Allí, adonde la gente llegaba con carruajes y sus empleados para pasar el fin de semana en una de las 34 habitaciones. El comedor con orquesta, la playa con casillas de madera y que, con el tiempo, llegó a tener estación de servicio, usina, pista de aterrizaje, una cancha para carreras cua-dreras, bowling, muebles provenzales y un piano de cola para quien se animase con algún acorde. Una pasarela de 1500 metros, hecha con palos de quebracho, permitía a los automóviles llegar hasta el balneario. Y por allí se asomaban vehículos con familias que venían desde Rufino, Venado Tuerto, Casilda y hasta Rosario. Hoy el agua pasa por arriba del camino y sólo permite acercarse hasta la vieja estructura a hombres embarcados que, al llegar allí, se encuentran con que las habitaciones y el salón principal se convirtieron en un gigantesco palomar. El Hotel Balneario sufrió la primera inundación en 1941 y permaneció cerrado hasta 1961. Allí comenzó otra etapa. En 1967 se inauguró el Club Náutico y y la isla era visitada por multitudes. Ya estaba en manos de la provincia cuando, en 1971, Esther Taconi la última concesionaria recuerda, hasta que se aproximó el final. "No paraba de llover, la ruta 90 ya se había cortado y el camino hacia la isla también se inundaba. Cargamos lo que pudimos y cruzamos hasta el pueblo. Nunca más volvimos. Allí quedaron camas, heladeras, muebles y colchones que se arruinaron. Pero también recuerdo cuando venían importantes personas, como abogados, industriales y estancieros. Familias como los Correa o don Roque Vasalli."
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