Estrella política del momento, Vidal no solo demostró que la estructura del peronismo bonaerense ya no puede ganar una elección cuando el candidato no es el adecuado, también le dio a Mauricio Macri buena parte del impulso que le permitió emerger de una derrota ajustada en las urnas con un triunfo político que modificó el clima de opinión que campeaba antes de las elecciones, además de entregarle una de las llaves para un eventual acuerdo político con Sergio Massa. La gobernadora electa lo fue con 400 mil votos más que Macri, lo que le permite liderar una coalición que controlará el Ejecutivo provincial y el de 64 intendencias de 135, entre ellas las de todas las todas las ciudades grandes del interior, más algunas que sirven para mellar el predominio del PJ en el Conurbano. En interbloque con el radicalismo y la Coalición Cívica funcionará como primera minoría en el Senado (que presidirá un aliado, por lo que tendrá el desempate a favor) y será segunda minoría en Diputados. Es evidente que es una base de poder importante, pero aún así Vidal está obligada a negociar, en principio internamente, con la UCR, que controlará 33 intendencias desde el 10 de diciembre y diputados y senadores sin los cuales los interbloques que se conformarán en la Legislatura se verán disminuidos. Y también con la CC, a la que al menos en un primer momento no podrá dejar de lado, si no quiere irritar a una aliada con tanto poder de fuego verbal como Elisa Carrió. Los primeros pasos en la conformación del gabinete dan cuenta de esa naturaleza aliancista, pero también que PRO es el corazón del nuevo gobierno: retendrá los ministerios clave, mientras que hasta ahora al radicalismo apenas le insinuaron la posibilidad de controlar una cartera (salud), igual que a la CC (Desarrollo). Las precisiones, de todos modos, son aún precarias: si Macri triunfa el 22 de noviembre, los nombres puede cambiar debido a que algunos designados para provincia pueden migrar a Nación. Y si pierde, puede ocurrir lo inverso. La otra negociación sería "externa": el massismo ya mandó a decir que podría colaborar con la "gobernabilidad" en la provincia, aunque no cogobernará. Traducido: podría haber un pacto legislativo, aunque difícilmente haya renovadores en el Ejecutivo. Una primera consecuencia sería que se habilitaría la competencia por controlar la cámara Baja, en un escenario tan verosímil que ya se baraja el nombre de un PRO para la presidencia y de un massista para la vicepresidencia. También volcarían el equilibrio en el senado. Hay, además, una zona gris que los operadores de ambos campamentos ya exploran: los organismos de control, en su mayoría hoy en manos del radicalismo, en virtud de la tradición provincial, que Daniel Scioli no rompió, de que por su naturaleza deben ser manejados por la oposición. Pero ahora, el radicalismo será oficialismo. ¿Podrían ser esos organismos, entonces, parte de un "pago" al massismo? No hay definiciones concretas, todavía, tampoco en este punto. Obviamente, la contraprestación de ese acuerdo sería nacional. La razón no es ningún misterio: Sergio Massa obtuvo en la provincia poco más de 2 millones de votos, 800 mil de la primera sección (norte y oeste del conurbano) y 686 mil de la tercera (centro y sur), vitales para Macri en la carrera por imponerse a Scioli el 22 de noviembre. En vistas de lo que ocurrió en Mendoza, Santa Fe, Capital y Entre Ríos, esos votos valen doble, porque son la esperanza más firme para el gobernador bonaerense de perforar su techo".
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