En el centro de la pampa húmeda de lo que se denominaba orgullosamente el granero del mundo, había establecimientos rurales que tenían decenas de miles de hectáreas de extensión. En la cima se encontraba el latifundio "San Jacinto" propiedad de los Alzaga-Unzue, con casi 80 mil hectáreas. En estas grandes estancias los encargados recorrían el estado de una inmensa producción diversificada en vehículos como los antiguos Ford A, las "duras" Estancieras, los "interminables" Rastrojeros o las modernas camionetas que empezaron su apogeo a los finales de la década de los sesenta. El inconveniente para realizar una rápida tarea era que cada establecimiento agropecuario podía tener entre 70 a 130 lotes, y cada uno de ellos disponía de una tranquera de ingreso, asegurada con cadena y candado. El recorrido era como un interminable laberinto, apenas marcado por un camino de dos huellas. Los encargados en ganadería o agricultura para observar como estaba el ganado porcino, ovino, o bovino, o ver como "pintaba" el trigo o maíz (la soja se conoció en nuestra zona a fines de los sesenta y fue traída de Brasil) debían atravesar decenas de lotes y para esta tarea estaba el "ayudante" o "Abridor de tranqueras". El joven se encargaba cada mañana de poner a punto el vehículo asignado. Con responsabilidad debía revisar el agua de los radiadores, el aceite del motor y la carga de nafta o gas-oil antes de iniciar la tarea. Cada casco de las estancias contaba con surtidores y despachantes. Poco después se dirigía al escritorio donde recibía un gran manojo de llaves cuidadosamente ordenadas. Cada una de ellas tenía un número que podía llegar hasta las tres cifras. Cada vez que el encargado en su recorrida llegaba a una tranquera, el "ayudante" bajaba del habitáculo, miraba el número que tenía el candado y buscaba rápidamente la llave que coincidía. Una vez abierta la tranquera, el vehículo pasaba y se volvía a cerrar con la seguridad. La tarea se podía repetir cada jornada decenas de veces en el viaje de ida o de vuelta. La tarea requería memoria para saber el número de lote, que se correspondía con el candado y la llave. A igual que los cadetes de las empresas de los centros urbanos el "abridor de tranqueras" también cumplió una misión importante en el "mercado laboral" de esos establecimientos rurales que el tiempo y una nueva sociedad fue extinguiendo. Los porteros
En los grandes edificios de departamentos de las ciudades existe en cada uno de ellos el portero que cumple con variadas tareas. En las grandes estancias también existían y debían realizar la tarea con responsabilidad.. Por lo general se trataba de una familia con hijos adolescentes. Los establecimientos tenían dos entradas que coincidían con la cercanía de un centro urbano. En el sitio, había una casa que era habitada permanentemente y se encontraba comunicada por una línea de teléfono interno con el escritorio central. Cuando llegaba un vehículo, podía ser un auto, un sulky, un carro o simplemente un jinete a caballo, con personas desconocidas, el portero, llamaba al "escritorio" y allí preguntaba si los dejaba pasar. Si les daban el visto bueno abría la tranquera que tenía una seguridad y en algunos casos anotaba los datos en un registro. Por lo general después de la caída del sol no se dejaba pasar a nadie que no estuviera relacionado con el establecimiento.
|