En primer término se instaló en el casco de la estancia cinco grandes silos con una potente maquina de secado que funcionaba las 24 horas de cada jornada. Se reforzó con grandes motores diésel la provisión de electricidad (no llegaba las líneas eléctricas) y en temporada alta (cosecha) se contrataba un técnico italiano para la correcta mantención de los mismos que los lugareños apodaron cariñosamente "El Indio Rubio". También se buscó en la zona (Villa Cañas, Teodelina, Arribeños) máquinas cosechadoras para poder "levantar" en tiempo y forma siete mil hectáreas de maíz. En total cada año se armaban 16 equipos, compuestos por una máquina de cosechar, una casilla, un cocinero, un tractorista, y por lo menos 30 carros con tolva (para todas las cosechadoras) que fabricó la empresa colonense Céstari y que sirvió para la metalúrgica como una "prueba de campo" para sus productos. También se armaron dos equipos para la mantención de los caminos de tierra (internos y reales) con las viejas Champions manuales. El método elegido fue el abovedado de los mismos que permitía un escurrimiento de las aguas de lluvias y se evitaba la formación de charcos y no como se arreglan ahora, por ejemplo en nuestra ciudad que son "planos". También se rellenaron todos los bajos que había y que formaban las grandes encharcamientos. Se debe recordar que la planta silo más cercana de la Junta Nacional de Carnes con embarque se encontraba en Teodelina, Santa Fe a 27 kilómetros de distancia del centro de producción y que la ciudad de Colón, donde se accedía al asfalto a la Ruta Nº8 quedaba a 40 kilómetros. El operativo era el siguiente. La máquina cosechaba el maíz, y en cada cabecera del lote (la mayoría de 50 a 70 hectáreas) había un acoplado donde se descargaba el maíz. Un tractor de los más grandes en esa época un Deutz 110, llevaba entre 7 a 8 acoplados en forma de tren a la planta de silos donde se lo secaba y quedaba listos para que una flota de camiones tercerizados los llevaba a puerto a centros de distribución con vías férreas. Sin embargo los encargados se encontraron con un problema. El administrador Julio Avellaneda encargó a la empresa Cestari, carros con un tonelaje mayor para agilizar todo el movimiento desde los lotes a planta de secado. La medida quedó trabada debido a que los carros cuando eran cargados se hundían en el rastrojo y era imposibles tirarlos a pesar de tener los famosos tractores Deutz.Una tarde de febrero de 1966, Julio Avellaneda encontró la solución. El administrador se encontraba en un lote de maíz en el cual se habían "hundido" varios acoplados por el peso de la carga. El técnico observó que los neumáticos eran muy finos y tuvo la genial idea de poner gomas de avión a los acoplados. En forma inmediata ordenó ir a comprar al Aeropuerto de Ezeiza gomas que ya habían sido gastada por los aviones. Una vez impuesta en los carros, estos no volvieron a undirse, creando desde ese momento una nueva industria. Neumáticos muy anchos para este tipo de acoplados. Demás está por decir que las gomas de aviones se usaron por muchas temporadas más. *Experto Agrario, Agrónomo General, Técnico Tipificador de Ganados y Carnes y Técnico Administrador de Empresas.
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