En el orden local se sabe que el Concejal del FAP Ulises Portillo no aceptará el ofrecimiento realizado por operadores de Sergio Massa. El convite partió de Daniel Bolinaga y el "trato" se debía cerrar en un almuerzo en el restaurant "La Biela" de Arrecifes. Por otro lado, se supo que se realizaron reuniones de Portillo con integrantes del PRO, representados por Daniel Sheridan. Los seguidores de Macri comparten con el médico pediatra muchas de las iniciativas y podrían compartir listas. Sin embargo existe un frente de tormenta en el "portillismo" y el socialismo. El tema central sería por la banca que ocupa el Concejal Segundo Quiroga (UCR), quien reemplaza al edil Ulises Portillo (FAP) que solicitó licencia a su cargo. El seguidor de Ricardo Alfonsín parece que se "corto solo" y esto puso los pelos de punta a sus circunstanciales aliados. En la mesa chica de toma de decisiones de Ulises Portillo se manejaban las posibles salidas al conflicto. La primera sería pedirle la renuncia a Quiroga y de no aceptar el edil, se barajaría la vuelta de Ulises Portillo al legislativo colonense. En tanto, los seguidores de Sergio Massa comenzaron sus actividades en el "Ateneo Colonense". La decisión sería llevar candidatos propios.
En la Provincia Andres Lavaselli escribe "La interna del oficialismo comenzó esta semana a explicitar, luego de la que tal vez fue la intervención más directa de la presidenta Cristina Fer- nández de Kirchner hasta ahora en ese pelea, el juego de sus dos principales ani- madores: por un lado, el gobernador Daniel Scioli que busca una "unidad" estruc- turada sobre la base del peronismo más o menos territorial y, por el otro, el ministro Florencio Randazzo, que intenta sumar a partir de profundizar un perfil ultra K que lo convierta en "el elegido" de la Casa Rosada. El episodio central que hizo emerger las estrategias de uno y otro a la luz pública fue el enfático respaldo de la Presidenta a Randazzo en un acto en la Casa Rosada, luego de que la American Task Force, el grupo de lobby conjunto de los fondos buitre, cuestionara el aumento del patrimonio del ministro entre 2008 y 2011 en una inconsistente presentación basada en su propia declaración jurada de bienes, que incluyó hasta información errónea sobre una causa judicial. En esa oportunidad, la Presidenta hizo dos cosas que no pasaron desapercibidas para el mundillo de la política: por un lado, mencionó a Ran- dazzo, por primera vez en público, como "candidato presidencial" y, por el otro, tomó como propio uno de los argumentos que el ministro había esgrimido en su defensa y pidió al resto de los postulantes que presenten sus declaraciones para saber "cómo viven", un dardo básicamente disparado contra Scioli, que la presentó pero, ateniéndose a una chance que le da la normativa, no la hizo pública. Obviamente, para el randazzismo eso demuestra que la Presidenta "eligió" a su referente, y así lo hicieron saber en las redes sociales algunos de los dirigentes con más trayectoria dentro de ese sector. Para el sciolismo, en cambio, sólo se trató de una movida de la Presidenta para "contener" al ministro, porque no le va bien en las encuestas y, porque la denuncia amagaba con perjudicarlo más y, de esa manera, podía dejar al gobernador con más aire para inclinar la balanza interna a su favor. Son reacciones puramente circunstanciales: nadie podrá arrogarse ser el elegido de CFK si no hay un pronunciamiento claro y público de ella, cosa que en esta oportunidad no ocurrió. Y que podría no ocurrir antes de las PASO, habida cuenta de que apoyar a un postulante eventualmente perdedor está contraindicado para la Presidenta, sobre todo si hay unidad en las listas legislativas. Por otro lado, también es evidente que, al menos por esta vez, Cristina le concedió un round a Randazzo. Más significativas que esas reacciones son las estrategias con que cada sector hizo frente a la coyuntura. El sciolismo optó por profundizar su pedido de "unidad", que esta vez tuvo su mejor expositor en el vicegobernador Gabriel Mariotto, hasta hace nada el "comisario político de la Casa Rosada en la provincia": el peligro, si no es Scioli el candidato, es que pierda el PJ. Para ganar, la oferta debe ser el gobernador a presidente y Randazzo como postulante a sucederlo. Ni Alberto Pérez lo hubiese dicho más claro. El propio Scioli repasó ese libreto ante unos 50 intendentes, en una reunión realizada después del congreso sobre descentralización policial en Mar del Plata. Allí, el gobernador dejó en claro que trabaja por la "unidad" y que cree la opción contraria es poner al peronismo a la defensiva, con el riesgo de que Mauricio Macri se quede con la elección general. El apoyo más claro se lo dio Fernando Espinoza, intendente de La Matanza y titular del PJ bonaerense, que repitió el discurso de Mariotto punto por punto. Con esa movida, el sciolismo buscó sumar a los intendentes a la estrategia de la unidad, bajo la idea de que debe eliminarse además la posibilidad de que existan listas colectoras en los distritos que pongan en riesgo su gobernabilidad o, incluso, la posibilidad de retener el poder. Además, se transmitió un mensaje contra la intensidad de las críticas de Randazzo: los estrategas del gobernador le dijeron a los alcaldes que si esos embates se profundizan, espantarán votantes pos PASO si Randazzo no triunfa. Por su parte, el ministro, además de rechazar de plano el pedido del vicegobernador para "bajar" a la Provincia, dejó en claro que su prioridad, hoy, son las PASO. Por eso, dedica más críticas a Scioli que a Macri o a Sergio Massa. Su estrategia también es clara: caracterizar al gobernador como un candidato afín a "las corporaciones" (en especial al Grupo Clarín), sin convicción ideológica para profundizar "el modelo" y con nula capacidad de gestión. Ese posicionamiento busca crear un escenario en el cual un respaldo explícito de la Presidenta a su postu-lación suene casi como una opción natural. Pero tiende a confinar a Randazzo al núcleo más duro del voto kirchnerista, que no es desdeñable en absoluto, pero no alcanza para ganar el octubre. Al parecer, la idea del ministro para traspasar ese límite es presentarse como el gran "hacedor" del oficialismo, a partir de su trabajo con los DNI y, ahora, con los ferrocarriles. Claro que Randazzo también aspira a convencer al peronismo territorial, un campo en el que se hizo baqueano cuando, como ministro de Felipe Solá (por entonces gobernador K), tuvo un rol destacado en la pelea contra Eduardo Duhalde. El problema, por ahora, es que sus críticas a Scioli hacen más ruido mediático que sus logros de gestión. Eso, además, puede potencialmente interferir en sus intentos de alinear a las porciones del oficialismo menos "puras", siempre atentas al potencial electoral de quien busque conducirlos. El gobernador enfrenta una dificultad inversa: su discurso es mucho menos "ultra K" que el de Randazzo (las reacciones ante la imputación de Cristina Fernández por el caso Nisman lo evidencian) porque sabe que su fuerte, aún para convencer al kirchnerismo, es que puede traccionar votos no K. Pero en ese trance se expone al enojo de CFK, que puede complicarle la interna aun en el caso de que sea cierta la teoría mariottista de que sería el mejor candidato para la general
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