Nota de Opinión
Encuestas y charlas privadas (Por Andrés Lavaselli alavaselli@dib.com.ar).- A un año de las internas que comenzarán a aclarar de verdad el panorama electoral, la guerra de encuestas que ocupó esta semana a los dos dirigentes bonaerenses con más proyección nacional –Daniel Scioli y Sergio Massa- confirma apenas un dato central: por ahora, todo se encamina a definirse en un ballotage, lo que explica ciertas urgencias de instalación difíciles de entender desde fuera del mundillo de la dirigencia y da un contexto nuevo a la pelea por sumar a Martín Insaurralde como ladero en provincia.
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Los sondeos que esta semana dieron a conocer Management & FIT, Isonomía y Aresco indican que las diferencias entre Scioli y Massa (la primera pone arriba al diputado, las otras dos, al gobernador) le atribuyen una intención de voto en torno a los 25 puntos y, lo que es más importante, marcan diferencias que no superan nunca el margen de error de este tipo de trabajos, que suele oscilar entre los 2 y 4 puntos, por lo que la ubicación en el podio siempre es precaria. Lo mismo marcaría una de Poliarquía que encargó el sciolismo y difundiría en las próximas horas. Así, además de consolidar el crecimiento relativo de Scioli tras las elecciones, esos sondeos indican, además de la obviedad de que todo es muy parejo (al punto que Mauricio Macri, que aparece unos 4 o 5 puntos más abajo, también tiene chances, que aumentan exponencialmente en un acuerdo con parte del radicalismo hoy en UNEN) que la elección se definiría en una segunda vuelta. Lo mismo ocurriría si el representante del oficialismo fuese Florencio Randazzo, el dirigente que más creció en las últimas semanas, aunque la variación entre las mediciones ahí es mayor. Para Macri las mediciones son positivas porque confirman que viene creciendo y también en un sentido indirecto: en la práctica significan un argumento de realpolitik a favor de que al menos una porción del radicalismo se le una, ya que sus postulantes solos aparecen muy atrás. La tendencia es negativa para Massa porque luce más estancado que los demás. Y también enciende alarmas para Scioli (y en todo caso también para Randazzo, si es que Axel Kicillof no lo corre): él sabe que sus chances de llegar a la presidencia se reducen hoy a un triunfo en primera vuelta. Tal vez por eso, el Scioli comenzó a impacientarse con las oscilaciones de Insaurralde. El Gobernador quiere tener ya su dispositivo lo más completo posible, porque su estrategia consiste en marcar una diferencia clave con Massa desde ahora hasta promediar el verano. Sabe que de lo contrario será muy difícil evitar el ballotage. La jugada de Insaurralde es inversa: apuesta a retrasar lo más posible su definición, porque mientras tanto la exposición que generan las idas y vueltas lo ayudan a sostenerse como el postulante a gobernador con mejor intención de voto. Aunque nadie da nada por cerrado, las filtraciones del sciolismo sobre el encuentro que tuvieron hace una semana son significativas: “Le preguntó a Daniel si podía asegurarle que iba a ser el candidato a Gobernador del FpV y Daniel le dijo que no, que podía asegurarle que iba a ser el candidato de él”, cuenta un operador del sciolismo sobre una charla que, vale aclararlo, nadie más que sus dos protagonistas escuchó de primera mano. También cuentan que el diputado pidió precisiones sobre colectoras y la identidad del apoderado de la lista oficialista. Otra vez: negativo. Más allá de la precisión de esos cruces –que en la trinchera de Insaurralde no desmienten ni confirman- parece sintomático que hayan sido usinas sciolistas las que los difundieron. Son las mismas fuentes que tras el encuentro sin charla del viernes comentaron el “cansancio” del gobernador con Insaurralde. Parecen prepararse, así, para el cruce de fronteras del diputado hacia el massismo. Al mismo objetiv o tributa el ostensible apoyo a la postulación de Fernando Espinoza, el intendente de La Matanza. Con un agregado: en este caso el gesto también es una señal para los intendentes peronistas que recelan del protagonismo creciente de sectores K como Unidos y Organizados, que emiten señales de que podrían colar candidatos propios con el aval presidencial hasta niveles que la estrella emergente del ministro de Economía, Axel Kicillof, eleva hasta el tope de las boletas. Después del acto en el Luna Park, ese temor, que para los alcaldes se traduce en la palabra “colectoras”, es un poco más intenso. (DIB)
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