El Instituto recientemente creado por la Cámara de Diputados bonaerense tiene por objetivo investigar para entender mejor qué sucede con los jóvenes, la violencia y las adicciones en nuestros barrios, y constituye la primera herramienta parlamentaria que hace foco sobre estas temáticas y se propone encararlas desde el trabajo directo. Hay varios aspectos que es importante destacar. En primer lugar, partimos de reconocer que existen problemas. Desde el oficialismo se pueden mirar con una perspectiva y desde la oposición con otra, pero a veces nos cuesta tener un saldo cierto que nos permita compartir objetivos por encima de las diferencias. Así como no parece razonable que se desconozcan en absoluto las transformaciones que ha vivido nuestro país desde 2003 en adelante, tampoco lo es desconocer asignaturas pendientes y nuevos problemas propios de los cambios que experimentamos en la última década. Tal como sucede ahora en países como Grecia o España, nuestro país tenía con el anterior modelo una desocupación cercana al 25%. Que en estos años se haya reducido a un dígito es un logro valioso que no debiera desconocerse. Pero tampoco pueden desconocerse problemas como el empleo en negro, las tercerizaciones y las dificultades de acceso al universo del trabajo para los más jóvenes, especialmente los de los barrios más humildes, luego de generaciones que no vivieron la cultura del trabajo. Son cuestiones que requieren compromiso y propuestas de todos y que se vinculan directamente con algunas de las causas de la problemática que abordará este Instituto.Tomemos como ejemplo el reciente documento de la Iglesia Católica. ¿Alcanza con qué los opositores se consagren a resaltar las críticas y desde el oficialismo las relativicemos? ¿No es más sano que cada uno, desde sus perspectivas, trate de comprender los problemas y procure aportar a su resolución? “Cada uno está llamado a sanar sus propias violencias”, dice el documento y sin embargo, es una frase inadvertida por quienes eligieron una mirada sesgada del texto. La imagen del Papa Francisco en la ceremonia de lavado de pies de jóvenes adictos fue elegida para identificar al nuevo Instituto, porque compartimos similares preocupaciones con él y con numerosos curas y laicos que militan en los barrios desde mucho tiempo antes que Jorge Bergoglio fuera elegido Sumo Pontífice. Nos hemos encontrado en la militancia social y comunitaria, hemos tenido oportunidad de conversar en profundidad estas preocupaciones y tenemos plena coincidencia que la tarea requiere estar junto al otro, compartir su dolor, comprender sus dificultades. Por eso, procuraremos articular nuestro trabajo de investigación en los barrios con los curas que le tienden su mano a las víctimas de violencia y adicciones, aprendiendo de la tarea militante que vienen realizando desde hace décadas. Así con ellos y así con todas y todos los que, desde el estado, desde la investigación y la extensión universitaria, desde organizaciones no gubernamentales y desde otros cultos como las iglesias evangélicas, son parte de la lucha por una sociedad cada vez menos violenta y menos esclava de las adicciones. Decimos también que es un nuevo desafío para la práctica legislativa. Cada vez más, las funciones clásicas de los legisladores deben encontrar sustento en la investigación seria de la realidad y en una presencia real en el territorio, allí donde se producen los problemas. No se trata solamente que participemos de los debates y elaboremos o analicemos proyectos de ley. Necesitamos conocer mejor, y para hacerlo tenemos que vivenciar los problemas y valorar las diversas experiencias. Pero el instituto no sólo será plural por la participación de representantes de las distintas fuerzas parlamentarias. Será plural y multisectorial, no sólo porque a su consejo consultivo convocaremos a representantes de los cultos, las universidades y las diversas expresiones de organización comunitaria, sino fundamentalmente porque lo seremos en la práctica, en cada lugar, convocando a todos, oyendo todas las voces, procurando la más amplia de las participaciones. Las madres y los padres, los pibes sin rumbo y las familias que enrejan su vida. Las mujeres que padecen violencia, los que no valoran la vida ajena porque crecieron viendo que su vida no valía nada. Las adolescentes embarazadas, los que no pudieron estudiar, los que no vieron laburar a sus viejos, las pibas que victimizan a una compañera y le pegan sin saber por qué ni para qué. Esas almas a las que el Papa Francisco lava los pies. Todos ellos necesitan otra oportunidad, necesitan nuestra mano tendida, necesitan que nos esforcemos en ser mejores. La patria es el otro, definió la presidenta Cristina Kirchner. Ojalá hagamos de este Instituto una herramienta que contribuya al desafío de ser ese compatriota que nos necesita.
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