Hace un mes, cuando se le preguntaba a algún sciolista cómo encararía el gobernador el último tramo de su mandato, la respuesta incluía una certeza invariable: la estrategia pasaba, además de por alentar una competencia interna en el peronismo con respaldo de los gobernadores que pudiese “juntar”, por expandir su base de sustentación política a través de pactos, especialmente con intendentes del Conurbano, que se traducirían en algunos incorporaciones al Gabinete.
Pero el tiempo fue pasando, ya casi todas las modificaciones se realizaron y ese ítem de la estrategia no se concretó. Más que una apertura, el nuevo gabinete de Scioli parece reconcentrado en su propio núcleo dirigencial (gente leal, con escasa capacidad de armado político alternativo), con un emergente que surge con su poder, que ya era muy amplio, aún más reforzado: el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, que acercó a la mayoría de los nuevos funcionarios o movió a nuevos puestos alfiles que ya le pertenecían.
Ese esquema se corrobora n o solo con nombramientos de “tropa” evidentemente propia como Alejandro Rodríguez en Asuntos Agrarios (o el seguro pase de Martín Ferré a la Secretaría General), sino que incluso se extiende a la inclusión de actores provenientes del denarvaísmo, como Gustavo Ferrari o Franco La Porta: como están las cosas, más que un pacto con el diputado nacional, esas incorporaciones son parte de una “reconversión” de esos dirigentes en medio del naufragio del “Colorado”.
Lo interesante es indagar en el aparente cambio de planes. Puede haberse producido porque Scioli no encontró dirigentes con el peso específico adecuado dispuestos a subirse ya a su barco, con influencia o no de parte de la Casa Rosada, o porque simplemente decidió que este esquema le parece mejor, pero lo cierto es que ahora podría pensarse en un Pérez –que ya es uno de los cerebros políticos del gobernador-- con la gestión diaria más recargada sobre sus hombros y un Scioli con más aire para la política “pura”. Algo de eso se empezó a ver en una reunión reservada de esta semana, pero a la que el Gobierno le otorgó importancia y que fue comandada por Pérez. Fue un encuentro con la cúpula sindical con injerencia en la Provincia, durante la cual funcionarios del Ejecutivo se esforzaron por demostrarle a los representantes de los trabajadores que el aumento salarial a los policías no es tan importante como trascendió. Los argumentos apuntaron al blanqueo de horas Cores, las sumas no remunerativas y su no traslado a los jubilados.
Los hayan convencido o no, la novedad demuestra cuál es la principal preocupación inmediata del Ejecutivo: cómo hacer frente a una paritaria que se viene reforzada, con gremios que tienen ahora argumentos suplementarios al aumento de precios para presionar por subas más suculentas. Y eso en un contexto en el cual el Gobierno nacional ya dejó claro que no dispondrá un fondo federal de ayuda (porque no puede o porque no quiere) ni dio señales todavía de que hará con los vencimientos de deuda de las provincias.
Parte de esa definición estará en manos del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, cuya irrupción nacional encendió las alarmas del sciolismo, aunque dicen cerca del Gobernador que ahora no lo preocupa tanto: ciertos traspiés de esta semana y algunas encuestas justifican, para Scioli, esa relajación. Justo lo inverso a lo que ocurre con Sergio Massa: el “archirrival” del oficialismo apareció esta semana en dos sondeos bastante despegado del resto en la carrera presidencial.
En ese contexto Scioli decidió retomar sus gestos de diferenciación, que demuestran que sigue trabajando un esquema con dos candidatos peronistas en octubre (y no tres), con interna en el oficialismo incluída. Fueron dos encuentros, uno con Hugo Moyano y otro con su par cordobés, José Manuel De La Sota. Ambos son “mala palabra” para el kirchnerismo duro. Más allá de las excusas de gestión que existieron para ambos casos, el segundo encuentro parece políticamente más denso.
Es que ambos mandatarios tomaron decisiones que podrían traerles serias dificultades financieras una situación que, dato importante, comparten otros mandatarios provinciales. El fantasma de una liga de gobernadores, aunque moderada, anida en esa coyuntura. (DIB)
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