Queridos jóvenes: Esta noche, en la intimidad que nos regala la Madre, los invito a reflexionar acerca de lo que estamos viviendo. Hace 30 años Ella se manifestó aquí para encontrarse con sus hijos. La mayoría de ustedes no había nacido aún, Ella, como Madre, se anticipó a la llegada de ustedes y hoy está aquí, esperándolos!
Cuando ustedes nacieron despertaron la esperanza del mundo! Una vida nueve es la promesa de un mundo mejor. Seguramente fueron bautizados convirtiéndose en hijos de Dios, habrán hecho la Primera Comunión, la Confirmación. Se habrán confesado sus pecados para vivir en amistad con Él, porque todo este camino necesita este equipaje para seguir. Muchas decisiones acerca de cómo invertir la vida serán las que los mantienen de pie, para encaminar los pasos, según lo que estimen más importante para cada uno y para los demás.
Los sacramentos de la iniciación a la vida cristiana nos abren al servicio, a la donación de amor, a la promoción del Bien Común, a la vida, a la libertad, a la evangelización y la misión.
Casi les digo que no los recibimos para nosotros solos, sino para darlos a los que necesitan. Convertirnos en protagonistas de un mundo mejor, forjadores de esperanza y sembradores de la verdad, de la fraternidad, de la amistad, de la vida vivida en todo su caudal, como la recibimos!
Tienen en sus manos un precioso tesoro para invertirlo en algo que valga la pena. El Papa Francisco les dice que “es bueno seguir a Jesús”, sobre todo porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida y les dice: sin mí no podrás hacer nada. Nada es lo que nos queda cuando prescindimos de Él, la nada nos defrauda y despoja de toda valoración y confianza en quien nos acompaña siempre; no nos dejemos robar la esperanza, pero a su vez, no robemos la esperanza de aquellos que confían en nosotros!
El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano, vengan a Mí, que yo los aliviaré. Vuelvan los ojos a Él en los momentos más duros, cuando arrecia la tentación y Él les dará consuelo y fortaleza y cómo no decírselos, confíen también en el amor materno de María, su Madre y nuestra Madre.
Donde hay una cruz que llevar, allí está siempre Ella, nuestra Madre, a nuestro lado, como lo hizo con Jesús.
La Iglesia no es ajena a esto que les pasa y los acompaña con afecto; el amor fraterno es el antídoto del aislamiento y la soledad.
Cristo, María y el hermano es el trípode que los sostendrá para no caer. Es también la guía que los impulsa a crecer derechos y consentirlos en aquella viña donde se alojan los pájaros del cielo.
Queridos jóvenes, sonamos con una legión juvenil que sea protagonista de un mundo mejor, que rechacen el odio y la violencia, que desconfíen de la droga, el alcohol y el sexo enfermo y vacío de amor, que se abran al amor, a la alegría, a la paz; que acepten entusiastas de ser constructores de una sociedad mejor, porque a partir de este momento, serán ustedes quienes devuelvan al mundo la sal y la luz y la levadura que necesita.
A quienes ya atravesamos el umbral de la juventud, sostengamos en alto lo que vivimos para que ellos crean que valió la pena vivir el compromiso de la vida, del amor, del trabajo, de la familia, de la fe y se animen a repetir la historia que heredaron.
María, esta noche te damos gracias por saberte tan cerca de nosotros hasta sentir aquí en San Nicolás, el tibio calor de tu amor de Madre, que es el mismo que le ofreciste y que experimentó Jesús, especialmente en la hora de su entrega por nosotros!
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