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12/09/2013
Nora Múgica

"Un pueblo que desea conservar su lengua es una política que merece un aplauso"


La Doctora en Letras Nora Múgica nació en el seno de una familia vasco argentina en la que tuvo una infancia marcada por los sonidos de la música vasca y el euskera. A Colón, provincia de Buenos Aires, llegaban cada año los quesos de Idiazábal y la manzanilla. Desde Colón, partían hacia el Goierri cartas que mantenían vivo el contacto entre las familias....


Convertida hoy en referente de la Universidad Nacional de Rosario, la Doctora Múgica continúa abogando por la unión entre Euskal Herria y Argentina y con ese objetivo facilitó la gestión para que el Zazpirak Bat comenzara un curso Euskera y Cultura en la Facultad de Humanidades y Artes. "Es muy importante la inclusión del euskera en la Universidad no sólo porque va a participar de todo un colectivo valioso de lenguas sino porque permitirá también llegar a otro perfil de gente".


"Mi padre nació en Idia- zabal (Gipuzkoa) y vino a la Argentina en el momento en que empezaba la Primera Guerra Mundial, con sólo 14 años. Era una familia de once hijos; mi abuela había quedado viuda y era difícil la vida en el caserío con tantos chicos. Ellos iban a la escuela en Olaberria, muy cerquita de Idiazabal; iban caminando, y sólo para tener algún conocimiento de lengua y matemática. Esos chicos fueron creciendo y había que decidir qué iban a hacer. Fue el momento en que resolvieron venir a Argentina. De los ocho hijos varones, el mayor se quedó en el caserío con la mamá. Es el caserío Marzelai, en el que viven actualmente los tres hijos de un primo hermano mío", relata Nora Múgica a modo de presentación de su origen.


Múgica Hermanos


"Todos los hermanos tenían nombres sacados del santuario. Mi padre era Ignacio y vino directamente a Colón, provincia de Buenos Aires, porque allí tenía a dos de sus hermanos mayores y a dos tíos, que fueron grandes emprendedores. Ellos fueron quienes comenzaron a gestar, tal como lo hicieran otros vascos a lo largo del país, el comercio de ramos generales. Con ellos nace 'Los Vascos' de Colón, que se consolidó como un sistema comercial importante, llegando a cumplir funciones de banco. Vendía todos los productos imaginables. Los galpones de lo que era la cerealera están todavía al lado de la estación del tren y aun hoy se puede leer la inscripción 'Múgica Hermanos'. Ese comercio se cerró con el golpe de Perón en la década del 50. Los sectores que tenían que ver con ganadería y agricultura resultaron muy perjudicados por el gobierno de Perón, y a eso se sumaron otros cambios de la sociedad, que ya no era tan conservadora, no seguía el modelo ganadero agrícola".


Ramos Generales y centro de reunión


A diferencia de otras localidades de la Provincia, en Colón la iniciativa de organizar una euskal etxea no prosperó. Pero eso no quiere decir que los euskaldunes recién llegados no tuvieran un espacio de contención o un sitio donde reunirse. "Este colectivo que se armó, Múgica Hermanos, atrajo a muchos inmigrantes de Euskal Herria. Llegaban a la ciudad e iban directamente a la empresa, allí tenían asegurado un trabajo, dónde comer y dónde dormir. La empresa tenía una estructura muy jerárquica, pero cuando se celebraban las fiestas tradicionales vascas, festejaban todos juntos. Por ejemplo, para San Ignacio todos los empleados del negocio tenían que vestirse de vascos: pantalón y camisa blanca, faja, pañuelos y boina. Las fiestas se hacían en la empresa y a veces con coches o camiones bien preparados se salía a dar vueltas por el pueblo".


En este contexto, no es de extrañar que la lengua más escuchada en el negocio fuera la lengua vasca. "Los dueños del negocio hablaban entre ellos en euskera; mi padre con los hermanos, con los sobrinos y con los vascos con quienes tenía relaciones comerciales hablaba en euskera. Él nunca llegó a manejar bien el español, sobre todo tenía problemas con la concordancia de género, no había manera de que pusiera bien el artículo y terminaba diciendo cosas como 'el cuchara'. Con mi madre se conocieron en la empresa, ella como clienta y él como patrón. Mi madre era catalana, en casa hablaba catalán con mi hermana y conmigo; y con mis abuelos maternos también hablábamos catalán. El euskera en cambio se hablaba en el trabajo", recuerda Nora Múgica.


Euskal Herria, en el cuerpo y en la memoria


El recuerdo de las fiestas viene una y otra vez al relato. Fiestas que se celebraran al unísono en el baserri goierritarra y en la casa de Colón. "Mi padre bailaba la jota muy bien, formaba una pareja muy linda con una prima que bailaba espectacular y era muy alegre. Tenía la danza metida en el cuerpo. Hacíamos con frecuencia fiestas familiares que eran fiestas vascas, se reunían los cuatro hermanos Múgica venidos de Idiazábal con sus respectivas familias, y dos familias más de primos hermanos. Eran unas fiestas muy bonitas en las que siempre se bailaba y se cantaba en euskera. Lamentablemente, mi padre volvió una sola vez a Euskal Herria. Fue en el año 30. Él quería muchísimo a la Argentina pero tenía una gran nostalgia, sobre todo por la geografía de su pueblo, por el paisaje; por eso quería tanto a Córdoba, por el gran parecido de las sierras".


Nueva generación y nuevos rumbos


Con el tiempo, la primera generación de niños nacida en Colón también fue dejando la casa paterna para ir forjándose un destino. En el caso de Nora, fue el estudio lo que la guió hasta Rosario, donde reside. "Cuando llegué a la secundaria hice hasta tercer año en el Instituto Colón y luego cuarto y quinto año en la Escuela Normal de Pergamino. Más tarde, para ir a la Universidad, me vine a Rosario y aquí me establecí. No tenía interés en la vida de pueblo, me interesaba formarme académicamente, tenía vocación por el estudio y sobre todo por la lingüística y en Colón en eso no tenía nada que hacer.Mi trabajo se estabilizó en la Facultad de Humanidades y Artes en el año 84, un año emblemático por la vuelta de la democracia. Desde entonces hasta ahora me he desempeñado allí. Siempre mantuve buenas relaciones con Darío Maiorana, el actual rector, quien de hecho fue discípulo mío. Por eso fue tan sencillo lograr el acuerdo entre la Universidad y el centro vasco. Tanto el rector como la directora del departamento de Lenguas Modernas, estuvieron muy a favor de incorporar el euskera. En cuanto a mi de- sempeño profesional, estudié Filosofía y Letras y me especialicé en latín y griego. Entre el 85 y el 86 concursé las titularidades de las cátedras de Lingüística y Latín y en este momento toda mi actividad está enfocada al posgra- do, concretamente a la Maestría en Teoría Lingüística y Adquisición del Lenguaje y al Doctorado.


El euskera como modelo


"En cuanto al euskera, con mi marido que no tiene antepasados euskaldunes pero sí está muy unido a lo vasco desde lo afectivo, tomamos clases hace ya varios años con los profesores José Etxebeste y Mikel Aguirre, en el Zazpirak Bat rosarino. A mí siempre me interesó el vasco como una posibilidad de tener un conocimiento mayor sobre las lenguas para poder contrastar. Siempre ponderé, además, las políticas lin- güísticas de Euskadi en relación al euskera. Un pueblo que desea conservar su lengua es una política que merece un aplauso y realmente lo que hicieron los vascos para poder conservar el euskera es algo magnífico"."Otra cosa que me pareció destacable fue que se hayan traducido al euskera las grandes obras. Recuerdo que en un congreso vasco americano al que fuimos hace muchos años encontré en un stand las obras de Platón. Eso desde una perspectiva lingüística tiene un valor incalculable. Había que generar léxico para decir en euskera, por ejemplo, todas las grandes abstracciones de la obra platónica, fue notable, hubo que crear léxico, generar lengua. Ese fenómeno maravilloso me hizo recordar, lo que fue muchos siglos antes, el proceso de latinización cuando en Roma se comenzó a escribir en latín, ya que no se escribía en latín, se escribía en griego. Es un fenómeno similar", reflexiona la Dra. Múgica.


Zazpirak Bat


Si bien su infancia se desarrolló en un ambiente netamente euskaldun, la llegada al Zazpirak Bat fue de la mano de su marido, Eduardo Fignoni. El matrimonio Fignoni Múgica tiene dos hijas, Luciana y Fernanda, de las cuales Fernanda desempeña un rol sumamente activo en la euskal etxea de Rosario, de la que actualmente es vicepresidenta. "Si yo hubiera tenido un marido distinto seguramente mi relación con la colectividad hubiera sido otra cosa, quizás me hubiera alejado; pero junto a él, que entró siendo muy pequeño al Zazpi, con un tío que lo llevaba a jugar a la pelota, fue muy fácil mantener el vínculo. Aunque sin duda fue mi padre el gran promotor de continuar con la tradición. Él fue un hombre muy vasco a pesar de ser también muy argentino; y nos acostumbró a seguir desde aquí la vinculación con la gente del caserío. Desde que comencé la escuela, yo tenía que escribir cartas todos los años a la gente de allá, a primas que no conocía. La relación era de idea y vuelta; ellos nos mandaban, todos los años, queso de Idiazábal y manzanilla. Mi padre cumplía años el 31 de julio y celebraba su cumpleaños en Colón pero mandaba dinero para que celebraran San Ignacio todos reunidos en el caserío. Era así, y a pesar de que las comunicaciones eran difíciles, nos manteníamos en contacto".


"Para mí, ser hija de vascos significa sentirse muy protegido. Desde chica siempre me dio mucho orgullo decir que mi padre era vasco; jamás dije que era español. Mi padre fomentó el sentimiento de la mejor manera: al cumplir los tres años, todos teníamos el atuendo para empezar a bailar. Y eso es lo que hay que lograr que suceda ahora en el centro vasco de Rosario; que no se corte la tradición, encontrar la manera de introducir a los niños para que empiecen a bailar desde pequeños. La forma en la que creo que el centro vasco de acá pueda continuar vigente, es que no se corte eso, introducir a los niños de pequeños, por ejemplo, a través de los bailes. Si eso no se da, cambiaría mucho la estructura de la institución". (EUSKADI)




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