El gaucho matero se agarró tal peludo que tuvo que venir la Eulalia con una carretilla y se lo llevó arrastrando las manos en el suelo pal rancho donde lo puso a dormir a la intemperie en el elástico destinado a tapar los agujeros del gallinero.
La curda le duro como tres días como pavimento hecho en los barrios de Colón, y el estomago le quedó como una calle del barrio Rivadavia: toda agujereado.
Eso no es nada, el problema fué cuando llamó a domicilio al médico de la mutual y tuvo que pagar el plus indebido.
El galeno le hizo romper el chanchito, y para completar la tarifa se llevó la docena de huevos que había puesto la bataraza y los dos conejos que estaba engordando. El gaucho matero se fue pal fondo del rancho pensando "menos mal que no me hizo receta, si no le tengo que entregar la bicicleta playera".
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