Físico exuberante, ojos convocantes, pechos bien plantados; todo su cuerpo jugaba para atraer las miradas y desde el podio bien ganado ella tenía que defender los derechos de su sector.
Dobló el papel y con una dosis de arrogancia (que disimulaba su vergüenza ) habló a todos sin bajar la vista. Se ganó el aplauso desde un discurso conmovedor en el que las historias de vida valieron para hacer comprender a los oyentes que todos los grupos sociales, por más marginales que se los considere, tienen causas para defender su dignidad. Pero las compañeras, a las que hubo de representar, se enojaron con ella; no la aplaudieron y le reprocharon que finalmente no leyera el documento elaborado colectivamente.
El pelo lacio que le caía sobre las espaldas no anticipaba el rostro duro que enfrenté cuando se dio vuelta para ofrecerme un plato de carne con ensalada que había cocinado especialmente para compartir un almuerzo armado de apuro. Dirigente social de La Cantora, una agrupación que defiende el derecho a la comunicación de los detenidos en las prisiones, conoce los secretos de la vida y tal vez por eso su mirada escudriña en los otros buscando un puente de confianza que le permita definir en palabras el valor de su pelea cultural. La Patagonia es su territorio natural.
Cuando la presentan como diaguita-calchaquí baja los ojos en un movimiento que es mezcla de mohín femenino, de humildad ancestral que no disimula el orgullo que siente en ser reconocida como tal. Es artesana de Chicoana, Salta y cuando escucha las intervenciones de algunos referentes anota en su cuaderno de espiral. Ella, no para de escribir, calca en su papel todo lo que se dice, y cuando no entiende, pregunta. Cuando habla lo hace con profundidad, está peleando obtener personería para su grupo y sabe que hay algo de lo que se dice en el Foro que le compete y está dispuesta a que comprendan el valor de su pelea para conseguir algunas herramientas.
Villa Chica es un barrio de Resistencia, Chaco donde cada vez hay menos desocupados y más trabajadores. Para aseverar lo que digo no me remito a ninguna encuesta, me alcanza con mirar la terminación de las viviendas, el asfalto y los cordones de la vereda y también la cantidad de autos y motos que crece día a día.
A pocas horas de las fiestas, cuando la televisión promocionaba los saqueos, hube de pasar por un galpón que anunciaba una gran barata de electrodomésticos. Ventiladores, televisores, equipos de música, wi´s y play station que estaban de oferta porque sus envoltorios estaban dañados o sus carcazas tenían algunos rasguños. Los clientes, que venían desde distintos barrios, consultaban precios y se llevaban la mercadería en carritos de supermercado. En Villa Chica no había miedo, los pibes con gorrita cargaban a sus hijos más pequeños en las motos y pasaban sin inquietar a nadie.
Elena Reynaga se comió la crítica de sus pares sin desnudar porqué no había leído el discurso. En ese momento ella no sabía leer ni escribir y por orgullo silenció la verdad. Ese mismo año aprendió a leer y hasta el día de hoy vive empeñada en que sus compañeras trabajadoras del sexo aprendan a comunicar y a defenderse del prejuicio de los periodistas que, a veces, las entrevistan.
Diego Candia, desde que salió de la cárcel, defiende que los presos puedan comunicarse con el afuera. De él aprendí el término porosidad, de la necesidad de hacer permeable las paredes de las celdas al ida y vuelta comunicacional.
Celina Gutierrez es joven y está dispuesta a dar pelea por los derechos de los pueblos originarios, por eso su anotador crece diariamente en palabras e ideas que la atraviesan y que ella sólo leerá en sintonía con los deseos de sus ancestros. Se informa para aprender los formatos que le permitan expresar a los suyos.
Hay cientos de Villa Chica en Argentina. Pocas veces son noticia. Sólo cuando al disciplinador mayor se le antoja: los humildes forman parte del relato. Casi siempre son convocados desde lo siniestro. Se los mal-presenta premeditadamente, para que, una vez oscurecidos sus rostros, la pantalla iluminada de clase media sienta el miedo de lo que puede sucederle si se atreve a la solidaridad y la inclusión.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual habla para que Elena, Diego y Celina ganen y para que los villachica nunca más salgan fuera de foco.
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