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03/10/2012
INTA

El Día del reencuentro


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El 21 de septiembre, los festejos de los 100 Años de la Experimental Pergamino, tuvieron unos de sus momentos más emotivos con la “Jornada del Reencuentro” para los jubilados....


“La juventud va cambiando según las distintas generaciones, por ello entendemos que podemos tener como constante la valoración afectiva de quienes nos antecedieron”, con esas palabras el Ing. Agr. Fernando Gándara, Director del INTA Pergamino resumió a la perfección el espíritu de la jornada vivida puertas adentro de la Estación, el pasado 21 de septiembre cuando, en el marco de los 100 Años de la Experimental, se llevó a cabo un día de Reencuentro para el personal jubilado de la institución.


en la misma línea, Gándara expresó que “Desde principio de año estamos celebrando nuestro presente y futuro a partir de un origen que fue la Chacra Experimental en 1912. En las distintas civilizaciones siempre es importante la historia, ese respeto al pasado, desde el afecto (el hombre no es sólo razón, somos sentimiento) hoy somos gracias a toda la gente que nos antecedió, por ello planteamos cómo expresar este presente sino es dedicando un día a todos los jubilados”.



Un clima fantástico acompañó desde primera hora la llegada de las distintas personas que habían sido especialmente invitadas para esta celebración. El paso de los años no impidió el reconocimiento inmediato de aquel compañero que hacía décadas no había sido vuelto a ver. Los primeros instantes del reencuentro fueron de altísima emoción, de abrazos extendidos y de sonrisas por doquier.


Gira
En el Quincho aquel que tantas historias, celebraciones y bueno momentos alberga, fue el punto de encuentro. Luego de algunos minutos, la jornada se inició con una recorrida al sector de Avicultura y Porcinos, además de hacer un rápido paso por las instalaciones que el INTA cedió a la UNNOBA.


Justamente uno de los más flamantes jubilados pertenece al sector Porcinos, se trata de Pedro Goenaga, quien dejó la institución, aunque como siempre sucede no lo hizo del todo. Goenaga entró al INTA en 1969 y en el ’72 llegó a Pergamino y si bien se jubiló hace unos pocos meses dijo que se mostraba feliz de reencontrarse con “gente con la que hemos trabajado durante muchos años, además reencontrarnos con gente que se ha jubilado durante mucho tiempo. Recién hablaba un hombre que era jefe de personal cuando yo entré al INTA!. Estamos todos muy emocionados, contentos de volvernos a encontrar y saber que casi todos estamos bien y que podemos recordar a quienes ya no están con nosotros”.


Goenaga fue coordinador del Proyecto Regional Porcino hasta su retiro y como el mismo aún está vigente, también lo está su participación en el mismo “hemos hecho un trabajo que es una novedad, creo que es lo más importante que hice en mi carrera de investigador, es un avance impresionante, pero aún no se ha difundido, habrá novedades en los próximos meses”, dijo entusiasmado Goenaga.


Los micros que habitualmente transportan al personal, ahora eran ocupados por los jubilados, quienes con gran atención seguían las explicaciones que brindaba el Agr. Miguel Cacciamani y con gran asombro detectaban las transformaciones del que fuera su lugar de labor.


Parque Cerrado, “Desarrollo”, un rápido paso por el frente del Edificio Central y mil flashes para el imponente radar. Luego los vehículos se detuvieron en el flamante Laboratorio Regional y allí Jorge Carrete los esperaba para brindar detalles de este lugar tan visitado y destacado del INTA actual.


Justamente quien fuera jefe de mecánicos, estaba entre los presentes, Enrique Puppo acompañado por su esposa recordó que “Entré en campo y tarea, después pasé al taller mecánico, trabajé durante 42 años. El trabajo era muy distinto, había mucha gente, muchos autos, teníamos de todo para trabajar, era un taller completo. Éramos buenos compañeros, la pasábamos muy bien”.


Las lluvias de los días previos no posibilitaron la visita a campo, pero igualmente las recorridas por las calles internas les permitieron a los presentes refrescar la memoria, y traer más vívidos que nunca aquellos recuerdos de intensos momentos vividos, cuando todo estaba surgiendo.


Tal fue el caso de Lucio Solari, un reconocido hombre del INTA Pergamino quien feliz y muy emocionado expresó que “Si yo tuviera que juzgar el momento que estoy pasando acá, estoy en el cielo, porque al INTA yo lo considero mi segundo hogar, porque cuando yo llegaba de Buenos Aires, en el ’67, tuve oportunidad de afincarme, capacitarme, hice mi maestría en México, después de 30 años la institución nuevamente a México. Es decir que el INTA me permitió desarrollarme desde el punto de vista profesional”.


Solari, estudió maíces, formó compuestos, trabajó con 22 semilleros y criaderos de semillas, 10 Universidades, 9 Agencias de Extensión y Experimentales del INTA. De semejante experiencia brotan constantemente anécdotas como aquella que e dio en ocasión de la vista de técnicos rusos: “vinieron a verme en el Banco y yo tenía una mazorca que les llamó mucho la atención, 30 cm. de longitud, proveniente de Neuquén. Como consecuencia, me pidieron unos granitos, y con gran sorpresa, al año y medio apareció el embajador de Moscú, acompañado por el agregado cultural, y me indicaron que el maíz argentino 19047 de Neuquén se había adaptado perfectamente 58º Latitud Norte en Rusia. Lo cual fue un éxito, no sólo se adaptó sino que además lo tenían como padre en cruzamiento porque había aumentado mucho los rendimientos”.


Mientras los micros dejaban atrás la sección Forrajeras fue inevitable invitar al Ing. Agr. Rubén Rodríguez, quien ingresó al INTA en la década del ’60 se retiró en 2000, a que nos traiga sus recuerdos pues desde su entrada hasta los ’70 fue parte de ese sector, y luego pasó a sorgo y también a cultivares de verano, entre otras especies.


“Yo llegué a dirigir la unidad de evaluación externa, maíz, girasol y sorgo, cultivos experimentales nuevos que se iban probando fuera de las Experimentales. En medio de eso, también comencé a probar cultivares de verano en lo que se llamó el campo de generaciones invernales del cultivo de verano que se hacía en Laguna Blanca, Formosa; Yuto y Jujuy, yo era encargado de probar los cultivos de verano. En Yuto teníamos un problema, la temperatura al mediodía por ahí subía 25 grados y a la noche bajaba a 4 ó 5 grados, entonces se producía la esterilidad ecológica; en Laguna Blanca era más suave la bajada de temperatura hacia el centro de invierno y aumentaba de golpe en agosto. Entonces se sembraba la primera generación en Laguna Blanca, se cosechaba en julio; se secaba la semilla y se volvía a sembrar; se cosechaba en noviembre-diciembre y se podía volver a sembrar en esta zona, es decir que hacíamos tres generaciones por año. Eso produjo un cambio importante, porque se aceleraban los procesos”, rememoró Rodríguez.


El especialista, con una memoria precisa, destacó que su mayor logro fue el Mijo Perla, el cual le llevó 17 años de selección. Muy animado en sus comentarios, dijo que él trabajaba con “un doctor, llamado Bulton de Estados Unidos, él era especialista en lograr esterilidad citoplasmática, es decir que aparecieran los órganos femeninos solos para poder cruzar con otros. Además trabajaba en ingeniería genética, es decir que bajaba los genes de altura y los transformaba en cualquier altura. Él me mandaba los materiales enanos, para ese tiempo que aún se trabajaba en ganadería extensiva, no servía para Argentina. En 30 días estaba en pastoreo y en 30 días había que volverlo a sembrar. Nosotros necesitábamos un pastoreo lento que durara todo el verano, entonces lo manejabas con cantidad de animales. Después vino otro problema, los engordes a corral como ahora, entonces vos vas haciendo cosas y a mitad de camino te cambian el caballo. Entonces ahí necesitábamos cambiar nuestra forma de trabajo. Desaparecía el sistema de pastoreo natural”.


Sin que la nostalgia se transformara en tristeza, Rodríguez fue categórico al decir que “sin dudas los 40 mejores y más felices años de mi vida los pasé acá. Quien nació en un ambiente donde la naturaleza es parte de uno mismo, la misma naturaleza me enseñó a cómo apreciarla, convivir y disfrutar de ella. La investigación es parte de ese disfrutar de conservar la vida”.



Compartiendo la mesa
El encuentro ya era todo un éxito cuando los ex empleados del INTA volvieron al Quincho de la Experimental, allí uno a uno se fueron presentando minutos antes de compartir el almuerzo de camaradería especialmente preparado para la ocasión.


“Tratamos de darle un día exclusivo, escuchar sus historias, disfrutar de los encuentros, de volver a sus lugares de trabajo” decía Gándara, y el objetivo se daba por cumplido mientras en las mesas las charlas no cesaban y las historias se compartían.


Luego hubo también lugar para el humor, con la presencia del “Tío” Pereyra, actor pergaminense que personificando a “El Gaucho”, arrancó sonrisas cómplices entre los presentes.


Por la tarde, la jornada prosiguió con una mateada general que permitió recordar aquellos famosos festejos que organizaba el INTA y que eran de tal impacto en la sociedad que terminaba siendo un punto de referencia para la población general.


Entre quienes recordaba aquellos años, estaba María Angélica de la Cruz, más conocida como Makeka quien ingresó al INTA en la década del ’70 con tan sólo 20 años. Makeka le puso término a la cuestión al referirse a los compañeros de trabajo como “La familia INTISTA”.


Esta vigorosa y siempre alegre mujer que se desempeñó en laboratorios tiene una historia particular ya que un día antes del golpe de estado del ’76 fue apresada: “el 19 de marzo, junto a dos compañeras más Laura Lasalvia y Laura Ochova, fuimos apresadas. Cuatro meses presas estuve, teníamos ideas buenas, éramos alegres y felices, pero no todos lo entendían así. Yo en ese momento pensaba así. A pesar de eso he disfrutado mucho al INTA, después me reincorporaron en el ’86 en Tucumán, yo vivía allá… Y luego volví a Pergamino en el Centro Documental, con unas compañeras fantásticas, Nidia Liasen, Luján, éramos un grupo hermoso que ya nos conocíamos desde los ’70. Hasta hoy con esa gente una vez por mes nos seguimos juntando”.


Recordando buenos momentos, y aquellas fiestas inolvidables, Makeka dijo que “Éramos jóvenes nos divertíamos muchísimo, hay fotos que lo demuestran, hacíamos fiestas inolvidables, había partidos de fútbol, veníamos al tanque y trabajábamos muchísimo. Esos recuerdos no los olvida nunca más. ‘La familia Instista’ era así, nos conocíamos todos, todos no abrazábamos, saludábamos cordialmente, siempre hicimos todo con mucho amor. Uno debe recordarlo así, destacando las cosas buenas y lo otro dejarlo pasar porque sino, no puede ser feliz”.


El cierre del evento estuvo dado con la entrega de presentes institucionales a cada uno de los invitados y la realización de una foto grupal que permitiera inmortalizar tan grato momento.


Y así, entre mate y mate, algunos de los presentes acercaron sus historias, las compartieron para que la mística de la “Chacra” siga extendiéndose, a pesar del paso del tiempo.



Miles de historias
El diálogo con cada uno de los presentes, devienen innumerables anécdotas, historias de vida que bien podrían resumirse en las dos que prosiguen.


Luis Félix Pahura (48 años de trabajo)


Fui mayordomo de la Experimental y Jefe de Vigilancia, manejé la bolsa de trabajo, y en el 91 me retiré. Antes no había tractores, era todo a tracción a sangre, arado a caballo, rastra a caballo, trabajé también en la cocina, no teníamos heladera nada. Veníamos a pie y nos íbamos a pie. Teníamos horario de entrada pero nunca de salida. Los días de lluvia veníamos igual, no podíamos fracasar.


Una, en el ‘49, me dice el capataz andá hasta Tambo Nuevo y traé a la gente de maíz que se le rompió le camión. A la salida del INTA había un tambo, donde estaban parados cuatro o cinco autos. Paré y ví que era una ternera que no podía tener cría, rodeada por dos o tres veterinarios. Pasé, miré y seguí. A la vuelta, todavía estaban ahí. Entonces le digo a los chicos, “bájale la mano de arriba de la cabeza al ternero porque sino no va a salir”. Había un tipo más grande ahí entre ellos y me dice “venga bájese y de una mano”.


Entonces me saqué la camisa y metí la mano dentro de la vaca. Me até una soga atrás de las paletas del ternero y entre todos lo sacamos. Entonces el tipo les dice, “bueno muchachos algo aprendieron hoy!”. Entonce ahí mismo, como no había agua, me lavé con tierra fina. Entonces el tipo que les hablaba a los más jóvenes me miraba, y les dijo a los veterinarios: “miren ahí tienen otra cosa para aprender”. Después me enteré que ese tipo era Walter Kugler, yo ni lo conocía.


Hermán Zorzín (Trabajó en INTA Venado Tuerto)


Cuando yo comencé estuvimos vinculados al INTA Pergamino cuando Kugler era Director. Luego con distintos acuerdos institucionales a nivel nacional pasamos a depender de una experimental de mi provincia y así quedamos en Oliveros.


Conté tantas cosas que terminé escribiendo un libro de aquellos viejos tiempos. Una que siempre me gusta recordar es en una reunión en Chobet, mi jefe daba una charla sobre el nuevo maíz híbrido que recién ingresaba al mercado. Yo pasaba las filminas, esa era mi labor cuando no existía el Power Point yo me encargaba de pasar las hojitas y era una forma también de ir aclimatándome para poder dar charlas en el futuro.


Termina la charla y el Ing. San Martín dice: “¿hay alguna pregunta?” y en un rinconcito en el fondo del salón había un productor que estaba muy pasado de alcohol, al cual no lo habían dejado entrar por su estado, pero el tipo se había ingeniado para meterse igual por otra puertita que había a un costado.


Entonces pidió la palabra y con voz bien de alcoholizado dice “mire ingeniero, acá en Chobet si llueve cosechamos maíz y sino llueve no cosechamos nada”.


¡Nos pinchó la reunión!, toda la tecnología aplicada se caía a pedazos y parecía que todo estaba centrado en si llovía o si no llovía. San Martín que era un tipo muy capaz, le sale al cruce y le dice “yo le aseguro que sembrando este maíz, aunque no llueva ustedes van a poder cosechar igual”.


El borracho no se quería quedar sin la última palabra y cuando tomaba envión para decir algo, los organizadores lo agarraron del cuello y le dijeron “te avisamos que no podías entrar en este estado” y lo sacaron por la puertita del costado, y cuando salió cayó desparramado en el patio, donde estaba lloviznando y quedó todo embarrado. Ahí uno de los tipos le dice “y así tampoco podés entrar”.


Volvimos a la reunión, y había un silencio total, entonces San Martín dijo, “bueno, si no hay más preguntas, vamos a comer el asado”. Y así terminó todo.



Los presentes
Esta es la nómina del personal que volvió al predio en el que dedicaron años de trabajo: Ginés Antonio Andrés, Eugenio Andruchowicz, Enrique Arias, Carlos Aznal, Susana Baloriani, Héctor Barosela, Pedro Benedetti, Graciela Bienzobas, Francisco Borras, Roberto Camats, Ivo Canal, Rubén Canal, Nelly Cancellieri, Horacio Cantore, Ángel Cascardo, Orlando Conta, Carlos De Dios, María Angélica de la Cruz, Eduardo Dell’Agostino, Gerardo Durselen, Jesús Echecopar, Juan José Font, Pedro Fontana, Daniel Galetto, Agustín García, Pedro Goenaga, Felisa Lencina, Antonio López, José Maddaloni, Ezio Maiola, Abel Matta, Esther Mazzei, Ismael Mena, Carlos Nolasco, Laura Ochova, Luis Pahura, Nelson Peralta, José Pizarro, Enrique Puppo, Roberto Raimnundo, Angel Riguetti, José Riguetti, María Luisa Rivero, José Robutti, Carlos Rodríguez, Rubén Rodríguez, Raúl Rozas, Antonio Trebino, Roberto Samana, Carlos Senigagliesi, Lucio Solari, Adolfo Sosa, Juan Carlos Torchelli, Lucía Totis y Herman Zorzín.


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