Parecía que Falcioni y sus dirigidos podían conseguir el Torneo Clausura, la Copa Libertadores y la Copa Argentina. El campeón invicto llegaba al epílogo del campeonato doméstico con chances pero tropezó. Primero con Banfield y después frente a Arsenal que le brindó una clase de fútbol y táctica en la mismísima Bombonera. Lo goleó tres a cero y se encaminó al título conseguido luego en la última fecha contra Belgrano de Córdoba.
Sin dudas que no poder ser bicampeón sacudió a los actores. En especial al principal, Juan Román Riquelme. El enganche jamás confió en el entrenador. Si no basta recordar el escándalo en Venezuela que derivó en la renuncia de Falcioni al cargo. Pero el presidente Angelici convenció al DT para que revea su postura y siga en el cargo. El mensaje fue claro. La dirigencia estaba con el entrenador y no con Riquelme.
El andar del xeneize en la Copa Libertadores era sólido. No le sobraba nada pero tampoco le faltaba. De hecho en semifinales eliminó a Universidad de Chile, tricampeón de aquel país y de la Sudamericana.
Pero en la final contra Corinthians todo cambió. El gol de Romarinho faltando poco para que finalice el partido de ida abrió una herida que no cerró para la revancha en Brasil. Al contrario. Se abrió y profundizó. Las horas de la previa fueron intensas.
Roncaglia, vendido a la Fiorentina, se negó a jugar por no estar de acuerdo con el seguro contratado por si le sucedía algo en el partido. Angelici actuó correctamente al decidir que no viajaba. Pero apareció Riquelme. Amenazó que no iba nadie si el defensor no subía al avión.
El presidente asintió pero sabía que esa era la última vez que el diez iba a alterar los planes. Y si algo faltaba para ahondar el mal clima, el propio hermano de Riquelme en su cuenta de twitter aseguraba que finalizado el partido una "bomba" iba a estallar. La decisión estaba tomada de los dos lados. Los dirigentes y Falcioni no querían a Riquelme y el ídolo del club tampoco a ellos.
Quizás ese fue uno de los motivos por el cual Boca jugó una de sus peores finales disputadas. Sin actitud y con demasiados errores. Sólo contó con una situación de gol y brindó todas las facilidades para que su rival gane por primera vez en su historia un título internacional.
Después vendría la mirada fulminante de Angelici sobre Riquelme a la salida del vestuario y las causas explicadas por el jugador para no vestir más la camiseta azul y oro.
"No voy a continuar, amo este club, quiero mucho a los hinchas y estaré agradecido porque soy y seré hincha de Boca, pero me siento vacío", afirmó. Final de una historia donde los protagonistas nunca se llevaron bien pero apuntaban a un triple objetivo. Ahora solo queda uno.
La Copa Argentina contra Racing en agosto. Pero el presente y futuro es otro en Boca. Falcioni tiene el poder absoluto sin Riquelme. Por eso también decidió "limpiar" a los amigos de él. Clemente Rodríguez, Erbes, Viatri no serán tenidos en cuenta por el entrenador.
Su idea es volver a darle el liderazgo a Erviti como sucedió en Banfield y jugar sin enganche. Retornar al 4-4-2 que tanto resultados le trajo. De hecho el campeonato conseguido con Boca jugó la mayoría de los partidos con ese esquema y mal no le fue. Riquelme había participado en menos de la mitad de los partidos.
Para muchos con la salida de Riquelme Boca perdió más de lo que ganó. Para otros ahora comenzará una etapa de recambio. El tiempo le dará la razón a alguna de las dos posturas.
*Periodista. Director Técnico Nacional de Fútbol
| 
