(GEI/AEN) – La vitamina C es una molécula que produce numerosos efectos en todo el organismo: está relacionada con la cicatrización y la integridad de los vasos sanguíneos, pero también tiene la capacidad de combatir la oxidación excesiva de los tejidos, facilitar la absorción de hierro e intervenir en la función de los linfocitos y otras células protagonistas del sistema inmune. Una de las propiedades es su capacidad para oxidarse y convertirse en ácido dehidroascórbico. “Se trata de un mecanismo parecido al de un chaleco antibalas: si puede recibir el impacto de una bala, luego protegerá al cuerpo de ese daño. Cada molécula de esta vitamina tiene la capacidad para ‘recibir’ y ‘absorber’ el poder oxidante de las sustancias producidas durante una infección o un proceso inflamatorio”, afirmó el doctor Alejandro Ferrari, Docente de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Antecedentes Fue James Lind, médico escocés, quien investigó e identificó que los marinos que se embarcaban en travesías largas tenían altas probabilidades de morir durante el viaje debido al escorbuto. Esta enfermedad se caracteriza por hemorragias alrededor de los ojos, bajo las uñas y en los músculos del cuerpo, por infecciones, aflojamiento de los dientes y mala cicatrización de las heridas. Por el contrario, cuando la travesía duraba apenas unas semanas, ninguna de estas manifestaciones aparecía. Lind constató que uno de los factores que se modificaban era la dieta, a medida que los alimentos perecederos se agotaban y daban paso a un consumo de conservas. Supuso que la alimentación debía ser incorrecta, e intentó enriquecerla con: sidra, vinagre, naranjas, limones. Quienes consumían los cítricos se recuperaban del escorbuto, resolviendo el enigma nutricional. Unos 200 años después, Sir Walter Norman Haworth recibió el premio Nobel de química por dilucidar la estructura del ácido ascórbico, llamado así por su capacidad para revertir la sintomatología del escorbuto: la vitamina C. Un desarrollo argentino Luego la industria comenzó a incorporar la vitamina C en otros medicamentos y alimentos, pero luchaba contra la rápida oxidación de esta molécula. La vitamina C se degrada rápidamente en contacto con el oxígeno y pierde su poder. Afortunadamente en 201, unos científicos argentinos del Centro de Desarrollo de la empresa Danone en Argentina consiguieron producir una formulación líquida de vitamina C que no se degrada en contacto con el aire, e incorporarla en un producto lácteo. Gracias a un sistema de ‘encapsulado líquido’, consiguieron rodear al ácido ascórbico con una matriz soluble en agua que impide que se degrade, pero le permite desempeñar su función en el organismo y puede emplearse como aditivo alimentario.
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