(GEI) –A nivel mundial, el número de personas con capacidades diferentes se aproxima a los 650 millones, cifra que representa el 10% de la población global. Históricamente, los niños discapacitados fueron estigmatizados desde su nacimiento y por ello estuvieron propensos a ser víctimas de la exclusión, el ocultamiento, el abandono o la reclusión. No obstante, y con el correr de los años, desde los gobiernos, las familias y comunidades se han desarrollado acciones tendientes a la inclusión y no discriminación de las personas con algún tipo de discapacidad física o mental.
La Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidades (CDPC) que en mayo de 2008 entró en vigencia, representa una extraordinaria iniciativa tendiente a reconocer a los discapacitados como miembros activos e igualitarios de la sociedad. La CDPC defiende el goce pleno por parte de todas las personas con discapacidades de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en condiciones de igualdad y destaca la importancia de las intervenciones en los primeros años de vida así como la inclusión temprana de niños discapacitados al sistema educativo.
Espacios de integración
Las escuelas especiales, son uno de los organismos que históricamente han trabajado en este proceso. Se trata de aquellos establecimientos que atienden las necesidades de niños y jóvenes con capacidades diferentes. Estas escuelas abordan la problemática particular con una metodología y una didáctica especial, y en equipo interdisciplinario que incluye a profesionales de distintas áreas como: fonoaudiólogo, musicoterapeuta, kinesiólogo, psicopedagogo, psicólogo, laborterapeuta, médico o psiquiatra, dependiendo de la institución que se trate.
Por otra parte, se encuentran las instituciones integradoras, que son escuelas comunes que siendo públicas o privadas, del nivel inicial, primario o secundario aceptan matricular alumnos con habilidades especiales, con discapacidades incluyéndolos en la totalidad de la currícula o en aquellas asignaturas que se juzgue pertinente según la dificultad del alumno.
Sin embargo, suele suceder que una vez que el niño cumple su ciclo académico, nuevamente vuelve a enfrentarse con el problema de la inclusión dentro de la sociedad. En este contexto y teniendo como principal centro de atención a los sujetos, surgen entidades que apuntan a la creación de lugares ocupacionales para personas con discapacidad en edad adulta. Esos espacios, conocidos como Talleres Protegidos, constituyen un avance hacia la construcción de una nueva concepción de la persona con discapacidad, y en consecuencia de su plena integración.
Trabajo Protegido
Es el que se desarrolla bajo condiciones especiales en talleres, cuya regulación está específicamente establecida por la Ley 24.147. En general el acceso a esta modalidad laboral está reservado para aquellos trabajadores cuya patología y edad no les permita desempeñar tareas competitivas o independientes, aunque la norma legal prevé que en algunos casos luego del taller protegido pueden ingresar a otro tipo de actividad laboral, lo que es una meta a alcanzar en todos aquellos casos que sea posible.
Se considera Taller Protegido de Producción, a la entidad estatal o privada bajo dependencia de asociaciones con personería jurídica, y reconocidas como de bien público, que tengan por finalidad la producción de bienes y/o servicios, donde una planta de empleados concurra diariamente, desarrolle un trabajo en un horario establecido. Es de este modo que los “operarios” reciben una beca con la cuál se remunera su trabajo.
En la actualidad, en la provincia de Buenos Aires hay más de 180 Talleres que desarrollan las más variadas actividades productivas como venta de insumo de papelera, bolsas de residuos, elaboración de cepillos, plumeros, productos panificados, producción de mermeladas, pan casero, prepizzas, budines, pan dulce, cuadros, telares, tarjeteria, bijouterie, tejido, crochet, trabajos en serigrafía y almanaques.
En los cuales cada sujeto que allí se desarrolla de forma profesional tiene un rol fundamental como parte de la cadena productiva. Es por ello que mientras una muchacha cuenta bolsas, otro las corta manipulando una maquinaria, uno las empaqueta y otro las distribuye o vende. Creándose, de este modo una cadena de trabajo y colaboración que permite el desarrollo de otra aptitudes en los talleristas.
Otras historias
Sin embargo, la tarea de estas instituciones no termina allí, en la búsqueda de un oficio para la inclusión laboral. Por lo general, los objetivos de dichos establecimientos son: promover y lograr la inclusión social de las Personas con Discapacidad, defender los Derechos de las Personas con Discapacidad y fomentar la generación de oportunidades laborales para Personas con Discapacidad, donde se colabore a empoderar a los jóvenes para la construcción de su proyecto personal.
Es así como la figura del operario o empleado se desdibuja en los talleres y surge el sujeto más humano, el que tiene un nombre y apellido; un rostro y una historia particular. Donde se conoce de vidas sinceras y preocupadas por brindar bienestar y cariño. Por mostrar su sabiduría y conocimiento de esta vida que en la vorágine cotidiana queda relegada y olvidada sólo por el hecho de tener capacidades diferentes. Y por conseguir más espacios que los integren y acepten desinteresadamente. Es por eso, que la real inclusión se consigue con el trabajo diario.
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