YPF volvió a manos del Estado. Con más de dos tercios de sus miembros, la Cámara de Diputados convirtió en ley la expropiación del 51 por ciento de las acciones de la petrolera en manos de la española Repsol. El proyecto del Gobierno que también declara de “interés nacional” la recuperación del autoabastecimiento energético y desde la exploración hasta la comercialización de hidrocarburos cosechó 208 a favor, 32 en contra y 5 abstenciones. Un respaldo abrumador al que aportaron los diputados kirchneristas y sus aliados más fieles –Nuevo Encuentro, el Frente Cívico santiagueño y el interbloque que comanda el Movimiento Popular Neuquino–, la mayoría del radicalismo, todo el Frente Amplio Progresista, Proyecto Sur, un puñado de cívicos y peronistas federales, varios bloques provinciales y monobloques. En contra sólo se pronunciaron el macrismo y la mayoría del peronismo anti-K. Elisa Carrió lo hizo por la abstención, igual que su ex socia política Graciela Ocaña.
Cuando el tablero electrónico marcó el resultado, los diputados oficialistas se mezclaron en abrazos y desde los palcos estalló la Marcha Peronista. Diputados había sellado la anunciada recuperación del control estatal sobre YPF, unas de las compañías emblemáticas del desarrollo productivo en manos del Estado hasta su privatización, en medio de la ola neoliberal que dominó el país en la década del ’90.
Luego, el oficialismo le cerró el camino a cualquier modificación al texto de la media sanción del Senado y votación del articulado a mano alzada volvió a mostrar un recinto dividido entre oficialistas y sus aliados por un lado y a la ya raleada oposición por el otro. Los diputados del PJ disidente ya habían abandonado sus bancas, igual que hizo el radical Oscar Aguad antes de la votación. Elisa Carrió había hecho lo mismo después de pedir al presidente de la Cámara, Julián Domínguez, que diera vista al fiscal de turno para investigar la responsabilidad de los funcionarios del Gobierno en el vaciamiento de YPF, según lo que denunció el jefe de la bancada radical, Ricardo Gil Lavedra, en el recinto. Lilita se ganó el abucheo que bajaba de las gradas, a lo que respondió parafraseando a Raúl Alfonsín tras el levantamiento militar de Semana Santa del ’87: “Felices fiestas, la casa está en orden”.
El cierre de los presidentes de las bancadas sintetizó las posturas partidarias expuestas a lo largo de dos jornadas, 20 horas de debate y casi 200 oradores en una discusión cuya suerte ya estaba sellada. Cerca de las 21, Agustín Rossi fue el encargado de clausurar el debate como jefe del bloque oficialista. Desde la presidencia, Domínguez lo anunció como si se tratara de un boxeador que iba a enfrentar los cuestionamientos que durante varias horas lanzaron desde los bloques opositores.
Ovacionado, El Chivo agradeció “el aliento y los aplausos” y le dedicó sus primeras frases a la tribuna. “Con aplausos o con huevazos siempre defendimos las mismas ideas”, soltó Rossi en referencia a la agresión con que los ruralistas lo sorprendieron en su provincia en plena confrontación por la 125. “Estamos aquí porque la Presidenta tomó la fuerte decisión política de nacionalizar la principal empresa petrolera de la Argentina”, agregó. Después devolvió golpe por golpe las críticas opositoras.
“Algunos cuestionaron por qué ahora y no antes”, arrancó Rossi. “Lázaro Cárdenas nacionalizó todas petroleras de México en su cuarto año de mandato. Yrigoyen crea YPF en el final de su gobierno. ¿Se lo puede criticar por eso?”, siguió y se preguntó para defender el momento de la decisión de CFK. Después de repasar las decisiones más importantes de los nueve años de gobierno kirchnerista, Rossi afirmó que el proyecto va a “cambiar un paradigma, que el petróleo ya no es commodity sino consumo básico para el crecimiento del país” y aseguró que tras la declaración de interés nacional el autoabastecimiento energético, la exploración, producción, transporte y comercialización de hidrocarburos “todas las petroleras tendrán que cumplir con ese objetivo”.
Sostuvo que la “especulación financiera desbarata cualquier intento de crecimiento”, afirmó que Repsol “estaba en ese juego financiero” y que YPF “financió el crecimiento” de la petrolera española en todo el mundo. Luego defendió la constitución de YPF como una sociedad anónima, para “ser ágil” en un “mercado muy competitivo”. Citó a Raúl Scalabrini Ortiz para afirmar que en el kirchnerismo “no somos como el agua de estanque, no nos queremos pudrir”. Sobre el final, devolvió la gentileza de quienes acompañaron el proyecto porque “los partidos políticos opositores no son nuestros enemigos, nuestros enemigos son las corporaciones”.
Apoyo crítico
Ricardo Gil Lavedra defendió la postura de la UCR en “un intenso proceso de discusión interna, que no fue fácil, y que para algunos medios fue más importante que la propia ley”. Después detalló los “cinco ejes sustanciales” sobre los que plasmaron sus disidencias: sostuvo la “grave situación energética que compromete seriamente la economía y pone en riesgo su desarrollo” y vaticinó que “tenemos petróleo para once años y gas para ocho años”. “A la crisis se llegó después de que Menem privatizó YPF y las políticas seudoprogresistas de los Kirchner”, soltó el ex camarista federal antes de afirmar que “la famosa argentinización de YPF es un fraude”, denostó la “hipocresía de un relato épico” del oficialismo y concluyó que a pesar del apoyo radical al proyecto en general “no convalidamos la negligencia ni la corrupción”.
El FAP combinó su representación para manifestar su “apoyo crítico” al proyecto. “¿Estamos hoy estatizando YPF? No”, se preguntó y contestó Gerardo Millman, del GEN. El juecista cordobés Ernesto Martínez afirmó que “sufragaremos convencidos pero críticos” y reclamó al Gobierno que “asuma inmediatamente una política energética, si no la ley se transformará en un boomerang”. “Venimos con claridad y sin dudas a apoyar un proyecto que significa abrir la posibilidad de una mayor capacidad de decisión del Estado en materia de política energética, porque donde estén los intereses de la Nación, vamos a estar nosotros”, puntualizó el socialista Juan Carlos Zabalza.
Fernando “Pino” Solanas sostuvo que la ley “es un paso importante para recuperar la renta” petrolera, pero cuestionó que la intervención de YPF esté a cargo del “ministro responsable de pilotear ocho años de desastres”. Luego reclamó la “prohibición inmediata de las exportaciones”, “auditoría de todos los yacimientos” y “medidores para todos los pozos”.
“Apoyamos el proyecto con esperanza, que es cuando uno tiene problemas. Desde el punto de vista energético estamos en las malas, no en las buenas”, dijo Felipe Solá para respaldar la iniciativa del Gobierno y sumarse a muchos de los planteos de Solanas.
En contra
“YPF en un capítulo más de esta novela desastrosa”, dijo la macrista Laura Alonso para manifestar el voto en contra del PRO. “Este gobierno fue y es parte del saqueo de los recursos naturales. No vamos a convalidar con nuestro voto que siga esto en el futuro”, sentenció eufórica. Alonso habló envuelta en una bandera argentina, lo que le valió algunos comentarios poco amistosos de parte de los militantes kirchneristas.
Los peronistas federales dividieron votos y discursos. El dirigente sindical petrolero Alberto Roberti se encolumnó junto a otros dos compañeros de bloque con “la ley de recuperación del patrimonio de la empresa más importante de la Argentina” y sin “objeción alguna sobre los artículos”. Enrique Luis Thomas habló en nombre de los 17 que votaron en contra del proyecto y anunció que luego de la votación en general se retirarían del recinto ante la negativa oficialista de aceptar modificaciones al texto original. Ocaña, que forma parte del interbloque de los federales, se abstuvo.
Los cívicos de Carrió también votaron divididos. Lilita encabezó las abstenciones, mientras dos de sus dirigidos, Horacio Piemonte y Carlos Comi, lo hicieron a favor.
Tras doce horas de discursos, debates y cruces, el proyecto se transformó en ley. Desde las gradas desplegaron una enorme bandera con la figura del ex presidente Néstor Kirchner sonriente y levantando su pulgar. Fue el telón de cierre para una de las medidas más trascendentes del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
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