Por Javier Lewkowicz “Un paso más en la recuperación de la gobernabilidad de la economía argentina.” Así califica el economista Aldo Ferrer la decisión del Gobierno de expropiar el capital de Repsol en YPF y estatizar la petrolera. En diálogo con Página/12, el embajador argentino en Francia, de paso por Buenos Aires, ubicó la medida sobre YPF en la línea de la recuperación de la política cambiaria, la estatización del sistema previsional y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, todos avances en la búsqueda de la soberanía perdida en manos del neoliberalismo, explica. Ferrer resaltó el rol científico-tecnológico que YPF debe volver a tener y aseguró que los capitales interesados en realizar las inversiones necesarias junto a YPF para desplegar una política exploratoria agresiva van a aparecer. También destacó la potencialidad de los recursos propios derivados del ahorro interno.
–¿Cómo evalúa la intención del Gobierno de expropiar a Repsol y recuperar para el Estado la conducción de YPF?
–Creo que es una decisión correcta. La venta de YPF fue una de las peores medidas tomadas por el Estado neoliberal. En esa etapa se enajenaron herramientas fundamentales de la política pública. Brasil, por ejemplo, preservó el ejercicio de su soberanía, nosotros la entregamos. Entre esas entregas está la de YPF, con las consecuencias inevitables que conocemos. Como algunos lo advertimos en aquel momento, se verificó que las cosas no iban a andar bien. No sólo desde el costado específico de los hidrocarburos, sino también desde el punto de vista científico y tecnológico. Extranjerizar ese sector fue un retroceso muy grave. Este es el epílogo de un largo camino que llegó adonde tenía que llegar.
–Usted suele remarcar la diferencia entre el Estado neoliberal y el Estado nacional. ¿Cómo se inserta esta medida en ese esquema?
–La decisión es importante porque es un paso más en la recuperación del Estado nacional. En el período neoliberal se maniató al Estado para someterlo a los intereses privados, a la especulación financiera, que provocó el endeudamiento, desindustrialización, aumento en el desempleo, pobreza e indigencia. Desde la salida de la crisis reaparece el Estado nacional. Del mismo modo que la recuperación de la capacidad para hacer política monetaria, el manejo del tipo de cambio, la reforma del sistema previsional y la modificación del rol del Banco Central, YPF es un paso muy importante en la reconstrucción del Estado nacional. En el escenario mundial está claro que a los países que les va bien son aquellos que tienen fuertes políticas nacionales. El Estado neoliberal busca desmantelar la política pública para que no se puedan tomar medidas de transformación en un país en desarrollo como el nuestro. Se está recuperando la gobernabilidad de la economía argentina. Pienso también que la reparación del Estado nacional requiere de sólidos equilibrios macroeconómicos, en el plano fiscal y externo.
–¿Qué espera de una nueva YPF estatal?
–Espero que se amplíen las reservas de hidrocarburos y la producción, que haya un esfuerzo para fortalecer el acervo científico de la firma y poder vincularlo al resto de la sociedad. Hay que recordar que el desarrollo es la capacidad de gestión del conocimiento. Esa dimensión científico-tecnológica es fundamental. Desde el punto de vista financiero, hay infinidad de posibilidades de conseguir recursos del exterior, ese aspecto no es el más complejo. Pero también se pueden hacer las inversiones con recursos propios. Si lográramos frenar la fuga de capitales, tendríamos el dinero para aumentar la extracción de hidrocarburos. Hay que tener en cuenta que el ahorro interno es la principal fuente de desarrollo económico del país. Esto no es para volver a la YPF que en muchos aspectos fue negativo, sino para recuperar la YPF del pasado que tuvo muchos aspectos positivos. Hay que tener cuidado con los manejos corporativos en la firma.
–¿Qué recursos deberían utilizarse para afrontar el pago de la indemnización?
–Me parece que no es el aspecto más importante. Será con recursos propios o alguna otra variante. El monto a pagar se resolverá por las vías que están previstas.
–Como sucedía en la convertibilidad ante una potencial devaluación, hay sectores que aseguran que esta decisión hace de la Argentina un país poco creíble, que nos aísla del mundo y ahuyenta inversiones. ¿Cómo analiza la vigencia de ese planteo, cuando en alguna medida ya quedó refutado por el propio proceso de recuperación económica de los últimos años?
–Sucede que este tipo de decisiones confronta visiones de país. Desde la perspectiva de Raúl Prebisch de centro-periferia, algunos sectores tienen la idea de que nuestro país se vincule al mercado mundial de forma subordinada. Todo gesto que vaya en contra de eso no es bien visto. Se confronta la visión neoliberal que concibe a la Argentina como un segmento del mercado mundial y la visión del Estado nacional, la de un país que tiene que afianzar su soberanía a través de la aplicación de políticas industriales y tecnológicas, entre otras. En el plano externo, a pesar de la presión de algunos actores internacionales, las cosas se van a encarrilar.
–En particular existe la idea de que la falta de condicionamientos a los capitales es un factor que en sí mismo atrae inversiones.
–Eso es parte de la literatura neoliberal. Un estudio reciente de la OCDE analiza las regulaciones a la inversión de China y Corea, las dos más severas, y también de Japón, que son todos países muy atractivos para la inversión incluso habiendo hecho políticas de captación de capitales en el marco de su política de desarrollo nacional. En el otro extremo está la Argentina, que tiene un nivel de extranjerización extraordinario, donde la inversión no generó desarrollo, aumentó la pobreza y la deuda externa. La inversión extranjera va hacia los países que ofrecen oportunidades de ganar plata, y se adapta a las reglas del juego que establece el Estado receptor. Si el Estado que fija las reglas tiene una política de desarrollo en el marco de un proceso de crecimiento, atrae a la inversión extranjera. Por otra parte, existe la idea de que el proceso de formación de capital en el país descansa sobre los recursos externos. Eso no es cierto, ya que más del 90 por ciento de la formación de capital se financia con ahorro interno. La literatura neoliberal está cada vez más desacreditada y se mantiene sobre la base de prejuicios y la fortaleza del sector financiero. Esto se demostró en la Argentina y en el mundo. Esa visión pierde la perspectiva de que estamos en un mundo global y que debemos comandar nuestra propia realidad, y que esa es una condición indispensable para el desarrollo.
–¿Cómo explica que gran parte de la sociedad argentina haya de algún modo acompañado un proceso de privatización inédito en el mundo como fue el de YPF?
–La explicación pasa por la carencia de densidad nacional, la falta de suficiente cohesión social en Argentina. Eso sucede por una serie de cuestiones. Una de ellas es la falta de liderazgos con una impronta nacional. Hubo una sucesión extensa de líderes con una visión de país periférico, vinculados a intereses transnacionales. En segundo lugar, en el siglo pasado tenemos el record mundial de debilidad institucional, y eso se paga. Entonces se implantó el pensamiento alienado, el pensamiento neoliberal en la dictadura. Fue a través del terrorismo de Estado. Y en los ’90, a partir de un gobierno legítimo.
Ese gobierno construyó el Estado neoliberal más ambicioso del mundo. No hay otro país que haya avanzado tanto, incluida la venta del petróleo. A la vez, existió una falta de pensamiento crítico. En definitiva, la falta de densidad nacional impidió tener un Estado al servicio del desarrollo. Eso explica que hayamos tomado cursos de acción tan negativos. En los últimos años se ha ido produciendo una cierta recuperación. Han emergido dirigencias con visión nacional, las instituciones mejoraron, existe pensamiento crítico con visión nacional mucho más fuerte y visible, como por ejemplo el Grupo Fénix. En definitiva, ha habido un fortalecimiento de la densidad nacional.
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