La funcionaria recordó las cadenas de mails que se difundieron durante noviembre alertando sobre distintas medidas restrictivas que implementaría el Gobierno. “Hasta de un corralito se habló. Lo más llamativo es que importantes empresarios se hayan dejado llevar por esos rumores”, recuerda la funcionaria, quien se jactó de que el Central “es la mejor consultora que hay hoy en la Argentina. Las proyecciones para el año próximo prevén un crecimiento de entre 4,5 y 7,5 por ciento, una cotización del dólar promedio en 4,62 pesos, además de un saldo excedente en el mercado cambiario del orden de los 9000 millones. Es más de lo que se tiene que pagar por la deuda”, señaló. Este año, el Central abonó 10.000 millones en deuda con privados y organismos multilaterales de crédito.
–¿Cuál considera que fue el motivo de la corrida cambiaria que se vivió en la última parte del año?
–Fue una combinación bastante compleja y explosiva de situaciones. Por un lado, una enorme incapacidad de gran parte de nuestra dirigencia para entender que la Argentina cambió estructuralmente y, por lo tanto, fue sensible a las campañas que se hicieron deliberadamente desde determinados sectores. Sectores interesados en tratar de tensionar y generar una mayor devaluación o hacer un daño con intencionalidad política. Me llamó la atención la cantidad de empresarios importantes, no de pequeños ahorristas desinformados, que creyeron todas las pestes que se decían desde las cadenas de mails, donde se hablaba hasta de corralito.
–¿Cree que fue una acción deliberada?
–Estoy convencida de que hubo animosidad. Algún viernes de noviembre uno veía las cadenas de mails y se decía: acá están tratando de hacerle daño a la Argentina. Entonces, nunca se sabe si están tratando de generar una profecía autocumplida o están convencidos de que en la Argentina podía suceder eso que decían. Nosotros estábamos tranquilos. Les podíamos decir a los bancos: “Si sus clientes les piden los dólares, se los pueden dar, porque las reservas que tiene el Banco Central son genuinas”.
–El peor momento fue en noviembre, cuando se implementaron nuevos controles a la compra, pero la dolarización fue una constante en buena parte del año.
–No fue un proceso que se inició en octubre. Esto venía desde mediados de año. Primero se dijo que la Argentina no era competitiva, después que devaluó Brasil y no era sostenible para el país. Luego se afirmó que después de las elecciones se venía un ajuste del tipo de cambio porque no era competitivo. Espero que de esto se haya aprendido.
–Es ya la tercera corrida que soporta el Gobierno: el lockout granario, la caída de Lehman y la última en noviembre.
–Esta fue muy distinta. En la de 2008-2009 hubo mucha salida de la cuenta capital, porque lo que se exhibió fue un cambio en la composición de portafolios. En este caso fue más vinculado con la compra de billetes. La otra tenía mucha más ponderación en lo que era transferencia al exterior.
Por eso no hablamos en este caso de fuga de capitales, porque la parte más importante de esos dólares que se compraban se quedaron en la Argentina. Uno decía inercialmente: tiene que pasar la cultura del ahorro en dólares, pero va a pasar mucho tiempo para eso. A veces, hay que forzar los cambios.
–¿De qué manera?
–Por ejemplo, la implementación de los controles a la compra de dólares. En ese momento, nos decían que se iba a caer el negocio inmobiliario o el turismo, y esas operaciones hoy se hacen en pesos. Ese es un paso hacia adelante para la pesificación de la economía. No sólo hay que demostrar que este es un país que cambió, también hay que forzarlos con medidas de otro tipo y ésta, tan sencilla, de demostrar la capacidad patrimonial para la compra de dólares para atesoramiento, tiene efectos virtuosos para el resto de la economía argentina.
–La corrida afectó el nivel de reservas. ¿Complica la situación para el año próximo?
–Hasta septiembre efectivamente el Banco Central tuvo que salir a vender dólares porque había una formación de activos (en divisas) de 3000 millones de dólares. Eso generaba un drenaje de dólares que tuvimos la capacidad de enfrentar, pero sabíamos que estaba provocándose por una cuestión de expectativas que no se condecían para nada con los fundamentos de la economía argentina. Obviamente, si no hubiésemos tenido la necesidad de salir a cubrir la demanda para formación de portafolio en dólares hubiésemos terminado con más dólares. El tema es que las reservas no se acumulan porque sí, no son un objetivo. El mejor uso que se pudo hacer en 2010 y 2011 fue el desendeudamiento. Las usamos y las recuperaremos.
–¿Prevé una recuperación de reservas que permita afrontar los vencimientos de deuda de 2012?
–Prevemos para este año que el mercado único y libre de cambio va a generar un excedente del orden de los 9000 millones de dólares, que es más de lo que se tiene que pagar por la deuda. De esta manera, terminaremos con un nivel neutro de reservas respecto de este año. Para ello proyectamos un saldo comercial que va a ser nuevamente superavitario.
–¿No existe posibilidad de una mayor restricción externa para el año próximo?
–No estamos viendo tensiones del sector externo el año próximo. Es cierto también que los equilibrios siempre se logran a través de distintas políticas: mayor industrialización, aumento de las exportaciones y con políticas de administración del comercio. También se busca generar condiciones para una mayor reinversión de utilidades.
–Muchos sectores industriales sensibles se quejan de que el tipo de cambio no es suficientemente competitivo.
–¿Es por el tipo de cambio o porque hay desaceleración económica en muchos otros países, por lo que se cierran muchos mercados, y hay saldos exportables para colocar como sea de cualquier lugar? En ese último caso no hay política de cambio que lo equilibre. Para eso hay políticas de protección comercial. Hacemos el esfuerzo para que se piense la competitividad más allá del tipo de cambio. Es cierto que hay muchas situaciones de productividad y precios internacionales distintos. Por eso hay que buscar distintas políticas para resolverlas.
–¿El cálculo de crecimiento del año próximo, previsto en el Programa Monetario, en qué se sustenta?
–Estamos viendo un crecimiento superior al promedio, gracias a los precios de los principales productos de exportación, con un soporte donde no se puede esperar una baja sensible. Los datos de fondo, como es el mercado interno, van a seguir siendo un factor fundamental. Mientras se reconoce en el mundo que la crisis es un problema de demanda, lo que estamos garantizando para 2012 es sostener la demanda interna, a partir de mayores políticas y mecanismos de integración productiva.
–¿Se va a trabajar en una nueva arquitectura financiera regional?
–Eso está planteado en los ejes de la agenda de la Unasur, con el grupo de integración financiera donde el Banco participa, y que tiene varios ejes. Uno es la creación del Banco del Sur y el otro tiene que ver con la potenciación de los sistemas de pago en moneda local. Además, se busca avanzar en el aprovechamiento de mecanismos que ya existen, como puede ser el Aladi –sistema de créditos y pagos recíprocos– y que está subutilizado. Nos parece un instrumento muy potente para incentivar el intercambio intrarregional. También está la discusión acerca de la generación de fondos de reservas comunes de la región.
–Hoy en el mundo se discute el rol de los bancos centrales. ¿Están dadas las condiciones para una reforma de la Carta Orgánica que contemple otros objetivos para el organismo, además de mantener la estabilidad monetaria?
–Creo que sí. Hacia adelante, es una discusión que tenemos que dar. Es dejar en la letra legislativa lo que en definitiva se viene haciendo en la Argentina. La letra de la Carta Orgánica fue escrita sobre la base de otro proyecto para la Argentina. Nuestro desafío no es menor: demostrar que otra política monetaria y cambiaria, al servicio de otros objetivos, es posible.
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