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02/11/2011
Análisis

El presente que construyeron los votos


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Por Roberto Follari, Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo. "Estábamos tan bien y llegaron los Kirchner." Eso piensan las oposiciones (es decir, muchos medios y variados políticos, más alguna "gente bien" y cierta clase media) cuando contrasta el presente con el tiempo anterior. Y,
para colmo, los K llegaron para quedarse. Es lo que se ha constatado en la última elección, aunque ya Néstor no esté para vivirlo....


Es que, como ha teorizado Ernesto Laclau, gobiernos como el actual modifican
las reglas de juego y la identidad de todos los actores políticos. No se
puede ser indiferente, no se puede jugar de taquito, no se puede distraerse
de la política. Hay decisiones, hay la asunción de cambios con los
conflictos correlativos, hay modificaciones de la relación de fuerza entre
el poder gubernamental y los muchos poderes corporativos (Iglesia, Fuerzas
Armadas, dueños de los medios, geopolítica imperial, grandes empresarios).


No hay paz ni sosiego; con este gobierno pasan cosas. Por eso Mariano
Grondona pidió hace tiempo que volviera un gobierno de "gente normal". Es
que gran parte de la sociedad vivió como normal que los gobiernos fueran
títeres del poder económico y que "no se sintieran", dado que no gobernaban,
apenas administraban las decisiones del gran poder económico.


Un gobierno en serio es un gobierno que hace olas, que plantea conflictos;
los demás son "lo normal", los gobiernos de la sempiterna decadencia
argentina, los de Menem y De la Rúa. Por eso hay "crispación" y
"Cris-pasión"; por eso la primera aumenta y correlativamente se afianza la
segunda. La crispación que los medios hegemónicos han mostrado ante el
triunfo rotundo e inobjetable de Cristina en las urnas, hasta llegar al
exabrupto de Nelson Castro diciendo por TV -no cito textualmente- que Néstor
Kirchner murió por enfermedad de poder.


Todo irrespeto parece posible a la desesperación de las oposiciones. Esas
que, entonces, prefieren absurdamente los tiempos de la deuda externa
incesante, los ajustes permanentes, las bajas de salarios, la esclavitud
ante el FMI, el "que se vayan todos", a estos "anormales" tiempos actuales
de derechos crecientes y consumo en ascenso.


Intolerancia


Hay quienes aún sostienen esa oposición cerril de "me cae mal la Presidenta",
que se acompaña con ademanes de rechazo y con nula argumentación. Muchos (y
muchas, sin duda) no toleran una presidenta bella, elegante, con capacidad
política y extraordinariamente inteligente, además de madre en una familia
que aparece bien avenida. Es demasiado, como Sandra Russo señala en su
libro. Es mucho en una sola persona y para colmo mujer, en quien además
trabaja, produce, lucha, actúa, no se detiene, en un vértigo de actividad
sólida e incesante.


A ese sentimiento de "normalidad" habitual en favor de los gobiernos que
desgobiernan y al rechazo de piel, se ha sobrepuesto la Presidenta. De una
sana manera: mostrando a muchos argentinos que con ella les va bien, y que
con otros les iría mucho peor. Eso ha sido todo. Las oposiciones, ciegas
tras la efímera victoria de la 125, se confundieron y creyeron que hablar
mal del Gobierno bastaba para promover una opción. Pero la población no come
vidrio y descree de los apóstoles del apocalipsis, que han tenido en la
insólita Carrió a su principal mentora.


Firmeza


El Gobierno está firme, entonces, y lo apoyan incluso muchos que no
comparten su ideario, pero que admiten la evidencia de que estamos ante un
gobierno sólido, que no vacila frente a la crisis internacional ni carece de
peso institucional frente a las presiones mediáticas o financieras. A este
gobierno no le pasará lo de De la Rúa, todos lo saben.


Las oposiciones, mientras, deberán renacer de su fracaso. Todas juntas son
menos que los votos presidenciales, de modo que llamar "segundo" al FAP es
un desliz del lenguaje; está a años luz del Frente para la Victoria. De
cualquier modo el FAP ha avanzado mucho sobre sus logros en las primarias.
Si se mantiene el tono de Binner anterior a las estridencias de la campaña
electoral, quizá tengamos por fin una oposición y no un mar de cocodrilos en
ataque feroz y constante al Gobierno. Para eso, el santafesino deberá
imponerse a sus flamantes aliados, esos que no pueden disimular que su
ideología es más cercana a su anterior candidato Solanas que a la
socialdemocracia binnerista. Y habrá que ver cómo se sostiene esa alianza, a
todas luces exclusivamente electoral y que reúne tradiciones fuertemente
alejadas entre sí.


Papelón


Más abajo está el radicalismo, que aún no se recupera del desastre
electoral. El cual es menor que el desastre identitario, el papelón de una
alianza luego truncada (¿y trucada?) con De Narváez, la Marcha Peronista
cantada en los actos partidarios, la apelación mendocina a quitar a Alfonsín
de la boleta expuesta a gritos y sin pudor. Es más, en Mendoza también los
intendentes intentaron desdoblar su elección, tanto de los candidatos
nacionales como del candidato a gobernador. ¿Cómo se vuelve de ese "sálvese
quien pueda", de la ferocidad del "todos contra todos"? El radicalismo ha
ganado intendencias, pero va empezando a parecer un múltiple partido
vecinal.


Los que quieran aliarse ahora con el socialismo, se enfrentarán -desde la
UCR- con algunos problemas. Uno será convivir con Libres del Sur o con De
Gennaro, lo cual sería bastante incómodo para ambas partes. Otro, tener que
ir de segundones, pues es obvio que ahora quien más votos sacó fue Binner, y
sólo una imperdonable ingenuidad haría que los socialistas regalaran a la
UCR, por ejemplo, una "interna", para posibilitar que los radicales ganaran
el liderazgo de una potencial alianza.


Derechas


El peronismo de derechas (autodenominado "federal") ya es residual en lo
cuantitativo. El peronismo es hoy lo que conduce Cristina. El que esté fuera
será furgón de cola del PRO, como máximo, y perderá toda identidad
peronista. En cuanto al PRO, podría obtener estructura nacional de ese
"peornismo" -como lo llama Horacio Verbitsky-, pero no un apoyo electoral
importante. Y no en todos lados se encuentran personajes como Del Sel, y hay
que mantener a los Del Sel callados para que no manifiesten incongruencias e
inconveniencias. En una palabra: para que Macri se convierta en figura
nacional, aún falta bastante.


El gobierno nacional tiene -por todo lo dicho- una gran oportunidad
histórica, que deberá asumir con energía. El talante de Cristina Fernández
parece garantizar que se irá más lejos en medidas populares como las que
caracterizaron estos tres últimos años.


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