Al llegar al establecimiento escolar escuchó un gran griterio, y temiendo que se halla escapado el león del Zoológico Municipal, sacó el "cortito", dejo los tetrabricks en el suelo, y se enrollo la bolsa de nylon en la mano, entrando al patio principal con ganas de hacer promesas como algún Secretario Municipal en la fiesta de la Reina de la Primavera. Lo que pudo observar lo dejo anonadado como estanciero con el triunfo de Cristina.
En un rincón del aula se encontraban la directora y cuatro maestros ( los otros doce docentes estaban con tareas pasivas y se encontraban repartiendo libros en la Biblioteca).
Los maestros habían volcado el escritorio, atrincherándose, y emulando John Wayne en la película El Alamo y tratando de resistir con cuatro tizas, dos poemas de Neruda, agua bendita y un crucifijo similar al de la película "El Exorcista".
En tanto, una veintena de preadolescentes se preparaban para dar el asalto final con una copia del Estatuto Docente como prenda de rendición y que tenia las hojas gastadas de buscar artículos por licencia.
Los alumnos tenían como objetivo tomar definitivamente el aula y luego tratar que antes de las 48 horas otros salones reconocieran su soberanía y así poder mandar sus embajadores a otros establecimientos escolares en rebeldía.
Mientras tanto, en la esquina más cercana se amontonaban las madres de los insurrectos, para darles apoyo y por la ventana les alcanzaban algunas viandas que contenían milanesas y botellas de gaseosas, para que sus hijos tengan el almuerzo y la cena por si la batalla se extendía por tiempo indeterminado.
Mientras tanto, las madres conversaban animadamente sobre el horror de los dichos de la Alfano sobre el Almirante Massera y rogaban que la televisión pueda ser un poco más educativa con algunos programas más de chismes y bailes en el caño.
El Pirincho retrocedió y se fue corriendo al mástil para salvar la enseña patria, pero justo lo despertó los gritos de su fiel esposa la Eulalia y luego de cinco minutos se dio cuenta que todo era un mal sueño...
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