Olivier Blanchard, economista jefe del FMI, fue el encargado de presentar el Panorama Económico Mundial que cuestiona a la Argentina.
El Fondo Monetario Internacional destacó ayer que Argentina crecerá 8 por ciento este año. Es la cifra más alta de la región, y a nivel mundial sólo la supera China. Sin embargo, los técnicos del organismo multilateral dejaron en claro que no pierden las mañas, y en una nota al pie de su Panorama Económico Mundial desacreditaron las estadísticas oficiales del Indec, usadas como insumo para ese informe. “Hasta tanto mejore la calidad de los datos reportados, el personal del FMI utilizará también otros indicadores alternativos de crecimiento del PBI e inflación para el seguimiento macroeconómico, entre los cuales se incluyen estimaciones de analistas privados”, advirtió. “Lo importante no es lo que digan afuera, lo importante es que nuestra gente haya podido incorporar más consumo”, les respondió el ministro de Economía, Amado Boudou, quien el viernes participará de la asamblea anual del organismo en esta ciudad.
La sede del FMI se ubica a sólo 200 metros de la Casa Blanca, en una zona coqueta donde la crisis que vive Estados Unidos pasa inadvertida entre rascacielos espejados, locales de primeras marcas y autos último modelo. Los preparativos de la asamblea transcurrían ayer con tranquilidad, hasta que la burocracia del Fondo calentó la previa con un duro cuestionamiento a las estadísticas oficiales argentinas. No es la primera vez que la entidad siembra dudas sobre las cifras del Indec, pero hasta el momento se había limitado a incluir en sus informes una nota al pie donde informaba que los números del PBI y la inflación eran más bajos que los aportados por estimaciones privadas y que estaba asesorando al Gobierno en la elaboración de un índice de precios nacional.
En esta ocasión, da por hecho que las cifras oficiales tienen falencias al afirmar que las autoridades se han comprometido a mejorar la calidad de las estadísticas, “de modo tal que la provisión de dichos datos se torne consistente con el cumplimiento de las obligaciones establecidas en el Convenio Constitutivo del FMI”. Después agrega que también comenzará a utilizar indicadores alternativos de analistas privados, pero no aclara de qué manera los incorporará al informe. El FMI no menciona que está realizando un asesoramiento, pese a que hace un año y medio le brinda asistencia técnica al Gobierno. En abril del año pasado, Nicolás Eyzaguirre, director del Departamento para el Hemisferio Occidental del organismo, reveló que habían acordado con el Gobierno el envío de una delegación para colaborar con el Indec en la elaboración de un índice de precios nacional. La primera misión llegó el 8 de diciembre y se reunió con directivos del Indec y economistas de consultoras privadas. En abril de este año arribó una segunda delegación que se dedicó a conocer cómo realizan las mediciones algunas provincias.
Después de aquellas visitas, el Gobierno informó que el IPC-Nacional recién estará listo en 2013, porque antes es necesario realizar una encuesta de gastos en los hogares de todo el país, la cual se concretará el año próximo. El FMI convalidó este cronograma, pues el 13 de julio su directorio difundió un comunicado donde se limitó a declarar que “recibió con agrado el compromiso formulado recientemente por las autoridades argentinas de trabajar estrechamente con el personal técnico del FMI para mejorar la calidad de los datos reportados por Argentina sobre el IPC-GBA”.
Ahora, en cambio, subió la apuesta, en lo que pareciera ser una presión política para apresurar los cambios, más que una decisión de sustituir las cifras oficiales. Eso sería un hecho inédito en la historia del organismo y tampoco garantizaría mayor precisión, pues las consultoras privadas dieron cuenta de una precariedad metodológica alarmante en los informes que presentaron ante la Secretaría de Comercio Interior. Otro dato a tener en cuenta es que el Fondo tampoco se caracteriza por la rigurosidad técnica. En 2003 pronosticó que la economía argentina crecería 3 por ciento y lo hizo 8,8 por ciento; en 2004 dijo que el techo era 5,5 y llegó a 9 por ciento, y así sucesivamente hasta la actualidad. Además, en los últimos años lo sorprendieron la crisis mexicana de 1994, la del sudeste asiático, la rusa, la de Brasil, la del este europeo y la de las hipotecas subprime de Estados Unidos.
La advertencia del FMI sobre las estadísticas expresa una disputa política que también se ve en el resto de las recomendaciones que el organismo incluyó en el informe que ayer presentó su economista jefe, Olivier Blanchard. En su análisis sobre las economías de América latina, el Fondo destaca que “la región se ha beneficiado de términos de intercambio y condiciones de financiamiento externo favorables”, atribuyendo exclusivamente al viento de cola el crecimiento de 6,1 por ciento del año pasado y el 4,5 por ciento que se espera para este. Luego advierte que la actividad está por encima de su potencial, agrega que “probablemente se justifique una mayor contracción monetaria en aquellas economías donde los riesgos de sobrecalentamiento parecen más inminentes (Argentina, Paraguay, Venezuela)” y remarca que “la consolidación fiscal debería continuar”.
En el único punto en que toma distancia de su tradicional prédica liberal es al reconocer que los controles de capitales podrían proporcionar cierto alivio temporal, dada la gran afluencia de divisas, pero aclara que “estas medidas no deberían reemplazar el ajuste macroeconómico necesario”. Las propuestas apuntan a desarticular los pilares macroeconómicos que permitieron atravesar la crisis financiera en mejores condiciones que las potencias desarrolladas, al tiempo que propone incorporar las herramientas recesivas que están hundiendo a Europa.
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