"Hasta existen bandidos rurales de guante blanco. Hace poco, detuvieron una banda que había robado 400 animales. El equivalente a varios millones de pesos. Tenían firlots truchos, recibían ganado para engorde. Y luego se iban con todo y dejaban el campo vacío.
Tuvieron negocios en Luján, Mercedes, Lobos y Trenque Lauquen. Era una red con una supuesta sociedad que no existía." En tiempos de Facebook, los ladrones en el campo incorporan GPS, falsificación de documentos, y hasta, se cree, poseen tecnología de con- trainteligencia para impedir que los radares localicen a los camiones de ganado, una vez que los roban.
Siempre hay alguien que conoce el paño: saben qué cotización tiene un par de espuelas, riendas, cuchillería, y rastras del gaucho -a veces incluyen plata y terminaciones en oro-. En los robos, embolsan lo que saben que tiene valor, el resto lo descartan.
Ahora bien, ¿quiere saber cómo actúa un bandido rural? Sencillo y, aún hoy, artesanal. Si usted es dueño de un campo, y alguien le pide permiso para pasar y le dice que viene a cazar pájaros. O se acerca un hombre a pedir agua, mientras sus compañeros dan círculos por la zona como revoloteo de águilas. Pare la oreja. Los ladrones chequean dónde está el ganado. A veces, los más atrevidos, hacen preguntas al cuidador para conocer los movimientos de hacienda. En la mayoría de los casos, son de la zona. Si no, usan GPS.
Aprovechan los días de lluvia que los dueños están dentro para dar el golpe. El barro y el agua cubren las huellas. "En la ciudad, vos podés darte cuenta quién tiene dinero con sólo ver la fachada de la casa. Pero en el campo, las chacras son todas parecidas.
Es por eso que, en más del 70% de los robos, los bandidos rurales tienen un en- tregador", advierte José Luis Quarleri, comisario inspector. Sabe el hombre del tema: es coordinador del programa de delito contra el campo en el noroeste de Buenos Aires y autor de dos libros con material de estudio sobre robo de ganado.
"Lo más llamativo que vemos es la facilidad con que falsifican documentos de traslado para animales. El sello del SENASA, al apretarse, debería cambiar de color. Pero nadie lo usa, con lo cual falsificar los documentos es algo habitual. El año pasado, tuvimos seis robos de ganado con más de 100 cabezas. Todos venían de la misma banda, que falsificaba los certificados de SENASA."
Para ponerse a tono con los bandidos rurales cibernéticos, el Ministerio de Seguridad y Justicia de Buenos Aires anunció el desembarco de un flamante equipo de la policía rural. Una superintendencia que centra, regula el trabajo de las regiones que operan en la provincia. "El cuerpo tendrá móviles camuflados y uniformes de policía color verde y arena para ocultarse entre la maleza con mayor facilidad", explicaron en la presentación. En las fuerzas, sin embargo, algunos interpretan que el anuncio tiene sabor a poco.
Sergio Sánchez, comisario de la supervisión de delitos contra el campo de la provincia de Buenos Aires, tiene un proyecto de seguridad contra bandidos rurales que incluye chips, cercos eléctricos conectados a una central de seguridad y aviones patrulla con tres cámaras -una color, otra infrarroja, y otra en blanco y negro que transmite a tiempo real- manejados a control remoto. "Desde hace diez años se utilizan los chips en las vacas con fines sanitarios. Allí están los datos de vacunación y hasta el dato del propietario. Pero se emplea sólo a nivel privado.
En la administración pública aún se maneja su identificación por la marca y la señal exterior, como parte de una ley del código rural de más de 20 años.
Es necesario unificar todo en una base de datos nacional con todos los chips del ganado no sólo a fines sanitario, sino para ejercer el control del robo", dice Sánchez. Y ya piensa en grande: "Tenemos un proyecto para hacer corrales eléctricos que envíen una señal a la policía si alguien corta el alambre.
Nuestro país construye unos aviones a control remoto, que servirían para controlar esta clase de delitos. Una vez que el corral eléctrico detecta la intromisión, la policía envía el avión a ver qué sucede. Por último, dadas las características, llegan las patrullas y fin de los bandidos rurales." En tierra del bife, los delitos pequeños en el campo ya ni se denuncian. "Es parte del folklore popular", se encoge de hombros un comisario. "Hoy en día, llevarse una vaca para el asadito, es como para un chico robarse unos caramelos del kiosco. O colgarse del cable. ¿Qué le vamos a hacer?" (Tiempo Argentino)
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