En esta lógica, se intenta reafirmar la unión de la desunida Mesa de Enlace. Frente a los incuestionables números en materia de comercio exterior (aumento de las exportaciones con una creciente –aunque lenta– reorientación a bienes de mayor valor agregado, así como de las importaciones de bienes de capital y bienes intermedios) economistas y formadores de opinión, nostálgicos de la época neoliberal, presionan por una menor o nula intervención estatal en materia económica, atribuyendo las causas del crecimiento económico sostenido y de esta expansión del comercio exterior a la coyuntura internacional y al alza del precio y de la demanda de los bienes primarios y commodities. De este modo, niegan la política como medio de planificación de la economía.
Ocultan políticas de Estado que han sido decisivas en este terreno como el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, la apertura de nuevos mercados y la apuesta por la integración regional que se han adoptado gracias a una firme decisión política y a la reducción de los condicionantes externos. Pero, más aun, esta estrategia comunicacional minimiza que la cuestión en debate no gira únicamente sobre las retenciones o la recaudación, sino sobre el modelo socioeconómico de país adoptado. En este contexto, cobra importancia para la sociedad argentina la discusión sobre la seguridad alimentaria.
Seguridad alimentaria
El tratamiento de un programa de seguridad alimentaria implica pensar políticas para favorecer el acceso de la población a alimentos nutricionales básicos, para lo cual la aplicación de derechos de exportación diferenciales –cuya recaudación, además, se canaliza en políticas socioeconómicas– aparece como uno de los instrumentos necesarios junto a los cupos de exportación, las compensaciones y subsidios a la producción. Estas medidas se encuentran muy lejos de una supuesta estrategia de estatización del comercio agrícola como pretenden alarmar las corporaciones mediáticas. Más bien forman parte de una política socioeconómica general de redistribución del ingreso, disminución de la pobreza y erradicación del hambre.
Desde 1996, con la Declaración de Roma sobre Seguridad Alimentaria Mundial, los Estados reconocieron que “los problemas del hambre y la inseguridad alimentaria tienen dimensiones mundiales”. En los últimos años, los riesgos de inseguridad alimentaria se han agravado por una fuerte presión al alza de los precios, fundamentalmente a partir de la demanda de grandes mercados como China e India, y la polémica apuesta por los biocombustibles.
Crisis alimentarias
Así, muchos analistas presagian que las próximas grandes crisis internacionales serán crisis alimentarias, volcándose los capitales financieros especulativos cada vez con mayor intensidad al mercado alimentario y de bienes primarios.
Esta coyuntura pone en un lugar central a las políticas que adopten Estados como la Argentina, que cuentan con ventajas comparativas y una gran dotación de recursos naturales. Frente a la presión –enmascarada bajo un discurso de seguridad alimentaria– de los organismos financieros internacionales y los Estados consumidores de productos agrícolas que buscan limitar los precios internacionales de commodities, es necesario defender el valor de la producción y exportación nacional y favorecer los capitales nacionales.
Por ende, los beneficios de la coyuntura económica internacional actual deben reconducirse en un modelo de desarrollo nacional con inclusión y distribución del ingreso. En este sentido, Renato Maluf (FAO, 2009) sostiene que “el papel dinamizador de las exportaciones en la generación de oportunidades de trabajo y de ingreso sólo adquiere sentido si se articula a la perspectiva de implementar estrategias de desarrollo con creciente equidad social”.
Disyuntiva
Así, este contexto internacional obliga a los Estados a asumir un papel decisivo en materia económica y social, para que el alza del precio y la demanda de los bienes primarios no afecte el desarrollo y el consumo en los Estados exportadores, toda vez que, sin una adecuada intervención estatal, es más redituable exportar que abastecer el mercado interno o, en su defecto, se trasladan a este mercado los elevados precios del mercado internacional, tornando los alimentos inaccesibles para gran parte de la sociedad.
En este marco es que deben debatirse las retenciones como instrumento económico y no como pretenden las corporaciones mediáticas, que dicen preocuparse por la inflación desdeñando cualquier política orientada a regular precios o garantizar el consumo de alimentos básicos.
La aplicación de derechos de exportación diferenciales permite orientar la economía nacional, diversificar la producción –lógica de la tributación diferenciada– y redistribuir los ingresos extraordinarios de las exportaciones agrícolas –favorecidas por las políticas nacionales y la postura argentina en los foros multilaterales– y garantizar la seguridad alimentaria de la sociedad argentina.
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