La jornada pintaba espectacular para la familia González. Con gran expectativa recorrieron los 50 kilómetros que nos separan de Pergamino. Una vez que llegaron al predio del Lago Municipal, eligieron la parrilla y la mesa, acomodaron las bebidas, el pan, la ensalada, y el hombre prendió el fuego para cocinar el asado de los domingos.
La tira de costilla, y los infaltables chorizos comenzaron a tomar color y desparramaban un aroma que abría el apetito.
El jefe de la familia, sacó la caña de pescar, encarnó y arrojó la tanza y el anzuelo a las tranquilas aguas con la esperanza de capturar un pejerrey.
Sin embargo, antes de comenzar a almorzar decidieron dar una corta caminata para conocer las instalaciones. Todo venía viento en popa y los jugos gastricos estaban preparados para recibir el mejor manjar.
Grande fue a la sorpresa cuando al regresar se encontraron que autores ignorados se habían llevado el asado dispuesto en la parrilla y que estaba a punto “caramelo”, la caña de pescar (no se sabe si ya había picado un pez) y una máquina fotográfica. Un día para olvidar y un regreso al hogar con mucho apetito.
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