Los golpistas tomaron el poder en un contexto de violencia creciente, caracterizado por acciones de Terrorismo de Estado en el cual participaba un grupo de civiles denominado Tripe A (Alianza Anticomunista Argentina).
Fueron años duros y siniestros, en los que mujeres y hombres eran arrancados de sus hogares o lugares de trabajo y nunca más aparecieron o “desaparecieron”. Imperaba el pánico, la censura; las palabras podían convertirse en un camino directo hacia la muerte.
El gobierno militar secuestró, torturó y ejecutó clandestinamente a decenas de miles de personas sospechadas de ser guerrilleros o activistas civiles sin relación con las organizaciones armadas, y estableció centros clandestinos de detención para llevar a cabo estas tareas.
La gran mayoría de ellos fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes o arrojados al río desde aviones de la Fuerza Aérea. Perversamente se apropiaron de los niños de madres en cautiverio. Hubo más de 500 criaturas arrancadas del vientre de su madre, de los cuales 102 han sido recuperados por el trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo.
En lo político, se pusieron en práctica una serie de reformas con una matriz conservadora, que tendieron a desmontar el Estado de Bienestar, desindustrializar, favoreciendo al sector financiero y agrícola-ganadero en desmedro de la clase trabajadora, generando un profundo y perverso cambio cultural con las consecuencias que aún hoy se evidencian.
En1983 se recuperó la Democracia, con el gobierno electo de Raúl Alfonsín. Desde este proceso y hasta nuestros días las distintas fuerzas políticas y actores sociales encabezaron una lucha por esclarecimiento de los crímenes cometidos durante la dictadura militar. Juicios, indultos, conmemoraciones, actos públicos, escarches; acciones construyeron y aunaron las voces de un “Nunca Más”.
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