Entre los años 1974 y 1975, integre el staff de empleados de una coqueta embajada ubicada en plena Recoleta. En aquel entonces, era un estudiante del interior bonaerense que debía costearme los estudios universitarios. Mi tarea en la embajada (hoy un páis estratégico para los Estados Unidos) era clasificar todos los diarios que llegaban, leerlos y marcar todos las notas de tipo político- económico.
Los diarios "trabajados" eran entregados a una secretaria personal del Embajador que se llamaba Silvia y tenía como tarea leerlos y luego me ordenaba cortar las notas y pegarlas en una carpeta ( con hojas finas de cartulina) que era devuelta a la empleada. Cerca de las 10 de la mañana (lo hacía de lunes a viernes), Silvia se reunía con el Embajador y le traducía cada uno de las notas periodísticas de los diarios argentinos y el embajador decidía cual de ellas, horas después saldría en una valija diplomática.
La famosa valija no era gran cosa. Estaba conformada de un material tipo lona, color marrón, con un candado con números en clave ( esas cifras solo la conocían el Embajador y el Encargado de Negocios) y era enviada religiosamente todos los días laborables, al país que representaban. En la valija existía otro tipo de correspondencia, pero esa se decidía entre el Embajador y sus colaboradores, en una oficina la cual tenía puertas de rejas y era inaccesible a los empleados argentinos.
Una anécdota para contar muy jugosa es la siguiente: Cuando nombraron al Embajador en la Argentina, al llegar al país, jugó una boleta de PRODE, confeccionada por su chofer de apellido Quinteros. A la semana siguiente, Silvia fue reemplazada por otra Secretaria, y debió dedicarse a llevar una carpeta con toda la información que salía de fútbol en los diarios. Los jueves, Silvia se reunía con el embajador y les leía las notas deportivas. Le decía como estaba la tabla de posiciones, que jugador había sido expulsado en la fecha anterior, quien sería el árbitro del cotejo, y las respectivas formaciones. El Embajador, una vez que escuchaba a Silvia, confeccionaba la boleta de Prode, que luego el que escribe, jugaba en una agencia de la calle Libertad. Silvia era la mujer que más sabía de fútbol a muchos kilómetros a la redonda.
Los currículums vitae
Otra de las cosas que salían en la valija diplomática era los curriculum de los Ministros entrantes. Es así que debí ir a la Casa de Gobierno para pedir el del Coronel Damasco, y cuyo despacho estaba situado en la esquina del patio de Las Palmeras. Si de algo sirve, ingrese a la antesala de su oficina, y el Coronel estaba allí en persona y pude platicar algunos minutos. También se mostraron interesados en el currículums de Cafiero. Así que marche al cuarto piso del Ministerio de Economía, donde una amable secretaria me lo entregó. Eran tiempos de muchos cambios de gabinete y por valija diplomática salían muchos curriculums y yo no tenía descanso yendo y viniendo de los Ministerios.
El susto
Otra anécdota de esos aciagos días, fue cuando debí ir al Senado de la Nación a entregar una carta a Italo Luder, Una vez que complete mis datos se quedaron con la misiva (creo que pedían una entrevista). La intranquilidad llegó dos días después cuando al que fuera luego Presidente de la Nación, por enfermedad de Isabel Perón le estalló una carta bomba. Cuando iba caminando por la calle me imaginaba que llegaba un patrullero y me detenía por sospechoso.
Lo gordo
Lo gordo de los comentarios se realizaban en las cenas y fiestas que se organizaban en la residencia del Embajador en San Isidro. Allí marchaban las secretarias para traducir y los empleados para atender el bar. Yo siempre estaba en el bar. En mi corto ingles (lo entendía más que hablarlo) escuchaba a los representantes de países hacer comentarios con el Embajador de la inflación, del desabastecimiento, de una compra de submarinos, de Ascochinga, y sobre todo de López Rega -entre otras cosas- Estoy seguro que esos comentarios integraban la parte pesada de los cables diplomáticos. No si esta nota de opinión es importante, pero puede desnudar como se confeccionan el grueso de los cables que hoy conmueven al mundo. Soy periodista ( mi afficción nació gracias a ese Embajador) y lo escrito debe tener el mismo valor que los cables de Wikileads. *Periodista. Redactor de Semanario Colon Doce
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