Implica, asimismo, que el ahorro interno, las empresas locales y el sector público, no cuentan con los recursos ni con la capacidad, para realizar las inversiones necesarias para el desarrollo del país. A partir de este enfoque, la mejor política económica es la que maximiza la entrada de capital extranjero y transmite "señales amistosas a los mercados", es decir, a los tomadores de decisiones en el exterior que resuelven, sí o no, invertir y prestar en la Argentina y, por lo tanto, su posibilidad de desarrollo.
Esta visión no se corresponde con la realidad, entre otras, por tres razones principales, a saber: Recursos internos: Según los estudios de las Naciones Unidas, las inversiones de las corporaciones transnacionales representan alrededor del 15% de las inversiones mundiales totales. En cuanto a las corrientes financieras globales, más del 95% corresponde a movimientos especulativos y no más del 5% se refiere a la economía real del comercio y las inversiones productivas. Más del 80% de la acumulación de capital en el mundo es realizado por el ahorro interno de los países y los actores nacionales. En la Argentina, la proporción es aún mayor.
Éxitos y fracasos: Los países emergentes más exitosos, China y Corea, entre ellos, descansan esencialmente en el ahorro interno y depositan, en sus empresas privadas y políticas públicas, el liderazgo del desarrollo. La inversión extranjera cumple un papel importante en la apertura de nuevos mercados y la transferencia de tecnología, subordinado al predominio de los intereses nacionales. Los países con mayor nivel de extranjerización y endeudamiento, figuran entre los atrasados e inestables dentro de la economía mundial. En este último sentido, la Argentina es uno de los ejemplos más notables en el período de la hegemonía neoliberal, 1976-2001.
Recursos argentinos: La tasa de ahorro interno de la Argentina es del orden del 30% del PBI, actualmente equivalente a más de u$s 100 mil millones anuales, suficiente para sostener una elevada tasa de inversión y crecimiento. Sobre estas bases, fue posible la resolución del problema de la deuda externa y del default, elevar la tasa de inversión a su máximo histórico en torno del 24% del PBI, acumular reservas en el Banco Central, resistir el impacto de la crisis financiera mundial e, incluso, registrar una importante salida de capitales sin que el sistema se desestabilizara. Está demostrado que el país puede crecer con recursos propios y que cuenta con la capacidad de gestión para incorporar la ciencia y la tecnología en el tejido económico y social.
Contrapunto
El desarrollo nacional implica conformar una estructura productiva industrial integrada y abierta, de amplia base de recursos naturales con agregación de valor, capaz de asimilar la ciencia y la tecnología, con generación de empleo e inclusión. Para tales fines es necesario aumentar la tasa de inversión cuyo financiamiento descansa, esencialmente, en la movilización del ahorro interno. En consecuencia el problema no es "atraer" inversiones sino contar con una eficaz "política de inversiones".
No se trata de una cuestión semántica porque ambas expresiones representan proyectos distintos de país. En el transcurso de nuestra historia, reflejan el contrapunto entre la economía industrial, integrada y abierta, con una extraordinaria dotación de recursos naturales, capaz de gestionar la ciencia y la tecnología y desplegar su potencial y, en sentido contrario, la economía reducida a su capacidad de abastecedora de productos primarios, subordinada a los criterios de los mercados internacionales y la especulación financiera. Por razones derivadas de la debilidad de nuestra densidad nacional, los periodos en que predominó el primer enfoque no pudieron consolidarse abriendo paso a la restauración neoliberal en sus dos peores versiones, la del programa del 2 de abril de 1976 bajo la última dictadura y la de la década de 1990, bajo gobiernos constitucionales.
Falso dilema
En conclusión, el principal problema para aumentar las inversiones no es "atraer" las de fuera ni "volver" a los mercados, sino consolidar un escenario de rentabilidad estable y previsible, fortalecer la competitividad de la producción local y generar instrumentos financieros para canalizar el ahorro interno a la ampliación de la capacidad productiva, la generación de empleo con productividad creciente y la incorporación de la ciencia y la tecnología al tejido social y económico. El despliegue de la política de inversiones requiere resolver dos problemas básicos: erradicar la fuga de ahorro interno y controlar los movimientos de capitales especulativos. La retención del ahorro interno y su aplicación en la ampliación de la capacidad productiva y el cambio técnico, aumentaría la tasa de inversión en alrededor de 3 puntos del PBI, es decir, elevaría la actual del 24% al 27%. Esto permitiría sostener una tasa de crecimiento del PBI, por encima del 7% anual acumulativo.
Contexto sólido
Por otro lado, la ampliación del mercado y de los espacios de rentabilidad, necesarios para retener el ahorro y aumentar las inversiones, requiere un contesto macroeconómico sólido que incluye la estabilidad razonable de los precios, la protección de la competitividad de la producción interna y el crecimiento ordenado de la oferta monetaria y del crédito, incluyendo tasas de interés consistentes con la rentabilidad de las inversiones y la formación del ahorro. Esto último implica evitar que los capitales especulativos distorsionen el mercado monetario y el tipo de cambio. En la actualidad, la volatilidad de los mercados globales, someten a las economías a fuertes desequilibrios que desalientan las inversiones y deprimen la producción y el empleo. De este modo, en el contexto de la solidez de la política fiscal, monetaria y de tipo de cambio, el control de los capitales especulativos es un requisito de una eficaz política de inversiones.
Escenario propicio
En el pleno ejercicio de la democracia y la división de poderes, al recuperar la gobernabilidad de la economía y el ejercicio de la soberanía de sus políticas públicas, la Argentina ha creado un escenario propicio al desarrollo y la acumulación de capacidad productiva y de gestión de recursos. Consolidar lo logrado y remover las incertidumbres subsistentes es esencial para el desarrollo futuro. En ese escenario, sin subordinar los objetivos nacionales a los humores de los mercados ni recaer en la calamidad neoliberal, la inversión extranjera y el crédito internacional pueden jugar roles complementarios que amplíen los recursos y los saberes propios invertidos en el desarrollo del país.
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