Los abogados querellantes Alan Iud y Pablo Llonto lo oían en silencio cuando aseguró, bajo juramento, que la adopción fraudulenta de Marcela y Felipe Herrera no había sido un acto de amor –como asegura la ya deshilachada versión oficial–, sino un ardid perentorio para evitar que una demanda judicial de la primera esposa de Roberto Noble, la chilena Marta Zapata, pusiera en peligro una porción de su patrimonio empresarial.
“Antes de retirarme de la empresa se planeó una situación muy grave: si fallecía la señora antes de que terminara el juicio (que le había iniciado la ex mujer de Noble), ¿quién se quedaba con el diario? Ahí nació la idea, la necesidad, de que la señora tuviera dos hijos”, afirmó el ex periodista en su testimonio, aunque se negó a dar detalles sobre su procedencia alegando un supuesto desconocimiento. “La adopción fue un plan ideado por (Rogelio) Frigerio para contrarrestar el avance de la ex mujer de Noble”, agregó.
Reinaldo Gregorio Bandini no era un hombre público hasta hace dos meses. Había sido llamado a declarar en esta causa hace mucho tiempo por su rol jerárquico en Clarín durante lo peor de la dictadura, pero las citaciones en dos domicilios volvían rebotadas y lo habían dado por muerto. Había llegado al matutino de la mano de Roberto Noble como uno de los hombres fuertes del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo) y en 1964 ya era editor de Economía. Cuando en 1969, un aneurisma repentino sorprendió a Noble en su retiro mediterráneo, la viuda reciente era tan sólo eso, una viuda con títulos formales “que no tenía idea de periodismo ni de política”, y el MID, con Rogelio Frigerio a la cabeza, “tenía 40 tipos adentro que manejaban todas las secciones del diario”, cuenta Pablo Llonto, que trabajó en el multimedios desde 1978 hasta 1991. Entre ellos estaba Bandini, que fue ascendido a secretario de redacción.
El resto de su currículum se conoció en noviembre pasado, cuando la Secretaría de Derechos Humanos de Nación lo denunció en la fiscalía platense como enlace entre el Ejército y Clarín en la apropiación espuria de Papel Prensa, y pidió su indagatoria (aún sin respuesta). La denuncia glosaba además una conferencia que había dado –como docente del Escuela de Defensa Nacional del Ministerio de Defensa– ante el despiadado D2 cordobés, donde había pontificado que “después de 50 años de fracasos”, por fin habíamos “aplastado a la subversión”.
La guerra por otros medios El juicio sucesorio por la fastuosa herencia de Noble fue iniciado por Marta Guadalupe Zapata en favor de Guadalupe, su hija biológica, contra la dueña del Grupo Clarín. Las estrategias de ambas fueron objetar sus matrimonios: mientras Zapata alegaba que el matrimonio de Noble y Ernestina en 1967 no era válido porque nunca se había divorciado de ella –estaban casados desde 1958–, la Señora retrucaba que el matrimonio nulo era el suyo, porque la propia Marta Guadalupe había dado el sí en 1955, con Carlos Federico Stehlin, y jamás se habían divorciado. El litigio, recuerda Llonto, se cerró “con un arreglo extrajudicial, volcado luego al expediente. Se decía en su momento, hace muchos años, que eran diez millones de dólares”.
Bandini, en su reciente declaración, mencionó los dos reaseguros que la defensa de Ernestina armó por si perdían el juicio de divorcio. Una es la mencionada adopción de los jóvenes, que endilga haber mentado a dos muertos: el abogado Bernardo Sofovich y Rogelio Frigerio. La otra fue la creación en abril de 1976 de la sociedad Scripto Establissement, administrada en Ginebra y constituida legalmente en el principado de Liechtenstein que sería la única propietaria de Clarín, donde giraron 100 millones de pesos. Los socios eran: Bernardo Sofovich, Héctor Magnetto, José Aranda, Octavio Frigerio, Ernestina Herrera y el propio Bandini.
Testigos cercanos El relato judicial del desarrollista –del que aún no se conoce su totalidad–, oxigenó también líneas de investigación que languidecían. “Nosotros pedimos hace años –dice Llonto– que citaran a declarar como testigos a los médicos de los pibes en el año ’76, que están vivos.” Se trata de los pediatras de Marcela y Felipe, Ignacio Katz y Norma Cadoppi, quien preside actualmente el Foro Estratégico para el Desarrollo Nacional. Ante el pedido de la querella, los médicos fueron citados por el juez anterior, Conrado Bergesio, pero en calidad de imputados. La diferencia es sutil, pero determinante. “Cuando declarás como testigo lo hacés bajo juramento. Podés ir preso si cometés falso testimonio –explica Llonto–. En cambio, en una indagatoria no tenés el juramento de decir verdad, por lo tanto podés negarte a declarar o declarar cualquier cosa.” Los imputados se inclinaron, al parecer, por esta última opción: dijeron que no eran médicos de Clarín.
Sin embargo, Bandini, en su declaración “dijo que Cadoppi y Katz eran médicos de Clarín”, reveló Pablo Llonto, que esta semana pedirá que se los cite a declarar nuevamente, pero esta vez, en calidad de testigos. Es sugestivo que los miembros del círculo áulico de la viuda, en quienes confiaba ciegamente y delegaba responsabilidades comerciales, no conocieran el germen de Marcela y Felipe: tan improbable como la posibilidad de que tanto tiempo después rompan el pacto de silencio. Sin embargo, las querellas se ilusionan con más revelaciones como la de Bandini. “Ojalá que la jueza siga esta línea, todavía hay un montón de personas que tienen que ser citadas a declarar”, advierte Llonto. Guadalupe, la hija biológica de Roberto Noble –y única damnificada, junto a su madre, en esta trama de intrigas–, optó esta vez por el silencio. Con todo, la única prueba infalible para probar si son o no hijos de desaparecidos sigue siendo el examen genético. La jueza podría definir en los próximos días si entrecruza los perfiles genéticos que posee con los grupos familiares del Banco Nacional de Datos Genéticos –a pesar de que los informes periciales indican que “no hay forma indubitada de saber si pertenecen a Marcela y Felipe”–, buscando coincidencia con algún grupo familiar (y establecer en una etapa posterior, si esos perfiles efectivamente le pertenecen), o si dispone la obtención de nuevas muestras: ya sea citándolos una vez más o haciéndolo, como prevé la ley en estos casos, de manera compulsiva.
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