(Dypra/GEI) - El 27 de octubre de 2010 quedará en la historia política argentina. Es que fue el día en que murió Néstor Kirchner, ex presidente de la Nación (2003-2007), actual diputado nacional, titular de la Unasur y uno de los políticos más influyentes desde el retorno de la democracia en Argentina.
La figura de Kirchner se enaltece porque más allá de coincidir o no con su forma de hacer política, lo que no se puede negar del patagónico es la convicción que tenía por cada uno de sus muchos ideales y la forma en que luchaba por ellos.
Fue así que el velatorio público, que se desarrolló desde las 10 horas del jueves 28 hasta el mediodía del otro día en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de Casa Rosada, sumado a lo que fue la caravana del cortejo fúnebre en Río Gallegos, lugar que lo vio nacer y donde descansan sus restos, será otro hito en la historia imposible de borrar.
Mujeres, hombres, humildes, personas con buen pasar económico. Porteños, del Conurbano y desde distintas provincias. Familias enteras, personas que llegaron solos y el motivo que los convocaba hacía que se relacione de inmediato con los demás que estaban en su misma situación, porque la causa era idéntica. Almas con muchas historias sobre sus espaldas y muchos, muchísimos jóvenes. Así de heterogénea fue la caravana de gente que quiso darle el último adiós a ese señor que le devolvió el crédito de, al menos, haber vuelto a creer en la política.
Durante las 26 horas del velatorio, con 12 horas reloj de espera, con colas de hasta 25 cuadras para poder ingresar a Casa de Gobierno, todo se desarrolló con una normalidad absoluta. Con mucho respeto, sin ningún tipo de incidentes, pero con mucha emoción y fervor.
Hubo liturgia peronista con cantos y aclamaciones hacia el líder que acababa de irse, manifestaciones de apoyo a la presidenta Cristina Fernández. También existieron las lágrimas de hombres y mujeres que en muchos casos sostenían un clavel o un cartel para depositarlo cercano al féretro. Informes estuvo durante todo el trayecto junto a la multitud y conoció diferentes historias personales que confluían en un mismo objetivo: estar en la última morada con el ex presidente Néstor Kirchner y apoyar y darle ese granito de arena de fuerza a la jefa de Estado, Cristina Fernández.
En agradecimiento
Héctor tiene 68 años y llegó desde Monte Caseros. Es jubilado desde hace 7 años. Se autodenomina “peronista de toda la vida” y detalló un relato histórico a Informes al borde de las lágrimas. “Vine en el 74 cuando murió Perón. Me acuerdo que llegue en tren y caminé desde Constitución pero en un momento no dejaban pasar a más nadie” rememora con los ojos vidriosos y añade: “me quedé con las ganas de despedir al General”. Ahora dice que vino “para agradecerle a Néstor todo lo que nos dio”. Por último hace mención a un hecho que sorprendió a propios y extraños, la cantidad de jóvenes. “Esto que estoy viendo me llena de emoción y orgullo, ver a tantos jóvenes es algo que logró Kirchner con sus políticas”.
Memoria
A unos metros de Héctor se encuentra Vicente, porteño de 71 años. Jubilado después de haber trabajado mucho tiempo de arquitecto. En diálogo con Informes, se presenta como “kirchnenista de ley”. Cuenta que en su familia hay mucho de los “contras”, pero él refuerza su convicción al decir “que este gobierno (en alusión al de Néstor y ahora el de Cristina) le devolvió la dignidad a la gente. Seguro que hay que mejorar cosas, pero si hacemos un poquito de memoria hay que acordarse que hace unos 8 años atrás solamente, Argentina estaba incendiada, con saqueos, con patacones y la red del trueque para poder sobrevivir, entre otras cosas, parece que muchos se olvidan”, detalla.
Identificación
En la esquina de Avenida de Mayo y Perú se encuentra Cristian que llegó desde Campana. Tiene 40 años y mecánico de profesión. Le dijo a Informes que “la última vez que vine a la Plaza fue en 2001, cuando De la Rúa decretó el estado de sitio. No podía creer lo de ese momento”. Consultado acerca de lo que lo motivó recorrer kilómetros para estar en el velatorio de Kirchner, manifestó que se debe a que “me siento identificado con las políticas de Néstor y Cristina, comparto el 95% de las medidas que toman y para llegar al ciento por ciento le sumo la impresentabilidad de la oposición”. Como representante de los tantos chicos que se hicieron presentes en la despedida de Kirchner, Informes habló con Martín, de 25 años, quien es oriundo de Tandil pero estudió Comunicación Social en La Plata. Dignificar la militancia
La historia de Martín es la de muchos. No creía e incluso ni de interesaba en política. Proviene de una familia no peronista. “Llegue a La Plata en 2002, a pesar de mi carrera no me daban ganas de participar en política, no le veía el sentido. Cuando Néstor llegó al gobierno no lo voté, ni siquiera lo conocía, pero con el valor que le dio a la política y a la militancia hicieron que me involucre, que crea y hasta discuta mucho con mis viejos que no son del palo”, señaló, al tiempo que dijo estar “plenamente convencido que Cristina tenga la fuerza y el coraje para lo que se viene”. No fallarle al Lupo
Si bien la imagen de Néstor Kirchner se federalizó, el pago chico siempre lo va a recordar con singularidad, es que fue intendente de Río Gallegos y gobernador de Santa Cruz durante más de una década. En el sur más que Néstor es Lupo, Lupín o Flaco.
Eran poco menos de la una de la madrugada del 29. Gabriela junto a Pedro conforman una joven pareja que completan la familia con sus chicos de de 5 y 1 año y medio. Son de Las Heras, provincia de Santa Cruz. Después de haber hecho 12 horas y media de cola y de sortear el último vallado se aprestan a ingresar a Casa Rosada, con Gabriela empujando el carrito que llevaba al más pequeño de la familia. Minutos antes de darle el último adiós a Kirchner, Gabriela le dijo a Informes: “no le podíamos fallar al Lupo. El hizo mucho por nosotros. El martes vinimos a Capital por médico de él (señalando al chiquito de 5 años) y cuando nos enteramos de esta terrible noticia no dudamos en quedarnos hasta hoy para estar acá”, dijo.
Distintas historias de un día largo, soleado, llenó de emoción, tristeza pero también de mucho fervor. Seguramente en uno de los tantos sueños de Kirchner, pensaba en una despedida de esta magnitud.
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