De este modo, existiría en esos países un mejor ambiente para la inversión y el desarrollo económico y mayor fortaleza para responder a las turbulencias internacionales.
Si la observación fuera correcta, el crecimiento actual de nuestros vecinos sería más elevado que el nuestro y mayor la tasa de inversión. Sin embargo, desde 2002, cuando culmina la crisis económica argentina, hasta la actualidad, el crecimiento de la economía argentina duplica aproximadamente el del Brasil y Chile y la tasa de inversión es mayor aquí que en Brasil y comparable con la de Chile. A su vez, la Argentina logró compensar el impacto de la crisis mundial sobre la situación interna tan bien o mejor que Brasil y Chile. Las perspectivas para este año y el futuro previsible sugieren que nuestro país sigue y continuará registrando un crecimiento de la inversión y el producto, por lo menos semejante y probablemente mayor que en esos países hermanos. Lo mismo sucede con la capacidad de respuesta frente a cambios futuros de la economía mundial.
Cabe observar que en el transcurso de esta década los tres países se beneficiaron con la mejora de los términos de intercambio. Brasil y Chile, probablemente más que la Argentina, por la mayor valorización de los minerales respecto de los productos agropecuarios. El contexto externo no es, por lo tanto, un factor explicativo del actual crecimiento más elevado de la economía argentina.
Respecto de la inflación, cabe observar que, también en los tres países, se verifican condiciones de solvencia fiscal, superávit en los pagos internacionales y políticas monetarias no expansivas del gasto. En este escenario compartido de solidez macroeconómica, incluyendo la reducción de los niveles de endeudamiento externo, la mayor inflación, en nuestro caso, refleja un comportamiento inercial de los precios fundados en hipótesis de aumentos asumidos por los actores económicos. La situación argentina hereda la memoria inflacionaria de un país como el nuestro que, el siglo pasado, tuvo el récord mundial inflacionario con varias hiper incluidas.
Refleja también la ausencia de una estrategia específica para enfrentar esta singularidad del comportamiento de los precios, sin recaer en esquemas tradicionales de ajuste que siempre son parte del problema y nunca de la solución.
En conclusión, las tendencias económicas de esta década no desautorizan, en términos comparativos, salvo en el tema inflacionario, el acierto de la política económica argentina respecto de la brasileña y la chilena. En el pasado, más precisamente en el cuarto de siglo anterior a 2002 (1976-2001), es cuando, efectivamente, la política económica argentina no resiste la comparación con la de nuestros vecinos. En ese período, mientras Chile más que duplicó su ingreso per cápita y Brasil lo aumentó en 30%, en la Argentina cayó 10%. En el mismo período, el PBI total de la Argentina, respecto del de Brasil, cayó del 47% al 27% y del de Chile, de 480% a 170%. Simultáneamente, se registró en nuestro país un profundo deterioro de la situación social y un desorden económico gigantesco que incluyó el derrumbe del régimen monetario y el default sobre la deuda externa.
El paradigma neoliberal
Es pertinente observar que en los tres países, en dicho cuarto de siglo, predominó el paradigma neoliberal. Sin embargo, fue sólo en la Argentina, después del golpe de Estado de 1976 hasta 1983 y en la década de 1990, en donde las “reformas estructurales” neoliberales se llevaron hasta las últimas consecuencias, incluyendo el desmantelamiento del Estado.
Entre tanto, el Estado brasileño consolidaba el desarrollo de Petrobras, promovía la conversión de Embraer en la tercera productora de aeronaves del mundo, impulsaba el desarrollo de las empresas “campeonas” nacionales en la infraestructura y en industrias de base y sustentaba el financiamiento en poderosos bancos públicos; en primer lugar, el Banco Nacional de Desarrollo que, en la actualidad, aporta el 20 % del total del crédito en la economía, enfocando sus préstamos a los sectores estratégicos.
En Chile, después del estancamiento de la década de 1970 y del fracaso del experimento de los Chicago boys, al comienzo de la dictadura, el Estado conservó, aun dentro de la primacía del discurso neoliberal, un papel decisivo en la conducción de la macroeconomía, los niveles de endeudamiento y promoción de inversiones. Un ejemplo notorio de la diferencia con la experiencia argentina es la posición dominante que el Estado chileno conservó en la explotación y la renta del cobre. Después del retorno a la democracia, el sector público fortaleció funciones esenciales en la conducción de la macroeconomía y el impulso al desarrollo.
La tragedia Argentina
En la Argentina, en el mismo período 1975-2001, además de la tragedia de la violencia y el terrorismo de Estado, sufrimos la guerra y la derrota en Malvinas y una política sistemática de desmantelamiento del poder nacional. Se vendieron y extranjerizaron YPF, la fábrica de aviones de Córdoba, las empresas públicas y las mayores privadas nacionales, disolvió el Banco Nacional de Desarrollo (creado en 1970) y endeudó el país hasta el límite de la insolvencia. Esta serie de calamidades demolió buena parte de la capacidad industrial del país, como lo demuestra el hecho asombroso de que, entre 1975 y 2002, el producto industrial per cápita cayó en 40%. Las consecuencias sociales fueron abrumadoras.
El rol del Estado
En resumen, el recorrido comentado de las tres economías refleja, esencialmente, el distinto comportamiento del Estado. En Brasil y Chile, bajo regímenes de facto o civiles, el Estado mantuvo elementos básicos del poder nacional de decisión y de impulso al desarrollo. En la Argentina, tanto bajo un régimen de facto (1976-83) como constitucional (década de 1990), se pusieron en práctica políticas demoledoras del poder nacional, incluyendo la dispersión del poder decisorio en la explotación de los recursos del subsuelo bajo la última reforma de la Constitución.
En el mismo sentido, la recuperación del país después de la salida de la crisis del 2001/02 y el favorable comportamiento relativo actual de la economía argentina respecto de las de Brasil y Chile, puede explicarse por la reaparición del Estado como un protagonista esencial en el proceso económico, tal cual sucede en toda economía moderna. Ejemplo en tal sentido es la recuperación del gobierno de la macroeconomía y del manejo de recursos públicos, como los canalizados a través del sistema previsional.
El estudio del desarrollo comparado entre países, por ejemplo, entre Argentina, Brasil y Chile, es un ejercicio muy útil, del cual puede aprenderse mucho para mejorar la calidad de la política económica argentina.
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