Pérez Esquivel relató hoy, durante dos horas al Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, las golpizas y maltratos recibidos durante su cautiverio en el penal platense, donde estuvo a disposición del Poder Ejecutivo Nacional desde el 5 de abril de 1977 hasta fines de junio de 1978.
"Fui detenido el 4 de abril de 1977, en el Departamento Central de la Policía Federal, cuando fui a renovar mi pasaporte. Creo que se debió a las actividades que realizábamos a nivel continental por los derechos humanos", declaró, en el marco del juicio que se sigue a 11 agentes y tres médicos penitenciarios bonaerenses que se desempeñaron en ese penal.
Recordó que "me llevan a la superintendencia de Seguridad Federal, donde me encierra en un calabozo pequeño llamado `tubo'. Ahí no fue interrogado, sólo estuve encerrado". Detalló que en uno de los pisos de la Superintendencia "había en una pared pintada con los rodillos con los que se pintan las huellas digitales, una cruz svástica y la palabra Nazionalismo".
"Y en las paredes del `tubo`, el calabozo sucio, oscuro y maloliente en el que estaba, una vez que prendieron la luz pude ver en las paredes inscripciones de los prisioneros que estuvieron antes. Insultos, nombres de seres queridos y hasta una inscripción hecha con sangre que decía: Dios no mata", relató. El Premio Nobel de la Paz recordó luego que al mes de estar cautivo en la Superintendencia, lo llevaron a un "vuelo de la muerte". "Me llevan al Aeródromo de San Justo, donde me esposaron y ataron al asiento del avión y el avión carreteó y voló hacia el Río de la Plata. Yo ya sabía que arrojaban prisioneros al Río de la Plata y les pregunté `qué va a pasar conmigo`", aseguró. Precisó que ninguno de los oficiales respondió a esa pregunta, pero fue llevado a la Base Aérea de El Palomar, donde fue dejado esposado al asiento mientras los oficiales debatían qué hacer con él en el interior de la base. "A las horas me dicen que me llevarán a la unidad 9 de La Plata, y una vez allí me desnudan y me pelan", recordó y remarcó que lo más shockeante de su prisión era "oír los gritos de los compañeros que eran golpeados".
Pérez Esquivel estuvo alojado en los pabellones 15 y 16, y en una oportunidad que fue castigado tuvo que ir a "los chanchos", como se solía llamar a las celdas de castigo. "En el penal pasó de todo, sufrí mucha presión psicológica. En una oportunidad el segundo jefe del penal me llevó a su oficina y me dijo: `a usted no lo va a salvar ni el Papa. Aquí nosotros decidimos sobre su vida. Somos señores de la vida y de la muerte'", recordó. Relató que en el penal eran frecuentes las requisas violentas en las que hacían salir de madrugada a los prisioneros de sus celdas, los hacían desnudar y "nos ponían en el medio de dos filas de guardias que nos golpeaban con puños, puntapiés y con una especie de zapatilla".
“Tras las golpizas, nos obligaban a una ducha fría y a pasarnos un jabón amarillo para sacar las marcas de los golpes", detalló. En otra oportunidad, el jefe del penal de ese entonces, el imputado Abel Dupuy, y otros oficiales de rango, lo sacan de su celda y lo obligaron a levantar los brazos, algo que era doloroso debido a los golpes en las costillas.
"Con el bastón me tocaban las costillas y me preguntaban si me dolían, yo les decía que sí, entonces me decían `usted ya sabe cuál debe ser su comportamiento aquí` y luego se iban taconeando, lo que me hacía acordar a esas películas sobre los nazis", comparó.
Pérez Esquivel no pudo reconocer a los imputados presentes en la sala ya que, afirmó "ya pasó mucho tiempo", pero dijo que estaría en condiciones de reconocer las celdas en las que pasó su cautiverio, de practicarse un reconocimiento en el penal platense.
Afirmó que los prisioneros que estaban enfermos o doloridos solicitaban la presencia de un médico pero éste "nos miraba por el pasaplatos de las celdas y tras oír nuestra dolencia nos decía: `bueno, tome esta pastillita`, nada más. No se acercaban nunca".
Finalmente, dos días antes de la final del Mundial de Fútbol de 1978, Pérez Esquivel fue trasladado al I Cuerpo del Ejército, que estuvo a cargo de Raúl guglielminetti, alías Capitán Guastavino. En el viaje hacia el I Cuerpo, Guglieminetti bajó del automóvil Ford Falcon en el que llevaba a Pérez Esquivel para cargar nafta y dejó cerca del prisionero una pistola 45 y una ametralladora, algo que le hizo sospechar al cautivo que tal vez querían que fugara para ejecutarlo.
El Tribunal, que juzgó y condenó a Miguel Etchecolatz y Christian Von Wernich, juzga desde abril al ex Director de la Unidad, Abel Dupuy; Isabelino Vega, Víctor Ríos, Elvio Cosso, Catalino Morel, Ramón Manchado Fernández, Jorge Luis Peratta, Segundo Andrés Basualdo, Valentín Romero, Héctor Acuña y Raúl Aníbal Rebaynera.
Además son juzgados Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole, tres médicos que en ese momento se desempeñaban en la Unidad 9 de La Plata.
Antes de entrar al Tribunal, Pérez Esquivel afirmó, en declaraciones periodísticas, que "salvé mi vida gracias a la solidaridad internacional y porque era una persona conocida a nivel internacional", dijo al ingresar al edificio de la ex AMIA, situado en la calle 4 entre 51 y 53 de la capital provincial.
Pérez Esquivel, de 78 años, recordó que "estando en la cárcel me dieron el Memorial Juan XXIII de la Paz y ya estaba postulado como candidato al Premio Nobel y lo que hizo el Gobierno fue ocultar todo". El dirigente humanitario reveló además que cuando fue "torturado en los calabozos de castigo, me hacían sentir el peso de las protestas internacionales".
Al mismo tiempo, reclamó "verdad y justicia para que los responsables de graves violaciones a los derechos humanos sean sancionados de acuerdo a sus responsabilidades". (DIB)
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