Pero el viernes 30 se levantó temprano y luego de matear y comerse una galleta trincha con la Eulalia en su rancho de barrio Rivadavia se fue chiflando bajito para ver si encontraba un trabajo de repartidor clandestino de tarjetas para previas de deguste de vino tinto, rosado y blanco.
Lo que llegó antes desde hace treinta años buscado trabajo fue el asombro.
En una camioneta se repartían en las escuelas aceite, azúcar, leche en polvo, artículos de limpieza. Todo lo que no había sido entregado en las semanas anteriores llegaba ahora. ¿Había venido Papa Noel...?
En boulevard 50, caía nieve y los chicos armaban muñecos y andaban en trineos con una sonrisa de mejilla a mejilla y lo que más lindo era esa sensación sin igual de la panza llena.
Una cocinera gritaba milagro…milagro!! Mientras tiraba por los aires la mercadería recién llegada. (continuará).
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