Reinaldo Bignone pareció haber tomado dimensión de lo que se avecinaba en la histórica jornada y apostó a todo o nada en sus últimas palabras al negar no sólo la existencia de miles de desparecidos, sino también las de los cientos de niños hijos de las víctimas de la dictadura que él encabezó en su tramo final. El tinglado de la Sociedad de Fomento José Hernández de San Martín estalló en emoción contenida, gritos y cánticos no sólo al escuchar la condena contra el ex dictador Bignone, sino cuando al finalizar la lectura de la sentencia el TOF 1 dio por terminado el arresto domiciliario del que gozaban algunos de los militares hoy condenados y los mandó a una cárcel común.
Cuando todavía no había culminado la lectura de la sentencia, pero sí se conocían las condenas a 25 años de prisión contra Bignone, Santiago Riveros y Fernando Verplaetsen la jueza Marta Isabel Milloc ratificó que los crímenes por los que los jerarcas de Campo de Mayo en dictadura eran considerados por la justicia de la democracia crímenes de "lesa humanidad", y el tinglado de chapa comenzó a vibrar.
En la primera fila la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo Estela de Carlotto estrenaba su candidatura al premio Nobel de la Paz entre abrazos y el acoso de la prensa local e internacional, mientras dos filas atrás hacían lo propio los padres de "El Negrito" Floreal Avellaneda por cuyo asesinato también fue condenado a prisión perpetua el ex comandante de Institutos Militares Riveros. "Olé Olé, olé olá, como a los nazis los iremos a buscar", fue el sonido monocorde y por momentos ensordecedor que decenas de militantes de organismos de derechos humanos y de organizaciones políticas de base repitieron desde la mañana y se convirtió en himno cuando alrededor de las 18 finalizó la lectura de la sentencia. De hecho, la condena a Bignone a 25 años de prisión de cumplimiento efectivo es mayor aún de la que en la actualidad gozan los ex dictadores Jorge Videla y Emilio Massera, quienes cumplen arresto domiciliario.
Bignone tiene en la actualidad 82 años mientras que Riveros y Verplaetsen tiene 86 y 84 años respectivamente, por que en caso de cumplir efectivamente las condenas en su contra morirían en prisión.
El categórico pronunciamiento que en ese sentido formuló el tribunal dio pie al estallido de gritos y emotivos abrazos entre quienes habían colmado el galpón de una sociedad de fomento barrial en los suburbios del Gran Buenos Aires.
(Terra)
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