(Dypra/GEI) - En Argentina son más de cien mil personas las que se dedican a diario a una actividad que es más rentable en satisfacción que en dinero, en compromiso que en ventas y en pasión por sobre todas las retribuciones. Es que el artesano, como bien lo indica su nombre, dedica su vida a hacer artesanías. Literalmente, eso no sólo implica producir y vender.
Requiere ir en busca de los recursos que les serán útiles a su tarea, contar con las herramientas necesarias y, lo más importante, crear. El artesano es un artista que pone su imaginación al servicio de sus manos, que le obedecerán a fuerza de costumbre y destreza. Es también receptor y, a su vez, mentor y transmisor del oficio.
Ramón toma su pinza de punta redonda y se olvida del mundo. Sólo piensa en que su cadena enlace los eslabones exactos y que la rodocrosita que va a lucir el collar que modelarán sus manos tenga el brillo y la forma ideal. Marcelo permanece varias horas frente a la tela, un paño blanco que pronto se transformará en expresión de un par de ojos tan reales que no parecerán pintados y en la mueca enmudecida de una boca a medio decir, y ahora sí el paño blanco deja de serlo y es soporte de vida, del áurea que su pincel contagia a las almas que observan la obra mientras caminan por las calles de Adrogué. Y es por esas mismas callecitas que Débora exhibe sus carteras multicolores, esas que dejaron de ser simples retazos de cuero para transformarse en algo creado por su destreza, con la imaginación y el amor como únicas guías. Ellos representan tres generaciones distintas y tienen devoción por artes manuales diversas, pero hay algo que los hermana: su vida de artesanos.
Ellos, como muchos miles a lo largo del país, prestan su esfuerzo, sus manos hábiles, su vista aguda, su espalda encorvada, sus horas de trabajo visceral, en el que no intervienen las nuevas tecnologías ni las tendencias del mercado. En el que sólo se dejan regir por tres cosas: su imaginación, el amor por lo que hacen y su propia filosofía de vida, alejada del imperio del consumo y nostálgicamente cercana a las raíces.
Más allá de la tecnología “En una sociedad sumamente tecnologizada, que deja muy poco margen a la creatividad personal, el artesano busca ampliar esos márgenes a través de una actividad que tiene que ver con la pasión”, cuenta Ana María Cousillas, directora del Museo de Arte Popular José Hernández.
Gisela Martínez tiene 24 años y cada fin de semana toma dos o tres colectivos desde Quilmes para instalarse con su paño y sus artesanías en lana e hilo, en una calle céntrica de Adrogué.
“La gente está acostumbrada a consumir por consumir y muchos no se dan cuenta qué es lo que tiene de especial el trabajo artesanal. En mi caso, por ejemplo, todos mis productos son diferentes. Trabajo con lanas hiladas a mano, mientras que la gente está acostumbrada a ir a la lanera y comprar todo hecho”, relata.
Una filosofía de vida Ser artesano hoy no significa sentarse debajo de un árbol o en la vía pública a vender indiscriminadamente cualquier tipo de objetos. Hay quienes optan por esa salida laboral. “Hay cosas que puedo pintar comercialmente para vender, pero la mayoría de mis productos no apuntan a eso. No puedo hacer mucha plata, pero me quedo conforme, sobre todo sabiendo que la gente se lleva algo contenta y con la misma intención con la que yo lo pinté, con esa misma vida que yo le dí”, cuenta Marcelo Roldán, que plasma en remeras y banderas desde la mirada intensa de un “Che” Guevara y la entrega de un Cristo hasta la mueca sensual de un Sandro en sus mejores tiempos.
Con él coinciden Gisela Martínez y Marcelo Barreta Álvarez. “Esto no es sólo una cuestión laboral, sino una filosofía de vida, que implica estar pleno con uno mismo y poder expresarlo por medio de un trabajo”, asegura ella, mientras que el chico que hace pulseras, collares y aros resalta que jamás pensó en producir en serie sus artesanías. “Nunca me tentó corporizar esto. Esta es una forma de vida, parece fácil pero no lo es. Muchos piensan que el artesano es un vago, pero nada que ver, implica mucho trabajo. No tenemos vacaciones porque no es un empleo de oficina. Además, acá ponemos muchas cosas en juego, un estilo de vida y creencias propias”, resalta.
La vista del Estado
El Licenciado Raúl Valobra es el director de Folklore, Artesanías y Comunidades Originarias de la provincia de Buenos Aires y, en diálogo con Informes, destacó las políticas por parte de los órganos estatales orientadas al mundo de las artesanías. “Nuestro objetivo desde el Estado es tratar de seguir manteniendo ese rasgo identitario que va de generación en generación y que tiene que ver con la cultura de las artesanías”, sostuvo el funcionario.
Para que esto sucede, Valobra destacó que desde la dependencia que comanda se realizan capacitaciones y talleres (fijos e itinerantes) en donde artesanos con historia ofrecen su experiencia y conocimientos a todos los integrantes de las nuevas generaciones que mantendrán vivo el fuego sagrado de este oficio.
Por otra parte, el licenciado admitió que se está trabajando para crear un sitio web para “otorgarle a los trabajadores artesanos la posibilidad de la difusión, lo que permitirá una mayor exposición de sus productos, no solo en el país sino en el mundo”.
Precisamente sobre esto, Valobra, subrayó que “muchos contingentes que vienen del exterior quedan encantados con las artesanías bonaerenses porque tienen un plus adicional en su excelencia y estética que lo hacen única e irrepetible”.
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